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La masa crítica de Podemos

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Se ha hablado y escrito tanto sobre Podemos que a veces da la impresión de que este nuevo partido lleva con nosotros mucho tiempo. Pero en realidad su aparición en la vida pública es muy reciente, apenas un año y medio. Fue a raíz de las elecciones europeas de mayo de 2014, en las que Podemos consiguió el 8% del voto, cuando todos comenzamos a comentar el nuevo fenómeno político (a veces de forma obsesiva).

La evolución del voto a Podemos en este breve tiempo ha sido vertiginosa. En el siguiente gráfico se reproduce la intención directa de voto (sin “cocina”) y la estimación (la “cocina”) en los barómetros del CIS entre julio de 2014 y julio de 2015:

En otoño de 2014 se produjo un crecimiento enorme de la intención de voto a Podemos. Fue el momento de “alarma”, cuando parecía que una fuerza “antisistema” o “radical” podía ganar las elecciones. En aquellos meses, todo parecía favorecer las expectativas del nuevo partido. El CIS llegó a estimar en enero de 2015 que, si se celebraran unos comicios en aquel momento, Podemos obtendría un 24% del voto. Otros institutos de opinión dieron cifras más altas (MyWord 27,5%, Metroscopia 28,2%, etc.).

En los meses siguientes a enero de 2015 se inició una fuerte caída que aún no se ha detenido. De acuerdo con el último barómetro del CIS disponible, de julio de este año, la intención directa de voto a Podemos (12,6%) era prácticamente idéntica a la del inicio de la serie en julio de 2014 (un 11,9%).

Ha habido, por tanto, un ciclo muy rápido de auge y caída de Podemos. Esto nos obliga a plantear dos cuestiones. La primera: ¿qué paso hacia el mes de enero para que se quebrara la tendencia creciente? La segunda: ¿por qué se producen estos bandazos en el apoyo a Podemos?

Con respecto a la primera pregunta, una hipótesis relevante podría ser que el cambio en el ciclo económico ha perjudicado a un partido como Podemos que recoge la indignación y el malestar con la crisis. Una vez que la economía comienza a dar signos de recuperación, el discurso de denuncia pierde atractivo excepto para la gente golpeada más fuertemente por la crisis. Pero esta no puede ser la única respuesta, pues si observamos el siguiente gráfico con la serie del CIS, vemos que el cambio de tendencia en la percepción de la economía se produce a comienzos de 2013, bastante antes, pues, del ascenso de Podemos.

Tuvo que suceder algo más en el invierno de 2015 para que se quebrara la tendencia. Ese elemento adicional podrían ser los primeros escándalos que afectaron a Podemos en aquellos meses con gran revuelo mediático. La prensa aireó el asunto del contrato de Iñigo Errejón con la Universidad de Málaga en noviembre y diciembre de 2014; y en enero de 2015 surgieron las acusaciones contra Juan Carlos Monedero a propósito de la manipulación de su currículum y, en los meses siguientes, sobre los fondos recibidos de Venezuela. Estas noticias negativas, con independencia de su grado de veracidad, pueden haber provocado el cambio de tendencia, sobre todo en un contexto económico algo más esperanzador en el que el discurso de Podemos suena demasiado agorero.

Dicho esto, parece claro que los sucesos del invierno de 2015 no son suficientes ni para explicar la asombrosa crecida en el otoño de 2014 ni la no menos asombrosa caída a lo largo de estos últimos meses. Vamos, pues, con esta segunda cuestión sobre las razones por las que cuales hay tanta variación.

Los partidos nuevos no tienen apenas implantación territorial ni recursos organizativos. Como consecuencia de ello, sus apoyos dependen sobre todo del clima de opinión y de las expectativas creadas. Con otras palabras, son partidos muy sensibles, más desde luego que los tradicionales, a si la gente los percibe al alza o a la baja. Si cunde la idea de que el partido está creciendo y tiene posibilidades de dar la sorpresa, muchos lo ven como una opción atractiva y se apuntan a la tendencia. De ahí que la clave del éxito inicial de Podemos fuera presentarse como una opción ganadora, con ambición de superar no sólo a IU, sino también al PSOE. Pero si algunos lo empiezan a ver como una apuesta fallida y retiran su confianza, la imagen ganadora se quiebra desencadenando una caída acelerada de apoyos.

Este tipo de dinámica política recuerda mucho a los modelos de masa crítica que desarrolló Thomas Schelling en Micromotives and Macrobehavior (1978). En el gráfico siguiente se representa el modelo clásico de Schelling, en el que el porcentaje de apoyo a un partido (eje vertical) es una función del porcentaje esperado de gente que lo apoyará (eje horizontal). Ambas cantidades son iguales en la línea recta de 45º. Cuando la curva roja cruza la línea diagonal azul se produce una coincidencia entre las expectativas y la realidad.

Como puede verse en el gráfico, la curva cruza en tres puntos la línea recta: hay, por tanto, tres situaciones de equilibrio, dos en los extremos y una en el centro. Mientras que los equilibrios de los extremos son estables, el del centro resulta muy inestable: cualquier pequeña perturbación desencadenará una divergencia entre expectativas y realidad que conducirá a cualquiera de los dos equilibrios extremos.

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Creo que Podemos tuvo un inicio tan exitoso que consiguió situarse en un equilibrio intermedio, en torno al 25% de voto. En ausencia de cambios, podría haberse quedado en dicho equilibrio. Pero unas ligeras perturbaciones, como las que he apuntado anteriormente, afectaron a las expectativas de voto hacia la baja, disparando un proceso bajista que no parece haberse detenido aún.

Una vez que Podemos se asocia a una opción menguante, son muchos los que abandonan, reduciendo por tanto las expectativas y provocando una mayor pérdida de apoyos, hasta llegar al grupo incondicional de apoyo, que votará a Podemos con independencia de cuántos más lo hagan.

En Podemos hay un fuerte debate interno sobre las causas del descenso de expectativas. Unos lo atribuyen a la estrategia política (busca de transversalidad, impugnación de las categorías de derecha e izquierda), otros a problemas organizativos (falta de atención a los círculos, toma de decisiones por la élite dirigente sin atención a la base), pero probablemente la causa sea más sencilla y, a la vez, más difícil de detener: los partidos nuevos viven de expectativas y en estos momentos las expectativas sobre Podemos son negativas, indicando que el partido va a ir menos. Algo así no hay quien lo frene.

Se ha hablado y escrito tanto sobre Podemos que a veces da la impresión de que este nuevo partido lleva con nosotros mucho tiempo. Pero en realidad su aparición en la vida pública es muy reciente, apenas un año y medio. Fue a raíz de las elecciones europeas de mayo de 2014, en las que Podemos consiguió el 8% del voto, cuando todos comenzamos a comentar el nuevo fenómeno político (a veces de forma obsesiva).

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