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Feijóo, una investidura envenenada

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Tras finalizar el rey la ronda de consultas con los partidos con representación en el Congreso ha comunicado a su presidenta, Francina Armengol –tal y como estipula el artículo 99 de la Constitución–, su propuesta en torno a la investidura: que Alberto Núñez Feijóo sea el candidato. Cabían tres escenarios. El más razonable era que se aplazara la decisión ya que ninguno de los candidatos cuenta con los apoyos necesarios para lograr la presidencia.

De Pedro Sánchez sabemos que aún no los reúne, pero que tiene la posibilidad de lograrlos, ya que ningún partido con los que ha entablado conversaciones ha manifestado públicamente su negativa a elegirle. Caso contrario es el de Alberto Núñez Feijóo, que consigue concitar 172 escaños con UPN, CC y Vox, pero del que conocemos que no alcanzará un solo apoyo más.

Si el objetivo de la investidura es que se elija un presidente, ¿por qué ha designado el rey a un candidato, Feijóo, del que sabemos positivamente que no va a lograr los escaños necesarios? El BNG, Bildu, Junts y ERC han declinado acudir a la cita, ofreciendo así un vacío de información con el que Zarzuela podría no darse por enterada de lo que todo el país conoce: al candidato del PP no le dan las cuentas.

Al fin y al cabo ese es el objetivo de estas reuniones. Los representantes de los partidos no acuden para comentar con el Monarca lo bien que les está yendo el verano, el magnífico chiringuito que han encontrado entre Fuengirola y Torremolinos, sino con la intención de que el rey recabe la información para dilucidar qué candidato o candidatos tienen posibilidades de lograr la investidura.

El asunto no es menor y analizarlo de una manera apresurada evita debatir si se puede estar desnaturalizando el papel del jefe del Estado de manera disimulada, concediéndole unas atribuciones que no posee constitucionalmente. El rey no elige al candidato, sino que tan sólo propone a la presidenta del Congreso, una vez recabada la información, el que tenga más posibilidades de ser investido. 

No es cierto, tal y como se está afirmando con interés desde algunas tribunas, que el rey tenga que elegir al candidato más votado, dado que tal práctica no aparece en ningún lado en nuestra Constitución. Pero alguna excusa hay que buscar para permitir a Feijóo presentarse, eso sí, alterando el papel real y, lo que es peor, confundiendo quién es el centro de este proceso: el poder legislativo.

El rey es tan sólo una herramienta al servicio de nuestro Congreso para dilucidar al candidato con posibilidades de alzarse presidente. Pero son los diputados, representantes de la soberanía popular, quienes tienen el poder otorgado mediante las urnas para elegir quién se sentará en la Moncloa los próximos cuatro años. Mucho cuidado con derivar capacidades entre instituciones, aun siendo sólo de manera sibilina en una columna de prensa. 

El PSOE, que hasta este fin de semana era contrario a que Feijóo encarara la investidura, da ahora por bueno que esto suceda, a medias para evitar presionar al rey, a medias porque eso les permitirá, presumiblemente, ganar tiempo en sus negociaciones con los otros partidos. Esta postura táctica, sin embargo, no debería distraernos del hecho de que si un candidato se presenta sin los respaldos suficientes es porque busca otra cosa.

A no ser que Feijóo conozca algo que el resto del país desconoce, algo que debería comunicar al rey, es decir, que algunos diputados van a variar su voto con respecto a lo que las direcciones de sus partidos han decidido. Transfuguismo de la peor especie. Una situación que, de producirse, haría a Feijóo cómplice al saberlo de antemano y que pondría al jefe del Estado en una situación del todo indeseable.  

Se está sentando un precedente inquietante, desnaturalizando la labor del rey, al provocar que designe a un candidato que no reúne los apoyos necesarios, tan sólo para colmar sus necesidades inmediatas con las que sacar el cuello del agua

Si este no es el caso, y puesto que Vox ha anunciado que mantiene su apoyo al PP a pesar del conflicto vivido por la entente de las derechas en la elección de la mesa del Congreso, el resto de partidos, exceptuando UPN y CC, han anunciado por activa y por pasiva que no votarán a Feijóo. El portavoz del PNV, Aitor Esteban, afirmó que si el PP está con “la ultraderecha, con los fascistas, que no cuenten con nosotros”. 

Feijóo, por tanto, se presenta tan sólo con la intención de insistir en una narrativa que ya hemos escuchado, la de que su partido ha ganado las elecciones pero una serie de fuerzas oscuras le impiden gobernar, intentando de esta manera eludir su responsabilidad en la situación e ilegitimar la reedición del Gobierno progresista. Dos sesiones plenarias cuyo único objetivo va a ser ofrecer espacio mediático al líder del PP

Que se insista en que el resultado del 23J es complejo lo único que ofrece es una coartada para evitar describir la realidad. El resultado es el que es, es decir, el que España ha decidido que sea. Feijóo carece de apoyos suficientes porque optó por el todo o nada, al presentarse hermanado con la ultraderecha, obteniendo el nada. Tan sencillo como eso.  

Lo cierto es que los atajos trumpistas no admiten el éxito parcial, ya que te impiden tratar con normalidad con el resto de fuerzas a las que previamente tus socios han amenazado. Cuando Feijóo se encarame finalmente a la tribuna del Congreso mostrará de nuevo su soledad ante todo el país, algo que desde el PP se asume pensando que el beneficio narrativo, el ganador al que se le hurta la victoria, puede ser mayor que el daño.

En todo caso, al producirse este escenario se está sentando un precedente inquietante, desnaturalizando la labor del rey, al provocar que designe a un candidato que no reúne los apoyos necesarios, tan sólo para colmar sus necesidades inmediatas con las que sacar el cuello del agua. En los años que tenemos por delante escucharemos a las derechas hablar de esta investidura en tono amenazante. Este es el objetivo final.

Tras finalizar el rey la ronda de consultas con los partidos con representación en el Congreso ha comunicado a su presidenta, Francina Armengol –tal y como estipula el artículo 99 de la Constitución–, su propuesta en torno a la investidura: que Alberto Núñez Feijóo sea el candidato. Cabían tres escenarios. El más razonable era que se aplazara la decisión ya que ninguno de los candidatos cuenta con los apoyos necesarios para lograr la presidencia.

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