Sin medios de comunicación públicos de calidad no es posible hablar de salud democrática. Atravesamos nuevos tiempos políticos en los que la posibilidad de lograr un cambio definitivo en el modelo de nuestra radiotelevisión pública es tan real como urgente. Conocemos las actuales miserias de RTVE. Nadie ya se sorprende al oír hablar de sus grandes problemas y de los retos esenciales que tiene de cara al futuro. Empieza a ser habitual, de hecho, leer a profesionales de la información y la comunicación en medios privados y aparentemente más libres señalando las principales vergüenzas de una Corporación que parece haber olvidado su vocación de servicio público: control político en las redacciones, presión, manipulación, desinformación; falta de financiación, de claridad y rendición de cuentas, corrupción, desvío de recursos a producciones y contenidos más que dudosos o ventas rápidas y desfavorables de patrimonio histórico; ausencia de mecanismos que fomenten la participación de sus legítimos dueños y dueñas: la ciudadanía. Ante este diagnóstico parece necesario recordar que cuando una radiotelevisión pública decide cambiar su misión social por la de altavoz del Gobierno de turno, su propia razón de ser se desvirtúa. Con más motivo aún si la situación se agrava durante una época de crisis en la que la ciudadanía deja de entender por qué debe apretarse el cinturón, pagar los errores de otros y, además, financiar una televisión propagandística, de escasa calidad y en la que no se siente reflejada. Es el momento, sin duda y en definitiva, para replantearnos cuál debe ser el modelo de RTVE que queremos y nos merecemos.
Otra RTVE es posible: independiente y plural
Las mejores televisiones públicas en Europa, como las francesas, la BBC, o la ZDF alemana, articulan mecanismos de participación de la sociedad civil similares al Consejo Social que hoy proponemos para fomentar que la ciudadanía sienta suyo el servicio público de radiotelevisión, dotados de competencias reales para evitar que caigan en la insignificancia como le ha ocurrido al actual Consejo Asesor en RTVE.
Tratándose de los servicios públicos que deben garantizar el derecho ciudadano a la información, es fundamental que tanto la Agencia EFE como RTVE gocen de verdadera independencia, para protegerse de presiones políticas y poder realizar un periodismo crítico contra todos los partidos, incluido el de gobierno, como ha demostrado en no pocas ocasiones la BBC. Esto no es imposible, se consigue, como hemos propuesto y como dictaminó el Tribunal Constitucional alemán en 2014, reduciendo el peso de la representación política en el Consejo de Administración para aumentar el de la parte social, las portavocías de las organizaciones ciudadanas, de la propia audiencia (que elegirá directamente a su Defensor/a mediante voto electrónico seguro) y de los profesionales del ente, primeros interesados en la relevancia y calidad del servicio público para garantizar su continuidad y buena reputación. Se consigue, como hemos propuesto también, eligiendo a consejeros/as independientes a través de un concurso público limpio y transparente. De imposible no tiene nada, así se hace en otros países donde la ciudadanía paga directamente un canon por un servicio que considera fundamental, propuesta irrealizable en España porque la ciudadanía no siente suyo el servicio público.
Una administración de este tipo, con paredes de cristal (informes trimestrales, contabilidad pública, auditorías frecuentes participadas, código de incompatibilidades, etc.) garantiza el pluralismo estructural y el sistema de contrapesos y equilibrios. Con un modelo así, se impedirían definitivamente situaciones de secuestro y atrincheramiento como las que viene protagonizando el equipo de Rajoy, motivando el desprestigio del servicio público, como atestiguan las amonestaciones y denuncias que se vienen acumulando dentro y fuera de nuestras fronteras. Si los directivos, presupuestos e informes de actividad han de ser aprobados por un Consejo de Administración participado y plural, el resultado tendrá un aspecto muy diferente al que tiene dependiendo, como de facto ocurre ahora, directamente de un presidente nombrado a dedo y en solitario por el Partido Popular, y en cuyo currículo constaba el mérito de haber arruinado de forma demostrable la audiencia, reputación y presupuestos de Telemadrid.
Es una vergüenza que hoy dirija los informativos otro periodista que no alcanzó el 4% de aprobación en el referéndum en la redacción, seguramente porque su principal aval era venir de ejercer como subdirector de la sección de opinión en el diario La Razón. Por eso, proponemos que dicho referéndum tenga carácter vinculante, para que al frente del servicio público deba estar un profesional ampliamente respetado dentro de la profesión y de intachable trayectoria. Sabemos que los periodistas no quieren manipular la información sino asegurarse de que la ciudadanía comprende, apoya y defiende su labor de servicio público. La responsabilidad demostrada en su resistencia activa a la manipulación ha dado buena muestra de ello.
