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¿De qué tienen miedo los candidatos socialistas?

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El síntoma más visible de la debilidad generalizada del Partido Socialista es que su secretario general, en el discurso de cierre de la Conferencia Política, dijera aquello de “el PSOE ha vuelto”. Si así se expresó fue para responder a todos aquellos que piensan que el partido estaba desaparecido.

La situación del PSOE es mala, como queda reflejado en las encuestas, tanto en intención de voto como en confianza hacia su líder. El partido está socialmente mucho más aislado que en cualquier otra etapa anterior. La militancia se ha contraído, haciendo del PSOE una organización bastante más pequeña que la de su rival. No tiene apenas apoyos mediáticos en comparación con el PP. El País, que no supo entender nunca la etapa de Zapatero, se ha desplazado claramente hacia posiciones liberales de centro derecha y, aunque apuesta por Rubalcaba frente a cualquier otro candidato, ya ni de lejos conserva la influencia social que tuvo en sus buenos tiempos. La televisión, privada o pública, está toda ella en manos de la derecha –si bien Wyoming y Evole resisten por el momento–. La justicia ha quedado en manos de los conservadores. En las redes profesionales, salvo quizá en la Universidad, el PSOE ni está ni se le espera. Y en las redes sociales no se maneja bien. Por no tener, el PSOE, una vez liquidada Ideas, ya no tiene ni una fundación propia que contribuya al debate intelectual y político en la izquierda.

La ciudadanía ve diferencias entre el PSOE y el PP en materia de política económica y social, pero alberga un profundo escepticismo sobre el tipo de gestión que puedan realizar los socialistas si llegan al poder. La gente no se fía de que vayan a cumplir su programa. Para colmo, un 57% del electorado cree que el PSOE no defiende ni a la clase trabajadora ni a la clase media; a su juicio, el partido representa los intereses de las clases altas y de las élites (véanse todos los datos aquí).

En estas circunstancias, el PSOE necesita candidatos de futuro que hablen claro, que expliquen qué quieren hacer, a dónde quieren llevar al partido socialista y a España y cómo piensan conseguirlo. Que se atrevan a dar un paso al frente y anuncien sin vergüenza ni temor que tienen la ambición de cambiar el país tan áspero e injusto en el que vivimos y que para ello se han propuesto optar por el liderazgo del PSOE.

En los días previos a la Conferencia Política, fue verdaderamente decepcionante oír en la SER, en el programa de Pepa Bueno, las intervenciones de algunos de los posibles candidatos socialistas: aburridos, sosos, temerosos, midiendo cada una de sus palabras, utilizando la “neolengua” de la política española, con discursos ambiguos y sin garra, rehuyendo las cuestiones principales, con amplio uso de frases hechas, lugares comunes, clichés y eslóganes. Llevan meses mirándose de reojillo unos a otros, tratando de anticipar los movimientos del rival, y todos ellos aterrorizados por las reacciones del búnker en Ferraz.

Así no llegarán a nada. Bueno, quizá consigan poder orgánico en el seno del partido, pero no superarán la desconfianza que el PSOE genera en la opinión pública. Cuando llegue el momento de las primarias, no sólo participará la (exigua) militancia, sino también los ciudadanos que se sienten próximos al partido. Y todos los cálculos sobre el apoyo de las federaciones y los barones servirán de muy poco. De ahí que sea tan necesario que quienes están pensando en presentarse a las primarias rompan su silencio y su encorsetamiento de una vez.

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No se trata solo de conceder entrevistas en los medios o de hablar en actos del partido. Los candidatos tienen que defender sus ideas y proyectos en medios escritos, en debates públicos, sin pensar en qué van a decir los tertulianos al día siguiente. Y tienen que hacerlo dejando de lado las recomendaciones de los asesores en comunicación. Conseguirá el apoyo de la gente el candidato que renuncie para siempre al insufrible tono mitinero de la política española, en el que el orador se dirige con gritos y tono crispado solamente a los suyos, que se alborozan, mientras provoca el rechazo de todos los demás. Y que cuando sea entrevistado deje de lado las consignas y los mensajes precocinados. Que acuda a actos organizados por la sociedad civil y no solo por el partido.

Y tendrá igualmente que demostrar que tiene equipo, que no es un proyecto personalista. Que quienes le acompañan para las altas responsabilidades a las que aspira son gente bien preparada y con principios, a la altura de los desafíos de la situación actual. No puede ser una competición solo entre personas. Deben enfrentarse equipos, con caras visibles.

Por último, hará falta una buena dosis de valor. Hasta el momento, la única persona que ha demostrado coraje político enfrentándose a la dirección del PSOE y al poder fáctico de la vieja guardia ha sido Carme Chacón. Trató de presentarse a las primarias fallidas de 2011 y pugnó por la secretaría general en el congreso de Sevilla en 2012. Hacen falta más “chacones” y menos “mirlos blancos”. Que se organice un buen debate de ideas y de equipos. Y que, por favor, digan de una vez lo que piensan y lo hagan con claridad.

El síntoma más visible de la debilidad generalizada del Partido Socialista es que su secretario general, en el discurso de cierre de la Conferencia Política, dijera aquello de “el PSOE ha vuelto”. Si así se expresó fue para responder a todos aquellos que piensan que el partido estaba desaparecido.

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