La palabra de oro

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Un actor, solo en el escenario, defiende una estructura teatral construida por él mismo con palabras del Siglo de Oro. A partir de textos de Cervantes, Calderón, Lope de Vega y otros virtuosos de la literatura española y universal, el artista ha elaborado el mapa de un fascinante viaje teatral: La palabra de Oro

El creador e intérprete de esta propuesta dramática es Pedro Mari Sánchez y en el trayecto, que transita en solitario sobre las tablas, aborda asuntos tan antiguos y presentes como el abuso de poder, la violencia sexual contra las mujeres, el abandono de los pobres…

El pasado miércoles fui al teatro a ver La palabra de oro y pude disfrutar del trabajo admirable de un grandísimo actor que, sin más herramientas que su cuerpo, su voz, su talento y el profundo conocimiento de la literatura del Siglo de Oro, crea un mundo en el escenario.

Pedro Mari Sánchez entró en mi corazón de niño, cuando todavía era Críspulo, uno de los tropecientos miembros de esa Gran familia cuyos padres estaban interpretados por una pareja de grandes: Alberto Closas y Amparo Soler Leal.

De todos los personajes que componían aquel amable costumbrismo –que solo mostraba el lado luminoso de aquellos tiempos tan oscuros en España– Críspulo era mi favorito. Y eso que había otros memorables: Eulogio, el hilarante portero al que daba vida Erasmo Pascual; el tragicómico y malhumorado padrino, José Luis López Vázquez; el entrañable e inolvidable abuelo, Pepe Isbert…

El miércoles vi en los Teatros del Canal un maravilloso espectáculo. Un alarde de profesionalidad y honestidad, nada que ver con ese vodevil que se estrenó una hora más tarde en el teatro de la política y al que asistimos boquiabiertos

Pero es que la personalidad de Críspulo atesoraba tantos matices dentro de un alma de niño, que a mí me resultaba irresistible. El travieso de gran corazón, tan impulsivo como generoso, tan imperfecto como cualquier buen ser humano.

Críspulo era uno de esos niños de enorme personalidad, que siempre están pensando en la siguiente travesura, esos que si evolucionan mal pueden desembocar en adulto caradura, carente de total consideración por el mundo que les rodea. Pero si crecen bien, pueden convertirse en todo lo contrario, hombres o mujeres pasionales e inteligentes, capaces de inventar y crear mundos que mejoran la vida de todos.

Han pasado sesenta años desde que Críspulo ofreció a los Reyes Magos renunciar a todos sus juguetes a cambio de que apareciera su hermano perdido, Chencho. Y ahora, el actor que le dio vida y que, de haber evolucionado mal, podría haber desembocado en famoso pagado de sí mismo o en frustrado nostálgico de la vieja gloria, es uno de esos hombres que han crecido bien, trabajador que dignifica el oficio, un estudioso de la palabra que la cuida y la difunde y contribuye a que lo hagan otros. Uno de esos artistas pasionales e inteligentes, inventores y creadores de universos que mejoran la vida de todos. Bravo y gracias, Pedro Mari Sánchez.

El pasado miércoles vi en los Teatros del Canal de Madrid un maravilloso espectáculo culto, profundo y reflexivo. Un alarde de profesionalidad y honestidad en el escenario. Nada que ver con ese otro vodevil de poder, traición y detectives, que se estrenó apenas una hora más tarde en el teatro de la política y al que asistimos boquiabiertos todavía, en el cual el valor de la palabra está tan lejos de ser áureo…

Un actor, solo en el escenario, defiende una estructura teatral construida por él mismo con palabras del Siglo de Oro. A partir de textos de Cervantes, Calderón, Lope de Vega y otros virtuosos de la literatura española y universal, el artista ha elaborado el mapa de un fascinante viaje teatral: La palabra de Oro

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