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Canta Jorge Drexler que "la vida cabe en un clic" y tiene razón. Podríamos afirmar también que la vida cambia en un clic. A menudo, los giros de guion vitales más trascendentes se producen en un instante, en un momento, en una décima de segundo.
El pasado viernes, al enterarme del suceso protagonizado por Alec Baldwin, que se ha llevado una vida por delante y seguramente, ha roto algunas más, pensé en ese clic, un clic mortal producido por un disparo.
En sentido literal, un arma de fuego cambia o fulmina vidas. En sentido figurado, un disparo metafórico puede también acabar con ellas o desviar su trayectoria. Si hacemos balance de lo vivido, a poco que hayamos cumplido unos cuantos años, seguramente hay uno o varios clics que torcieron, en un momentito, el plan que teníamos proyectado y nuestra vida en color pasó a mostrarnos el futuro inmediato en blanco y negro o viceversa, hay clics que nos salvan la vida…
Si este suceso no lo protagonizara un nombre tan conocido, seguramente, no habría generado tal cantidad de comentarios en todas las direcciones. Sin embargo, a efectos humanos, Baldwin está solo. Y por supuesto, cada una de las personas que querían y quieren a quien ya no está, Halyna Hutchins, también lo están.
Es que el dolor es el más solitario de los sentimientos, puede que lo agudicen la falta de compasión ajena o los comentarios deshumanizados o puede que lo alivie ligeramente y de manera temporal el calor de quienes nos proyectan su empatía pero, finalmente, cada uno de nosotros siente el dolor en soledad, porque lo llevamos tan dentro que aunque sonriamos por fuera, no logramos olvidarlo y mucho menos borrarlo.
No quiero ni pensar lo que sentiría yo de haber apretado ese gatillo; no quiero ni imaginar el desgarro que un hecho así debe de provocar en quien lo protagoniza; no quiero ni jugar a experimentar el dolor solitario de Baldwin, ese dolor. Un dolor tan inmenso provocado por algo tan diminuto como un clic.
"La vida cabe en un clic", lo dice Drexler y es una verdad a veces dolorosa y a veces mágica, porque también un clic puede abrir esa puerta que tantas veces intentaste empujar y no había manera…
Ah, la letra maravillosa de Jorge dice algo más: "La vida cabe en un clic, en un abrir y cerrar, en cualquier copo de avena… se trata de distinguir lo que vale de lo que no vale la pena". Y es aquí donde quizás deberíamos emplearnos más a fondo, porque los clics fatídicos o dichosos algunas veces son fortuitos, pero nuestra manera de enfocar la vida y elegir entre lo importante y lo accesorio depende un poco más de cada uno de nosotros. Y es esa un decisión individual y a veces, solitaria…
Me despido de ustedes, lectores queridos, unas semanas. Tengo una misión y necesito horas de más para llevarla a cabo. Si quieren, nos encontramos allá por el último mes del año. Gracias siempre por perder unos minutos de su tiempo conmigo, ese clic que hacen para abrir cada artículo, me da la vida ;-)
Canta Jorge Drexler que "la vida cabe en un clic" y tiene razón. Podríamos afirmar también que la vida cambia en un clic. A menudo, los giros de guion vitales más trascendentes se producen en un instante, en un momento, en una décima de segundo.
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