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Una persona va a visitar al hospital a alguien. Trabajan en el mismo edificio, pero no en el mismo equipo. En las últimas semanas, han peleado con dureza por hacerse cargo de la gestión de la empresa, ella ha vencido y él ha sido derrotado. Una tarde, él ingresa en un hospital y ella va a visitarlo. ