Dice la sabiduría popular que los gatos tienen siete vidas; no es cierto, el mío, Manolín, vivió solo una, ojalá nos quedaran sus otras seis a los dos. Lo de las múltiples vidas únicamente sucede en las pelis de ciencia ficción y en política. Muy fan.
Sarkozy intentó volver hace una semana, en Francia son más largas –aún– las existencias de los líderes, pero los votantes lo mandaron a casa con Carla y su guitarrita.
En España, el mejor ejemplo de portador de vidas reincidentes, como esas velas de cumpleaños de broma que después de sopladas y apagadas a conciencia vuelven a encenderse, es Pedro Sánchez.
Cada dos días, más o menos, a Pedro le dan por eliminado, definitivamente, de la batalla para liderar el “proyecto” socialista.
La última vez que le colgaron a Sánchez el cartelito de The End fue el jueves, cuando Iceta, autor de “¡Pedro, mantente firme, resiste a las presiones!”, viajó a Sevilla para entrevistarse con la reina del partido.
La foto de Díaz, en modo Cersei, recibiendo en el trono andaluz a Iceta, líder del socialismo catalán –al que había visto tan solo un día antes en Madrid, podían haber quedado en un 100 Montaditos de la capital para charlar de lo suyo–, tenía una enorme carga simbólica y enviaba a Pedro al foso del castillo.
El episodio rodado en Sevilla, más allá de las diferencias de fondo que persisten entre PSOE y PSC, eliminaba a Pedro de la nueva temporada del Black Mirror socialista y retrataba la confirmación de un liderazgo que se da por hecho aunque, como en las compraventas de pisos, hasta que el notario no dice “por mi parte ya está todo”, nadie se va de cañas.
El contraste era fuerte, Díaz con esa seguridad de quien ya mira el mundo desde arriba y Pedro abajo, pasando frío en su coche, cual voceador ambulante, megáfono en mano:
“¡Atención militantes, ha llegado el tapicero. Se tapizan sillas olvidadas en instituciones, escaños perdidos. No deje pasar esta oportunidad!”
Pero dos días después, afrontando las contraprogramaciones –Zapatero y García-Page juntos en un acto en Toledo y el mismísimo Fidel eclipsándolo todo con su rumbo al más allá–, Pedro inició gira en Valencia, como estaba previsto, y logró reunir en Xirivella y en Sueca a muchos más afines de los que algunos esperaban.
Sánchez se dio un baño de compañeros y militantes que coreaban entusiasmados el “no es no”. Insistió en la necesidad de un congreso lo antes posible y, aunque aseguró que para un socialista nunca será un adversario otro socialista, le dedicó a la gestora un pellizco con aire de bolero: “Vuestro tiempo se acabó”.
De todo ello dieron cuenta las ídem de Twitter de Pedro, las de sus seguidores y las de muchos periodistas, pero en la cuenta oficial del PSOE nada de Pedro en Valencia, ni una mención. Los tweets del día se repartieron entre los premios Violeta, que llevaron a Zapatero a un lugar de la Mancha, y las reflexiones del portavoz de la gestora, Mario Jiménez, en un acto en Guillena. Se ve que pulsaron, sin querer, la opción silenciar a @sanchezcastejon, porque en el PSOE no hay bandos...
Y como es costumbre, hay dos versiones opuestas de la jugada:
Unos ven en “lo de Pedro” una muestra de tozudez inapropiada, un desafío de ambición personalista, un “ir pa ná, es tontería”.
Y otros creen que él es la voz de las bases silenciadas y que, hasta que el árbitro no pite el final del partido, aquí no ha ganado ni ha perdido nadie. Ya, lo de “el final del partido” resulta doloroso en este contexto, quizás debería haber usado otra comparación.
Anoche estaba viendo El renacido de Di Caprio y cuando asistí al cúmulo de desgracias encadenadas que le suceden al protagonista (pobre hombre, solo le hubiera faltado que, de regreso al fuerte, al ir a utilizar los auriculares, nada más se oyera uno), no pude evitar pensar en Pedro.
Pero si tengo que buscar símil en la ficción, Sánchez me recuerda mucho más a Jack Shephard, el médico guapo de Lost. El líder atormentado que no siempre contaba con el apoyo de sus compañeros estrellados y perdidos, los que soñaban con salir del agujero insular sin saber cómo ni por dónde. Adorado por unos, traicionado por otros, Jack no cejaba en su empeño aunque le costara sangre, sudor y lágrimas.
Y resulta que, pensando en Lost, he encontrado otras similitudes curiosas entre el movidón socialista y la serie de J.J. Abrams:
- En el vuelo 815 Oceanic Airlines Sidney todos viajaban juntos hacia el mismo destino, pero cada uno era de su madre y de su padre, o sea, como en el PSOE
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- En la isla de Perdidos había un inquietante humo negro, como el que envuelve a Ferraz en los últimos tiempos, especialmente cuando hay sondeo de intención de voto.
- Si sumas los números mágicos: 4, 8,15, 16, 23, 42 del boleto de lotería que convierte a Hurley en millonario, el resultado es 108. Ese número exacto de escaños, 108, le daban algunos sondeos al PSOE en verano de 2015, aunque luego obtuvo unos cuantos menos.
O sea, los pelos de punta. Como coincida también el desenlace de la crisis socialista con el contenido del capítulo final de Perdidos, titulado The end, donde resultó que todos estaban... (no spoilers), apaga y vámonos.
Dice la sabiduría popular que los gatos tienen siete vidas; no es cierto, el mío, Manolín, vivió solo una, ojalá nos quedaran sus otras seis a los dos. Lo de las múltiples vidas únicamente sucede en las pelis de ciencia ficción y en política. Muy fan.