Cada vez más golpe y menos revolución

Vídeo publicado por The Lede –blog de asuntos internacionales del The New York Times– sobre los incidentes del lunes en El Cairo, en los que murieron más de 50 islamistas. La versión oficial es que un grupo terrorista trató de asaltar el cuartel de la Guardia Republicana. La de los islamistas, que los soldados tendieron una emboscada a los manifestantes.

El programa Inside Story de la cadena de televisión qatarí Al Yazeera, dedicado al lunes negro, ofrece algunas claves sobre lo sucedido; también sobre la posición de los salafistas de Al Nour, partidarios iniciales del golpe y más distantes tras la matanza.

Las dudas de si lo ocurrido el 3 de julio era un golpe de Estado (nunca condenado por la UE y EEUU) o una rebelión ciudadana se disipan poco a poco. No ha pasado ni una semana y ya está claro que el general Abdel Fatah al-Sisi, educado en Reino Unido y EEUU, es el hombre fuerte, el que marca el paso.

No solo son los salafistas los desencantados; también los laicos del movimiento Tamarod (Rebelión), que han descalificado el borrador de Constitución ofrecido por el nuevo régimen; lo consideran dictatorial. Se resquebraja el frente laico, se multiplican los peligros.

Este video de la muerte del fotógrafo Ahmed Samir Assem, que filma a su francotirador, es una muestra sobre la bondad democrática y regeneradora del golpe.

Tamarod reúne el Egipto impulsor del primer Tahrir, el que expulsó del trono a Hosni Mubarak. Este movimiento logró 15 millones de firmas para exigir la dimisión de Mohamed Morsi, tres millones más de los votos obtenidos por el presidente en las urnas en junio de 2012. Reconquistaron la plaza-símbolo, ahora mancillada con las violaciones, sacaron millones de personas a las calles, las mayores movilizaciones de la historia, decían. Ese rechazo ciudadano masivo fue la excusa del golpe.

El Ejército aprovechó la situación de descontento para derribar a Morsi y expulsar a los Hermanos Musulmanes del poder. El objetivo, sostenían, era situar la revolución en el kilómetro cero. No han pasado ni diez días y la dirección real está clara: no regresan a la primavera, regresan a 1952, cuando tomaron el poder por primera vez y nunca lo dejaron del todo.

Los egipcios protestaron masivamente contra Morsi.

Morsi, representante los Hermanos Musulmanes, logró poner a casi todo el país en su contra en apenas un año, incluidos los salafistas, una visión rigorista del islam. Morsi gobernó para los suyos, creyó que su revolución era un hecho.

Egipto está dividido entre un mundo rural e islamista y otro urbano y más o menos laico. Gana el primero, el mayoritario, el que no deja de crecer.

La crisis económica favorece a los islamistas; son millones los desencantados con el poder secular que de alguna manera representaba Mubarak. El golpe del 3 de julio agravará la crisis tras arruinar la campaña turística.

Están divididos hasta los dibujantes, como muestra la revista The New Yorker.

Los incidentes del lunes, la muerte de más de 50 islamistas a manos del Ejército, sobrevuela sobre los intentos de impulsar una transición. Sin Tamarod será imposible mantener la ficción de un Gobierno de unidad y un calendario electoral consensuado para regresar a las urnas en 2014. El plan declarado de los militares es permitir que los Hermanos Musulmanes puedan presentar sus candidatos, algo que ellos rechazan.

En los Hermanos conviven dos tendencias: los pragmáticos, que apuestan por tomar el poder mediante las urnas e islamizar después y los que pretenden islamizar primero y tomar el poder después. Morsi representaba la primera facción, la moderada, la que se ha quedado sin argumentos.

Los seguidores de los Hermanos Musulmanes protestan en las calles de El Cairo.

El empeño de los Hermanos Musulmanes en defender a Morsi en la calle convierte cada viernes de rezo en un desafío. El líder del movimiento, Mohammed Badie, no ha aceptado la exigencia militar de llamar a la calma, aceptar lo ocurrido . Pagará con la cárcel. Es un retorno al Egipto de Anuar el Sadat y Mubarak.

Hay dos antecedentes recientes de interrupción militar de un proceso democrático que favorecía a los islamistas. Los contaba muy bien Javier Martín en infoLibre . El de Turquía en 1997, que obligó a los islamistas a replegarse y reaparecer disfrazados de pragmáticos de la mano de Erdogan, e impulsa desde el poder una islamización profunda de su país. Y Argelia en 1991, que terminó en guerra civil, guerra sucia y más de 100.000 muertos.

Aunque lo ocurrido en Egipto está por definir, los militares se preparan para lo peor.Un Egipto inestable se suma a una Siria sumida en una guerra civil que ha devorado a los buenos, a los románticos, que ha dejado al frente a lo peor de cada bando.

Occidente parece haberse especializado en vivir en un permanente Catch 22, la novela de Joseph Heller: cualquier solución representa un problema.

Es difícil creer que el golpe del 3 de julio tomó por sorpresa a la Casa Blanca. No importa el conflicto, Afganistán, Irak, Siria, la Palestina ocupada, Occidente ahonda en la sensación, muy extendida en el mundo árabe e islámico, de que juega en contra. Esa sensación es la principal fábrica de desesperación y de la desesperación extrema surgen los terroristas. En la lucha contra ese sentimiento no valen las escuchas masivas ni los ataques preventivos ni las invasiones porque es un problema de piel, de un odio que se hereda y multiplica.

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