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Las nubes desde arriba
Hacía mucho que no veía las nubes desde arriba. Había olvidado cómo era aquello. Las vi así por última vez el 21 de febrero de 2020. Fue el último vuelo AP, antes de la pandemia, antes de la pesadilla, antes de esta puta mierda —elijan ustedes cómo denominarlo—. Fue la última vez.
Casi un año y medio después de aquel breve trayecto aéreo y de ese otro en tierra, tan duro, tan interminable, tan desgastante… Un año y medio después, vacunada, post-contagiada y con todas las cicatrices que nos ha dejado este evento cruel e inesperado en el cuerpo y en el alma, he vuelto a ver las nubes desde arriba y qué gustazo.
Confieso que casi, casi, detesto volar y es este, probablemente, uno de los virajes más bruscos que he hecho con el paso de los años, porque aquello que me fascinaba de niña, cuando no podía hacerlo: aeropuertos, aviones y tiendas duty free, me provoca ahora una inmensa pereza: esperas, tiempos muertos, pasar por el aro del arco de seguridad…
Pero después de esta travesía de un desierto tan raro, tan desconocido, tan lejano de nuestro modo de vida… un viaje de trabajo, un regreso a algo parecido a la normalidad, me ha llevado al cielo y he sentido una emoción mística, como si alguien gritara entre incienso: “¡Al cielo con ella!”. Las nubes vistas desde arriba, cuánto tiempo sin sentirlo.
Esa imagen ejerce siempre un inmenso poder en mi estado de ánimo y lo consigue en todas sus versiones: cuando las nubes forman una fina y rizada capa de chantilly; cuando se agrupan en masas redondeadas, como si hubieran vaciado un bote gigante de espuma de afeitar en el aire; cuando aparecen diseminadas, como si alguien se hubiera dedicado a esparcir por el aire trocitos del relleno de un colchón antiguo. Las nubes bajo mis ojos, la perspectiva imposible, esa que me hace pensar durante unos minutos que estoy un poco por encima del bien y sobre todo… del mal.
Recuperar las ganas
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Qué necesario es tomar distancia de lo que nos atormenta, de lo que nos roba el aire, de lo que nos arrebata la ilusión. Qué importante es tratar de situarnos mentalmente en otro plano, para dejar ese espacio entre los problemas que nos bloquean y nos confinan… y nosotros. Qué importante es poder situarnos a ratos en ese territorio libre de tormento delimitado por la bella manta blanca de partículas de agua.
Esa vista desde el avión ejerce siempre un inmenso poder en mi estado de ánimo, pero ayer tuvo mayor intensidad por cosas mías y por cosas de todos, por lo mucho que representa para cada uno de nosotros ir recuperando algunas de aquellas sensaciones que nos daban felicidad en aquel tiempo AP: antes de la pandemia, antes de la pesadilla, antes de esta puta mierda. Que vuelvan, poco a poco, las nubes que vemos desde arriba.
Las nubes desde el avión. Raquel Martos