Obama ha muerto. Este podría ser un titular para describir el desastre demócrata en las elecciones de este martes, en las que se renovó la totalidad de la Cámara de Representantes (sigue en manos republicanas), un tercio del Senado (ahora dominado por los republicanos por primera vez en ocho años) y 30 de los 48 gobernadores del país. Las elecciones a mitad de mandato suelen ser un referéndum sobre el presidente. El suspenso de Barack Obama es rotundo; el suyo y el de partido.
Titular 'Obama ha muerto' es llamativo, quizá posicione bien en Google; pero, además de poco elegante, es falso: el presidente llevaba unos cuantos meses de cuerpo presente, quizá esté políticamente difunto desde el día después de ganar la reelección ante un mal candidato republicano, Mitt Romney, que ahí anda barruntando volver a intentarlo otra vez. Hay gente a la que le va el descalabro.
A los demócratas, arrastrados por 'Obamadesilusión' solo les queda Hillary Clinton, la mejor situada para obtener la nominación de su partido en el verano de 2016. Ella es capaz del milagro de hacerles brillar a corto plazo. Dos años son una eternidad.
La desmovilización del voto demócrata ha sido un factor decisivo. La desilusión del electorado con la élite política (en EEUU aún no dicen casta) es uno de los motores que explican lo ocurrido. El Yes we can que movilizó a millones de personas en Estados Unidos y en el mundo, que encendió la ilusión del cambio, la esperanza de dejar atrás los oscuros años de George Bush y sus halcones, ha terminado en un fracaso.
El principal, no cumplir sus promesas. Ahí sigue Guantánamo como símbolo de la ignominia, la incapacidad de luchar contra el terrorismo sin dinamitar los valores que diferencian los buenos de los malos. Si no respetamos los derechos humanos, si torturamos, aunque lo llamen 'interrogatorios extremos', si encerramos decenas de personas durante años sin juicio ni acusación formal significa que los malos, los que derribaron las Torres Gemelas, felizmente resucitadas estos días, han logrado derribar también nuestro sistema de libertades.
Obama prometió volver a la senda democrática, a la esperanza, y nos ha fallado. También prometió acabar con las guerras en Afganistán e Irak y ahí anda guerreando desde el disimulo en Irak y Siria. El presidente-premio Nobel de la Paz es el presidente de los drones. No todos los ataques desde aviones tripulados matan islamistas, a menudo matan civiles. Nadie atendió a la niña Nabila ur-Rehman que los denunciaba. Ella no es Malala, cuya lucha es ejemplar, ella nos señala como culpables de su desgracia. Eso da mal en televisión.
Los republicanos han ganado, pero hace tiempo que el Great Old Party (GOP), como se les llama, ha dejado de ser una fuerza conservadora más o menos compacta, como en los tiempos de Ronald Reagan. La aparición del Tea Party ha obligado a muchos de sus candidatos a girar hacia la extrema derecha, cuando no han sido candidatos del Tea Party los que se han hecho con el escaño directamente. El primer reto de los republicanos es controlar ese extremismo, algo que ahuyentaría a los votantes en 2016.
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Los republicanos han criticado casi todo de Obama, desde el Obamacare, ahora el gran riesgo pese a que beneficia a los que no se pueden pagar una sanidad privada, hasta la política exterior. Benjamin Netanyahu estará eufórico. Veremos cómo va influir el cambio del control del Senado en las operaciones en marcha contra el Estado Islámico, tanto en Siria como en Irak. Recomendaría leer este análisis de Juan Cole titulado"How a Republican Congress could Entangle the US further in the Middle East" ("Cómo un Congreso republicano puede enredar aún más a EEUU en el Oriente Próximo").
Ahora la clave es comprobar si Obama y la nueva mayoría republicana en el Congreso son capaces de trabajar juntos en estos dos años o volveremos a la guerra de guerrillas contra toda iniciativa que salga de la Casa Blanca. En el odio republicano a Obama, sobre todo del sector más extremista del partido, y no digamos del Tea Party, hay un tufo racista que subyace en muchas de las descalificaciones.
El canal de noticias Fox News es el campeonísimo en este deporte de darle duro al negro. Más allá del color de piel, es un hecho que Obama ha defraudado las expectativas, los sueños depositados en él y en el Yes We Can. Hillary Clinton no promete sueños, es una luchadora. No lo tendrá fácil. Los mismos que odian a Obama odian a Hillary. En este caso no hay racismo, pero sí un insoportable machismo.