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Martes y 13 dentro y fuera del PP

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Hay días que es mejor no levantarse, pensará Mariano Rajoy. Pero hay días que conviene no pegar ojo, deberíamos pensar todos los ciudadanos, para no perdernos una sola pista sobre la magnitud del disparate político al que asistimos y sobre la urgente necesidad de resetear el sistema.

En una sola mañana, el Partido Popular ha protagonizado más noticias judiciales que El Vaquilla en sus años de fugas. El Supremo imputa a la senadora Rita Barberá por presunto blanqueo de capitales; el expresidente balear Jaume Matas negocia con la fiscalía para no volver a prisión a cambio de nuevas pistas sobre el 'quién es quién' de los sobres en negro y de la financiación irregular; Luis Bárcenas retira la acusación penal contra el partido por el tragicómico borrado de sus ordenadores, aunque deja claro que lo hace por "falta de fondos para abogados", de modo que amenaza con seguir cantando como testigo por lo penal y como acusador por lo civil.

Todo esto pertenece al ámbito de lo judicial, un vía crucis en el que el PP aún no ha superado siquiera la primera estación. En pocos días o semanas tendrá que pechar con la primera vista oral del caso Gürtel, el juicio por las tarjetas black de Caja Madridtarjetas black y Bankia, las novedades sobre Rato, Arístegui, De la Serna, la trama Púnica, la trama PúnicaOperación Taula… y por ahí hasta desembocar en las siguientes fases de la Gürtel, el caso Granados, el Palma Arena, el hospital Son Espases, el ático de Ignacio González o el estanque de ranas de Esperanza Aguirre. Sólo el conocimiento de la lista de clientes y contratos del despacho de influencias montado por los exdiputados Gustavo de Arístegui y Pedro Gómez de la Serna haría caer un gobierno (en funciones o no) en cualquier país democráticamente maduro, especialmente cuando se sabe (lo publicó infoLibre en julio) que el denunciante informó por escrito al jefe de gabinete de Rajoy antes incluso que a la Fiscalía Anticorrupción. Aquí cada escándalo fagocita al anterior para ir espesando un fango en el que se pretende confundir el latrocinio organizado con la mera irregularidad burocrática.

Paralelamente, durante esta agitada mañana de martes y 13 resultaba patético ver a Rajoy en distintos actos de la campaña electoral gallega haciéndose el sordo ante las preguntas de algunos medios sobre Rita Barberá, otra ‘amiga del alma’ camino del banquillo. (¿Y van…?)

La sombra de Rajoy

¿Quién decidió hace meses blindar a Barberá en el Senado, cuando ya se conocían mil y una sospechas sobre su gestión al frente del PP valenciano? ¿Quién insistió, como tantas otras veces, en reivindicar la presunción de inocencia cuando los primeros eslabones de la investigación acumulaban ya indicios de culpabilidad? ¿Quién se ha empeñado en confundir permanentemente la responsabilidad penal con la responsabilidad política, sin asumir que la segunda exige una celeridad en la reacción infinitamente superior a la primera? ¿Quién se niega a aceptar que, por acción o por omisión, el máximo responsable político de que su partido esté imputado en cinco causas judiciales por graves delitos es obviamente el presidente? Mariano Rajoy cree que huye de alguna prensa incómoda, pero en realidad está huyendo de su propia sombra. Barberá tendrá que abandonar finalmente el Senado, pero la sombra de Rajoy seguirá acompañándole: a su vera o delante o detrás. Como nos pasa a todos.  

De alguna manera las noticias judiciales de la mañana acudían en socorro de la patética cita parlamentaria de la tarde. Los sucesos de la vía penal y los nombres de Barberá, Matas o Bárcenas robaron el protagonismo absoluto que merecía la actuación de Luis de Guindos ante la Comisión de Economía del Congreso. Alguien habrá pensado (con malvado fundamento) que el caso Soria hace más daño a Rajoy y al PP que veinte Bárcenas, Matas, Correas o Barberáscaso Soria, todos ya asimilados dentro del saco de corrupción que conforma la gestión financiera del Partido Popular en los últimos treinta años.

