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Dijsselbloem

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Los libros de historia están plagados de frases de personajes ilustres que, alguna vez, se pronunciaron sobre los grandes asuntos de la humanidad: la paz, la guerra, el honor, el orgullo de los pueblos...

Los líderes de nuestro tiempo triunfan por emitir esos chascarrillos, tan cercanos a lo gutural que cualquiera de nosotros podría soltar en la barra del bar con un palillo entre los dientes.

El último en trepar al candelero ha sido Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, esa reunión informal que concita, de vez en cuando, a los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea. Una especie de peña en la que se reúnen los que organizan las cuentas para la fiesta del europeísmo.

La frase, seguro que la han escuchado mil veces en los últimos días, iba dirigida al cuarteto mediterráneo, España, Italia, Grecia y Portugal:

  “El pacto dentro de la zona Euro se basa la confianza. En la crisis del euro, los países del euro del Norte han mostrado su solidaridad con los países en crisis. Como socialdemócrata considero la solidaridad extremadamente importante. Pero quien la exige también tiene obligaciones. No puedo gastarme todo mi dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda”. No puedo gastarme todo mi dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda

¿Cómo se dice “la que has liao pollito” en holandés? Muy fan de Jeroen.

Los representantes de los países europeos del Sur ardieron con las palabras de Dijsselbloem, pero él estaba más tranqui que un holandés en el carril bici tranqui, tanto que tiró de ironía y nos regaló una dedicatoria especial con sonrisita:

  “Por alguna razón, es un tema del que solo se ha hecho eco la prensa española...”.

Cuando el eurodiputado Ernest Urtasun (ICV) le preguntó si tenía intención de disculparse por su salida de pata de bank, Jeroen le respondió más flamenco que sus vecinos de Flandes:

  “No hace falta que me lea mis declaraciones, sé lo que he dicho, esas palabras han salido de esta boca”.  “ZA”, añadí yo mentalmente.

La ebullición sureña continuó burbujeando y algunas voces se alzaron para pedir su dimisión, un señor capaz de hacer un dos por uno con sus declaraciones: ataque con tufillo surófobo a varios miembros de la Unión y ofensa a las mujeres, tirando del machismo más rancio y ofensivo, no es digno de presidir el Eurogrupo.

Al parecer Jeroen, muy listo él, intuyó que su cargo europeo peligra –justo ahora que su situación política en Holanda no pasa por el mejor momento–, así que decidió marcarse un “veeeenga, vaaaaale, me discuuuulpo, pesadiiiitos”.

Y lo hizo a su manera: “Siento si alguien se ha podido sentir ofendido” –idénticas palabras utilizó el portavoz del chungobús de Hazte Oír, oye–,  para añadir después que los pobres sureños no le habíamos entendido porque su estilo directo responde a la estricta cultura calvinista de su país. Ah, vale, que no lo habíamos pillado.

Jeroen vino a decir que nos lanzó el dardo sin acritud, desde la “franqueza holandesa” y me recordó a esas personas que te dicen henchidas de orgullo: “yo ejque soy mu sincero, lo digo todo a la cara”. Como si el hecho de vomitar, sin filtros, lo que a uno se le pasa por la cabeza eliminara de un plumazo la necedad de lo que dice.

En estos días, he recordado a uno de los ministros más efímeros del Eurogrupo, Yanis Varoufakis. En una entrevista al canal austriaco ORF, Varoufakis culpó a su paisano Esopo y a una de sus fábulas, la de La cigarra y la hormiga, concretamente, de la percepción errónea que predominaba en Europa, según la cual, las hormigas vivían en el Norte y las cigarras en el Sur. O sea, los del Norte curraban mientras los del Sur se la rascaban, nos la rascábamos.

El exministro de finanzas griego sostenía que, muy al contrario de lo que nos quieren contar, cigarras y hormigas habitamos indistintamente en el Norte y en el Sur. Las cigarras serían los banqueros y las hormigas, las que curramos en condiciones precarias, incluso cuando las cosas (les) van bien (a ellos). Pero, al estallar la burbuja, los que la habían pifiado se dedicaron a enfrentar a las hormigas norteñas con las sureñas, para que nos arrancáramos las antenas las unas y las otras, culpándonos mutuamente del desastre, mientras las cigarras banqueras se echaban un purito al pecho por lo bien que lo habían hecho...

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Hombre, Jeroen, los españoles sabemos mejor que nadie que para tu demagogia es de gran utilidad nuestra desgraciada colección de tarjeteros black, consumidores de “volquetes” de prostitutas, comisionistas del uno, del tres, del quatre per cent, firmadores de contratos ruinosos, exvicepresidentes del gobierno ante la justicia... pero no somos tontos, también sabemos que los países no los hacen esos impresentables, los países los construyen quienes, a pesar de ellos, se levantan cada mañana para estudiar, para trabajar, para investigar, para dejarse la piel y el talento en cada tarea que emprenden. O sea, las hormigas del Sur estamos pelín hartas de que nos coloquen el cartelito de cigarras gorronas en Europa, no sé si me explico...

Y no te digo hasta dónde estamos las mujeres del Sur, del Norte, del Este y del Oeste de los tipos como tú que nos incluís en la carta de bebidas, nos reducís a la calidad de mojito y nos mencionáis como parte de las juergas de machitos católicos, protestantes o calvinistas. Por cierto, ¿lo de exponer mujeres en los escaparates del Barrio Rojo forma parte de la estricta cultura calvinista?

Amigo socialdemócrata Jeroen, con la franqueza y el estilo directo que tanto te gustan, voy a comentarte una cosita: a Europa le falta solidaridad y le sobran tipos como tú. Por cierto, lo de aferrarse al sillón y no dimitir es muy latino.

Los libros de historia están plagados de frases de personajes ilustres que, alguna vez, se pronunciaron sobre los grandes asuntos de la humanidad: la paz, la guerra, el honor, el orgullo de los pueblos...

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