Y Donald Trump cogió su misil

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En la política internacional gustan mucho los tríos. Hemos cambiado el celebérrimo de las Azores —ya saben: George W. Bush, Tony Blair y el hombrecillo insufrible— por otro que aún carece de referencia geográfica. Empeoramos en dos de los actores: Donald Trump y Theresa May; mejoramos con Emmanuel Macron, que al menos es guapo.

El presidente de EEUU tiene problemas legales en casa. La investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la pista rusa ha alcanzado a Michael Cohen, el abogado personal y conseguidor de Trump, su míster Wolff particular, el que soluciona problemas como pagar 130.000 dólares a una actriz porno para que no hable de su affaire con Trump. El FBI entró en las oficinas de Cohen, que al parecer tiene la manía de grabar todo. Mal asunto.

Echar a Mueller —o a Rod Rosenstein, el número dos del Departamento de Justicia que le nombró (ahí son más independientes que aquí)— es una posibilidad que está desde hace meses sobre la mesa del Despacho Oval. Sería el botón nuclear, una opción arriesgada. Nixon lo utilizó para deshacerse de su fiscal especial en el caso Watergate, y fue lo que aceleró su caída. Por ahora es más fácil bombardear Siria que despedir fiscales. Permite soñar con que eres un presidente de verdad, como el jefe del trío de las Azores.

¿Quién utilizó armas químicas contra los civiles?

Los precedentes apuntan al régimen de Bashar al Asad. Tiene el monopolio de esas armas y hay 50 precedentes registrados de su uso contra civiles, según datos de Naciones Unidas. Los últimos fueron en agosto de 2013 y el año pasado, ya con Trump en la Casa Blanca. Es cierto que en los siete años de guerra civil las distintas milicias han tenido oportunidades de hacerse con partidas de este tipo de armamento. Pero no hay noticias de su utilización. Rusia afirma haber encontrado en Duma un laboratorio químico de la insurgencia. Podría ser pero el Kremlin no parece la fuente con mejor historial en divulgación de la verdad. En Rusia, el periodismo de investigación mata a quien lo practica.

¿Sirvieron de algo los bombardeos del fin de semana?

No. Porque el bombardeo fue un teatro. Trump intenta demostrar que hace algo, que es un hombre de acción, que él no es Barack Obama. El anterior presidente había advertido que el uso de armas químicas contra la población era una línea roja. Pero cuando Asad las empleó en agosto de 2013, Obama no atacó porque podría fortalecer al Estado Islámico y a Al Qaeda. Eligió el mal menor. Asad siempre es el mal menor, esa es su fuerza.

Rusia sacó del apuro a Obama con una propuesta de pacto para desarmar químicamente a Asad. Otro teatro. Macron lo admitió en el Parlamento europeo: “Los ataques sobre Siria no cambian nada. (…) Fueron por el honor de la comunidad internacional”. También dijo: “Los mismos que se indignan con las imágenes de niños y mujeres muertos nos dicen que nos quedemos sentados”. Hay un texto del The New York Times que les recomiendo, es sobre la política exterior basada en parecer que se hace algo.

¿Misión cumplida?

Deberíamos saber antes cuál era la misión, más allá de salir en el prime time. Trump debe despedir al ideólogo de la frase. Y si fue ocurrencia suya debería despedirse a sí mismo. George Bush la pronunció el 1 de mayo de 2003 a bordo del portaviones Abraham Lincoln. Fue un error porque la verdadera guerra estaba a punto de empezar. Las insurgencias iraquíes hicieron su presentación en agosto de ese año. Conocemos el resto de la historia. No solo causó la destrucción de Irak, con cientos de miles de muertos, es que la guerra civil que se vive en Siria desde hace siete años es consecuencia de la desestabilización de Irak. La historia no se mueve en primer time ni en periodos electorales.

¿Hay víctimas de primera y de segunda en Siria?

Como en todas las guerras. Si sales en la televisión en el momento emocional oportuno (y un agosto sin noticias lo es) puedes llegar a ser un Aylan Kurdi que zarandea conciencias y ayuda a dar a conocer el drama de los refugiados.

Pasada la conmoción de la noticia se levantaron muros y alambradas en las fronteras y la UE firmó pactos con Turquía y Libia (con bandas armadas) para devolver los refugiados o impedir que vengan. Estos pactos violan el derecho de asilo y una buena lista de principios democráticos y garantías jurídicas sobre las que se asienta el sueño de Europa.

Decía Macron: “Los mismos que se indignan con las imágenes de niños y mujeres muertos nos dicen que nos quedemos sentados”. No es su frase más afortunada. Tiene una vuelta: 'Los mismos que expulsan a personas que huyen del horror de la guerra, de la certeza de morir, bombardean en nombre de otros muertos que salieron un ratito por televisión'. Los gaseados de Duma son los Aylan Kurdi de abril de 2018. No hemos aprendido.

