No es mentira si crees que es verdad

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Apenas llevamos una semana de presidencia trumpista y ya hemos dejado atrás el término de posverdad, al que tanto cariño le habíamos tomado. El nuevo concepto es un salto al vacío: "alternative facts", que se podría traducir por hechos o verdades alternativas. La autora de la ocurrencia es Kellyanne Conway, mano derecha de Donald Trump. El periodismo se basa en hechos comprobados, demostrables. No hay alternativa posible; bueno, existe una: la mentira.

Les recomiendo este link de Media Matters, solo para situarnos: Donald Trump, Sean Spicer, And The George Costanza Rule Of Lying. En este caso no sabemos si mienten porque viven en un mundo fantástico paralelo o porque carecen de vergüenza.

Ha sido el negocio desde hace siglos. Los periodistas buscan con mejor o peor acierto noticias (lo que el poder desea ocultar), las comprueba y publica. El poder juega con otras reglas. La principal, la ausencia de reglas éticas. Puede mentir, y miente. Pero siempre hubo una cierta decencia en la representación. Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton son ejemplos. La novedad no está en la mentira en sí, si no en su burda escenificación. Puede ser torpeza o una estrategia de distracción.

La guerra contra los medios de comunicación estadounidenses (menos contra la Fox News, que no es un medio, solo un altavoz de propaganda trumpista) estalló al día siguiente de la inauguración. El motivo fueron las fotografías que probaban la escasa afluencia de público. Para Trump un "hecho alternativo" es decir que había un millón y medio y no numerosos claros. Afirmar lo contrario es parte de una campaña contra él.

Si no les gusta esta Conway, tengo otra: la actriz Kate McKinnon, que interpreta en Saturday Night Live, un veterano programa de humor convertido en la bicha de Trump, a la asesorísima en jefe. En él, Alec Baldwin da vida a un "Trump alternativo" que provoca ternura, algo que no valora el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Sucedía también con el Aznar de los Guiñoles de Canal Plus. El muñeco resultaba más entrañable, el original... Pues eso, ahí sigue el hombrecillo insufrible dando lecciones morales de todo sin recordar nada. No hablemos del PP en B, nos basta con las mentiras de Irak.

Hablando de B, Luis Bárcenas ha hecho un Conway, ¿o habrá sido al revés?, al hablar en su juicio de "contabilidad extracontable".

El nuevo jefe de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, utilizó su primera comparecencia ante los periodistas para atacar a los medios y a las redes sociales por desinformar sobre el número de personas que asistieron a la inauguración. Mencionó unos datos del Metro de Washington DC, pero falseándolos de tal forma que nadie ha podido averiguar el origen de este "hecho alternativo".

En su segunda comparecencia, tras una avalancha de información y de fotos que dejaban en ridículo al equipo del nuevo presidente, Spicer trató de hacer malabares al mezclar presencia física con audiencia televisiva. También aprovechó para decir a los periodistas que no siempre les iban a mentir. No ha sido un buen comienzo.

Parece que Trump ha trasladado a su equipo su piel fina, incapaz de resistir cualquier crítica. Spicer, en el vídeo anterior, dice que los medios llevan meses tratando de socavar el hecho de que Trump tiene un gran apoyo en EEUU. Otra mentira: es el presidente que arranca su mandato con menos apoyo y con mayor rechazo. El objetivo es criticar todo, exagerar, insultar, generar miedo, dudas, que los periodistas se lo piensen dos veces antes de emitir una crítica. En esto, su amigo Vladimir Putin es un maestro.

Otra cosa que les hace saltar como panteras, recordar que perdió por casi tres millones el voto popular. Esta semana, Trump ha vuelto a insistir en su tesis de que se debió al voto inmigrante, algo que está probado como falso.

Una reciente encuesta demuestra que esta estrategia tiene éxito: el 52% de los votantes republicanos creen que Trump ganó el voto popular. Conoce bien a quién se dirige.

El presidente no ha querido dejar solos a Spicer y Conway y ha salido él mismo a dar la cara. Quizá lo hizo en el peor lugar, delante del mural de los muertos de la CIA. No pareció muy respetuoso. Más allá de la opinión que nos produzcan la CIA y sus actuaciones globales, sea en América Latina organizando golpes de Estado y guerras civiles, o en la vanguardia de las cárceles secretas y torturas de la época de Bush hijo, para millones de estadounidenses son héroes. Es el público que le ha votado.

Tan desafortunado fue el asunto que algunos medios informan que Steve Bannon, un supremacista de extrema derecha convertido en asesor de cabecera, estaba desolado. No era el día ni el sitio para declarar la guerra a los periodistas.

Lo mejor es que los aplausos que se escucharon en Langley no procedían de agentes de la CIA, que fueron seleccionados para el acto por sus simpatías hacia Trump. Los que aplaudían pertenecían a la claque de palmeros que le acompañan, también a las ruedas de prensa, con el objetivo de aplaudir y vitorear para dar la impresión de que le envuelve un entusiasmo popular. Parece torpe, infantil, pero funciona.

El asunto es preocupante. Si la nueva Administración declara la guerra a la prensa por un asunto tan banal, ¿qué será cuando entremos en materia? Trump dijo que los medios también deberían dar explicaciones por sus errores y reportajes inadecuados. Según su cuenta de Twitter, la personal, la del @realDonaldTrump, todo es negativo e inapropiado excepto lo que le ensalza.

Aunque todo esto parece una consecuencia de su patología narcisista y de tolerancia cero a la frustración, hay otro punto de vista, que no excluye el primero: con este tipo de estrategia consigue llevar a los medios a hablar de lo anecdótico y no de lo esencial, que podría ser el perfil de algunos de sus colaboradores, y las dificultades que está teniendo para conseguir su aprobación en el Senado, o de sus impuestos. En el momento de su toma de posesión solo estaban confirmados dos.

'La la Trump'

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Mientras que todos los medios se escandalizan con los "hechos alternativos", Trump aprueba órdenes ejecutivas, como la que saca a EEUU del Tratado de Comercio de Asia, dejando el terreno libre para China, o abre el paso a un polémico oleoducto. Prepara el muro y el cierre de las fronteras a cierto tipo de inmigrantes. También ha dado los primeros pasos para desmontar el Obama Care sin que tengamos noticias de su alternativa. No son medidas favorables al pueblo. El Obama Care da cobertura médica a 18 millones de estadounidenses.  Y prepara el golpe definitivo, el de nombrar su juez de por vida para el Supremo.

No sé cómo va a acabar la guerra con los medios, pero si sé que los corresponsales de la Casa Blanca no van a tardar en plantar a Spicer. Allí no va a funcionar el plasma. Hay unas reglas del juego. Si no las aceptan, habrá lío. Sigo pensando que Trump no acabará el mandato. No soy el único, Baldwin también lo cree.

 

Apenas llevamos una semana de presidencia trumpista y ya hemos dejado atrás el término de posverdad, al que tanto cariño le habíamos tomado. El nuevo concepto es un salto al vacío: "alternative facts", que se podría traducir por hechos o verdades alternativas. La autora de la ocurrencia es Kellyanne Conway, mano derecha de Donald Trump. El periodismo se basa en hechos comprobados, demostrables. No hay alternativa posible; bueno, existe una: la mentira.

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