¿Por qué la clase dirigente española tiene un miedo cerval a Podemos? ¿Por qué ese odio a sus líderes, en el que se mezclan clasismo, machismo e ignorancia? ¿Cuál es el problema de que estén sentados en el Consejo de Ministros si son cinco de un total de 18? ¿Qué hay debajo de las alfombras? La clase alta estaría formada por grandes empresarios, terratenientes y banqueros, la nobleza con dinero y la que ya no lo tiene, los políticos captados dentro del sistema de puertas giratorias --corrupción en diferido--, y una claqué variopinta que participa entusiasta en multiplicar el ruido. Sería bueno no confundir lo esencial: que nos dejen comer canapés en algunas de sus fiestas no nos convierte en parte de la élite.
Detrás de toda esta bulla que anda estos meses subida de tono se esconde un síndrome muy español, el del dueño del cortijo, el señorito que considera todo avance, social o político, todo derecho, como una amenaza a su estatus. Le sucede también a la Iglesia Católica, cuyo relato científico empezó a descarrilar con Galileo Galilei. Ambos poderes han estado estrechamente unidos en España, siempre en la defensa de sus negocios.
El rechazo de piel a Podemos no ha dejado de aumentar desde su irrupción en las elecciones europeas de 2014, pese a que el partido ha cambiado mucho y perdido parte de su fuelle. Ya no es transversal ni mantiene el espíritu contestatario del 15M, una especie de mini mayo de 1968. Hoy se parece más a lo que debió ser la Izquierda Unida que reemplazó al PCE para extender sus fronteras ideológicas. El PCE fue clave en los Pactos de La Moncloa, en la elaboración de la Constitución y en el éxito de la Transición, entendida como el periodo que transcurre entre la muerte del dictador y la aprobación en referéndum de la Carta Magna.
El Gobierno de coalición con el PSOE les ha permitido entrar en contacto con la realidad de la gestión, que se mueve en un carril estrecho, marcado por nuestra pertenencia a la Unión Europea. Dentro de ese margen aún se pueden hacer muchas cosas: proteger a los más pobres, como se intenta con el Ingreso Mínimo Vital, los ERTE y las ayudas a las pymes, subir el salario mínimo interprofesional, trabajar por la igualdad y un largo etcétera que no amenaza la posición dominante de los jefes del cortijo.
En todos los países existen grandes fortunas. Su objetivo es ganar dinero a espuertas y pagar los menos impuestos posibles. Algunas fortunas nacen del descubrimiento y fabricación de algún bien útil para la sociedad; también del esfuerzo personal de su primera generación. Pero sobre todo nacen de posiciones de monopolio, una ventaja que no se logra por las buenas. Les recomiendo Historias de Nueva York, de Enric González. Tiene un capítulo dedicado al nacimiento de las grandes fortunas estadounidenses en el siglo XIX y la cantidad de putadas (perdón por la expresión) que hicieron para lograr su posición dominante.
En el mundo anglosajón y protestante de Europa y EEUU, el trabajo y el esfuerzo físico están bien vistos. Son caminos para llegar a Dios. En España, el trabajo es cosa de las clases bajas. Nuestra clase dirigente no dio un palo al agua durante los siglos XVIII, XIX y gran parte del XX. Uno es asquerosamente rico para no tener que trabajar. Tampoco tuvimos suerte con nuestros ricos contemplativos en la promoción de la cultura y la ciencia. No ayudó que se incrustara entre ellos una iglesia parasitaria que hizo fortuna con el miedo y la Inquisición. Incluso hoy, hay empresarios agrarios que amenazan a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con tractoradas por mandar inspectores de trabajo al campo, para comprobar las condiciones y los salarios, que en algunos casos son de esclavitud.
Hemos perdido casi todos los trenes de la modernidad. Priman el compadreo y la corrupción. Estamos ante una clase dirigente poco acostumbrada a competir entre ellos y menos aún fuera de España. Su posición dominante se debe a la proximidad con el poder político y a la capacidad de hacer negocios con dinero público para beneficio privado. Muchas de nuestras grandes fortunas proceden de los monopolios y las gangas regaladas durante el franquismo, y en algunos casos anteriores al tráfico de esclavos. Hay excepciones y algunas de ellas notables, sobre todo entre las pymes.
Entre los súper ricos, la excepción sería Amancio Ortega. Más allá de la moralidad de su negocio basado en talleres de miseria en Bangladesh, el mismo que el de decenas de firmas, algunas de postín, es el único que ha hecho dinero sin pertenecer al club de millonarios por herencia ni conseguir su permiso.
Los nervios, la inquina contra Podemos y las campañas mediáticas para desalojarlos del Gobierno no se deben solo al empeño del partido morado de derogar la ley laboral y hacerles pagar impuestos, al menos tantos como pagan los empresarios alemanes. Hay algo más. Esa clase dirigente, entre la que hay ex políticos de pedigrí democrático, prefiere un gobierno PP-PSOE o, en su defecto, uno del PP-VOX. La Operación Armada sigue entre nosotros. La Constitución es una excusa, no una obligación.
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No se pueden desligar las informaciones periodísticas (sobre todo en el extranjero) sobre el rey emérito de todo lo anterior. Es la corona de un pastel. La investigación de la fiscalía suiza (no confundir con la española) está destapando un (presunto) modus operandi basado en favores de representación y comisiones en el que el rey anterior está acompañado. No se trata solo del AVE Meca-Medina, son también terrenos en favor de una constructora que está inmersa en procesos judiciales por corrupción. Que Villar Mir fuera miembro del jurado que ha otorgado este año el Princesa de Asturias de la Concordia, demuestra la inmoralidad del sistema que hasta perdió el valor del disimulo.
Es fácil imaginarse al emérito rodeado de una cohorte de empresarios viajando por el mundo para lograr contratos. Parecía que esa representación era parte de su trabajo en favor de España, pero España no aparece en ningún momento; tampoco al final del proceso cuando se declaran los beneficios y se pasa por la Agencia Tributaria. ¿Solo ha cobrado (presuntamente, eso sí) comisiones de los saudíes y de otras monarquías hermanas del Golfo? ¿Hasta dónde salpica este entramado al rey Felipe VI? ¿Hay algo más que su luna de miel por todo lo alto pagada con dinero de procedencia sospechosa?
Podemos, con sus luces y sus sombras, con su necesidad de apuntarse todos los tantos publicitarios y de hablar demasiado cuando toca esperar y ver, representa la amenaza más seria para la supervivencia impune de este tinglado. No es solo miedo a una persecución judicial, es que muchos empresarios no saben operar de otra manera.