#NuevoModeloTVE independiente, sí, pero sin endogamia
Una democracia avanzada no puede tener miedo a fomentar la participación también de los propios usuarios y usuarias del servicio público, para que, además de pagarlo, lo sientan como una herramienta propia, útil para intervenir en la agenda mediática, para lo que proponemos también diferentes vías. La ciudadanía, además de elegir directamente a dos portavoces en el Consejo Social, que velará por la transparencia permanente y el Derecho de Acceso, nombrará también la figura del Defensor o Defensora de la audiencia a través de una plataforma de voto electrónico seguro como las que se vienen empleando en diferentes procesos de participación en toda Europa.
Esta figura tendrá la misión específica de velar por el cumplimiento de los derechos de la audiencia (pluralismo cultural, atención a minorías, representaciones no denigrantes, etc.) y fomentar su interactividad en diversas áreas como indicador fundamental para testar el valor añadido de las producciones, servicios multiplataforma, viveros de contenidos, etc. El retorno social debe ser un criterio primordial en la toma de decisiones, por encima de la rentabilidad económica que caracteriza al sector comercial privado. Al respecto, es especialmente interesante la propuesta presentada por el colectivo de expertos Teledetodos, que hemos leído con atención y tenido muy en cuenta a la hora de elaborar nuestra propuesta.
Detener la centrifugadora de fondos, encender el motor de empleo
Además de ganar en independencia y pluralismo, la transparencia y participación social traerán otros frutos a RTVE: cortar el malgasto y la nefasta gestión de patrimonio público, y acabar con la contratación opaca y arbitraria para favorecer a un reducido grupo de productoras y celebridades afines. Casos como la producción de Alfombra Roja Palace por José Luis Moreno, quien aparece en los papeles de Bárcenas como donante del PP, los casos que están saliendo a la luz estos días en Telemadrid, o la venta de los estudios Buñuel a Pryconsa por debajo del precio de mercado, no serían posibles en un modelo realmente plural, participado y transparente. Proponemos además que cualquier caso de prevaricación o malversación detectado por el Consejo Social sea puesto inmediata y automáticamente en manos de la justicia para evitar la actual impunidad ante situaciones semejantes. Además, la propuesta de nuevo modelo incluye la publicidad de las actas de sesiones de los consejos, de los informes de rendición de cuentas y de toda la contabilidad, como ocurre en el modelo BBC.
RTVE debe externalizar siempre con criterio pluralista, sin paralizar la propia infraestructura productiva y buscando la gestión eficiente, pero también la creación de empleo en condiciones dignas a la hora de actuar como motor de las industrias culturales del audiovisual nacional, del mismo modo que hacen las mencionadas cadenas públicas en Europa.
Estos cambios son posibles si existe la voluntad política de llevarlos a cabo con sinceridad. Los diferentes grupos parlamentarios tienen en sus manos la posibilidad histórica y real de debatir y trabajar conjuntamente para conseguir reformas estructurales que permitan que la gente se sienta orgullosa y vuelva a creer en su radiotelevisión pública. Si queremos una democracia a la altura de las nuevas demandas sociales, es el momento de mirar de frente y trasladar al Congreso de los Diputados las propuestas que, desde hace muchos años, se vienen consensuando en los platós, en los estudios y en las redacciones públicas de este país.
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Noelia Vera es diputada por Podemos y periodista.
Ha trabajado en medios como Telemadrid y EFE.
Miguel Álvarez Peralta es profesor de Estructura de Medios en la universidad pública y responsable del programa sobre políticas mediáticas en Podemos.
Sin medios de comunicación públicos de calidad no es posible hablar de salud democrática. Atravesamos nuevos tiempos políticos en los que la posibilidad de lograr un cambio definitivo en el modelo de nuestra radiotelevisión pública es tan real como urgente. Conocemos las actuales miserias de RTVE. Nadie ya se sorprende al oír hablar de sus grandes problemas y de los retos esenciales que tiene de cara al futuro. Empieza a ser habitual, de hecho, leer a profesionales de la información y la comunicación en medios privados y aparentemente más libres señalando las principales vergüenzas de una Corporación que parece haber olvidado su vocación de servicio público: control político en las redacciones, presión, manipulación, desinformación; falta de financiación, de claridad y rendición de cuentas, corrupción, desvío de recursos a producciones y contenidos más que dudosos o ventas rápidas y desfavorables de patrimonio histórico; ausencia de mecanismos que fomenten la participación de sus legítimos dueños y dueñas: la ciudadanía. Ante este diagnóstico parece necesario recordar que cuando una radiotelevisión pública decide cambiar su misión social por la de altavoz del Gobierno de turno, su propia razón de ser se desvirtúa. Con más motivo aún si la situación se agrava durante una época de crisis en la que la ciudadanía deja de entender por qué debe apretarse el cinturón, pagar los errores de otros y, además, financiar una televisión propagandística, de escasa calidad y en la que no se siente reflejada. Es el momento, sin duda y en definitiva, para replantearnos cuál debe ser el modelo de RTVE que queremos y nos merecemos.