¿Hay riesgo de confrontación directa entre EEUU y Rusia?

De momento, no. Es probable que el anunciadísimo ataque (vía Twitter) buscara una zona sin rusos para evitar daños colaterales. No descartaría un pacto más o menos directo o vía intermediarios: yo bombardeo aquí, y tu me criticas allí.

Este juego de macho man con Rusia tiene otra lectura interna. El fiscal Mueller investiga si Trump y su equipo se pusieron de acuerdo con el Kremlin para desacreditar a Hillary Clinton o si se beneficiaron electoralmente de la injerencia rusa. El objetivo de Trump es parecer un presidente enfadado con Putin, capaz de hacerle frente.

La verdad es que Rusia ha ganado en Siria, que Trump ha dejado el camino expedito pero aún hay riesgos de que todo acabe mal, más por los actores regionales que por las dos superpotencias (con permiso de China).

¿Quiénes son los actores implicados?

Siria es un campo de juego con varios equipos enfrentados. Gracias a esta guerra, los principales vendedores internacionales de armas están haciendo un gran negocio. Se venden armas y municiones en unas cantidades similares a la Guerra Fría, que estuvo basada en el miedo a una destrucción mutua. Arabia Saudí es el segundo comprador mundial con solo 30 millones de habitantes. Emiratos es el cuarto. En cabeza está India, que tiene mil millones de habitantes.

En el equipo de EEUU juegan Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto. Israel estaría cerca de ellos, pero es un equipo que juega sus propias partidas. La más importante, y ya poco visible, con los palestinos. En el equipo de Rusia estarían Asad, Irán, Irak y Hezbolá. Luego tenemos los que se mueven entre los dos bandos: Turquía y Qatar. Hablamos de países, pero podríamos meter a los kurdos, esenciales en la derrota del ISIS.

¿Cuántas guerras se libran en Siria?

Tenemos la guerra de Asad contra las insurgencias yihadistas financiadas desde los países del Golfo Pérsico. Tenemos una guerra por delegación entre Irán y Arabia, las dos grandes potencias regionales. Tenemos la de Washington y Moscú por acomodarse a la nueva realidad de Oriente Próximo tras la invasión estadounidense de 2003.

El principal agente desestabilizador es Arabia Saudí, que gasta miles de millones en armas y en expandir su versión rigorista del islam, que es el wahabismo. Su rival, Qatar, prefiere a los Hermanos Musulmanes, un poco menos radicales. Hay una guerra por la pureza del Islam y por su control. Riad estuvo detrás del golpe del general Al Sisi en Egipto contra los Hermanos Musulmanes. Del wahabismo beben Al Qaeda y el ISIS.

El futuro rey, Mohamed bin Salman, que ha estado en España de compras (de armas), quiere abrir la mano dentro de su país, que la religión sea menos agobiante. Veremos. De momento, en política exterior es un desastre. En Yemen va mal y en Siria ha dejado colgado a su último juguete, el Ejército del Islam.

EEUU e Israel consideran que el enemigo real es Irán. Netanyahu tiene tantos problemas judiciales como Trump y si quiere sobrevivir políticamente necesita un enemigo exterior. Irán es un buen candidato, pero no puede atacar solo. De momento debe entretenerse con Gaza. Irán apoya a Asad y los hutíes en Yemen porque son chiíes, la rama minoritaria del Islam. Arabia Saudí es guardián del sunismo, la rama mayoritaria (80%).

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¿Es Asad un imperialista?

Un sector de la izquierda española mira el conflicto con los ojos de la Guerra Fría. La URSS y los comunistas por un lado y los capitalistas imperialistas por otro. No funcionó entonces porque la URSS era una dictadura y además era imperialista, y no funciona ahora. Asad es un oportunista como lo fue el serbio Slobodan Milosevic. Es un oportunista con crímenes de guerra y graves violaciones de los derechos humanos. No es un buen candidato para defender. No es antimperialista, es un superviviente sin escrúpulos.

El principal problema con Asad, y ahí radica su fuerza, es que no tiene alternativa. Las demás opciones son peores. Los jóvenes que empezaron la revuelta en Daraa en 2011 representaban la verdadera alternativa, solo querían libertad y respeto de los derechos humanos. Pero con ellos en el poder no se venderían armas, no habría business.

En la política internacional gustan mucho los tríos. Hemos cambiado el celebérrimo de las Azores —ya saben: George W. Bush, Tony Blair y el hombrecillo insufrible— por otro que aún carece de referencia geográfica. Empeoramos en dos de los actores: Donald Trump y Theresa May; mejoramos con Emmanuel Macron, que al menos es guapo.

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