El caso Soria ha dejado al desnudo (sin SMS ni amigos del alma ni intermediarios) la capacidad directa de Mariano Rajoy para despreciar la inteligencia de los ciudadanos. Su intento de justificar durante varios días la cacicada con argumentos contrastadamente falsos ha sido la demostración palpable de que Rajoy cree en la regeneración política tanto como un budista en la Santísima Trinidad. La forma de sacar la pata ha consistido en que Guindos cargue solito con la mochila de mentiras, pero mezcladas en la misma coctelera en la que se discute sobre el objetivo del déficit o las consecuencias de la falta de Presupuestos, que es lo que ha intentado esta tarde de martes y 13 ante la comisión parlamentaria.

Comportamientos antisistema

El Gobierno ha actuado como verdadero activista antisistema, al colocar a Ana Pastor en el papel de simple recadera del Ejecutivo en lugar de actuar como responsable máxima del Legislativo y cumplir el mandato que recibe de la Junta de Portavoces y de la Mesa del Congreso. Es decir, de los representantes de la soberanía popular. Algún día habrá que analizar en profundidad el balance de daños a la democracia causado en esta etapa no sólo por el Gobierno, sino también por otras altas instituciones del Estado. ¿Cómo es posible que el Tribunal Constitucional lleve meses sin resolver el conflicto entre Congreso y Gobierno sobre la obligatoriedad o no de rendir cuentas en el Parlamento? ¿Cómo se come (democráticamente) que el alto tribunal declarara inhábil el mes de agosto para tratar este asunto mientras sí decidía sobre Cataluña o sobre la presencia de Otegi en las listas de Bildu? ¿Hay algo más urgente en democracia que garantizar la misión de control del poder legislativo al ejecutivo (incluso con más motivo cuando éste está en funciones)?

En un solo día se ha visibilizado la enorme debilidad del Gobierno y del PP, por las causas judiciales pendientes y por el descrédito acumulado. Pero también lo endeble que está siendo la actuación del resto de los actores políticos e institucionales. Empezando por Ciudadanos, cuyos argumentos para justificar que el caso Soria no llegue al pleno del Congreso resultan casi tan obscenos como los del propio PP.

Sabemos que aún quedan muchos martes y 13, aunque no caigan en martes ni en 13, que seguirán deteriorando el sistema y desgastando la paciencia de la ciudadanía. Por eso es urgente que el resto de fuerzas parlamentarias (las que sumaron 180 votos contra la investidura de Rajoy) clarifiquen los pasos que están dispuestas a dar para encontrar salida a un bloqueo que con bastante probabilidad no se resolverá pasando de nuevo por las urnas. No consiste sólo en dilucidar el ‘quién’ sino sobre todo el ‘para qué’: con qué idea de país y con qué políticas básicas se puede acordar un gobierno regenerador. Y eso no se logra con llamadas de teléfono o mensajes de Telegram, ni tampoco con la presión de encuestas más o menos manipuladas, ni con amenazas a los diputados díscolos con ideas propias. Hay que dar la cara y las soluciones, dentro de cada partido y ante los demás. Ya es hora.

[En la tarde del miércoles, Rita Barberá ha comunicado, a través del propio PP con sello oficial, que acepta darse de baja en el partido pero que se niega a dejar el escaño del Senado. En el colmo del delirio, la exalcaldesa de Valencia cita la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Constitución Española para amenazar a quienes "hayan vulnerado el principio irrenunciable de la presunción de inocencia". Como decía Ricardo Costa, excompañero de andanzas de Camps y de Barberá, "en el PP la fiesta no se acaba nunca".]

Hay días que es mejor no levantarse, pensará Mariano Rajoy. Pero hay días que conviene no pegar ojo, deberíamos pensar todos los ciudadanos, para no perdernos una sola pista sobre la magnitud del disparate político al que asistimos y sobre la urgente necesidad de resetear el sistema.

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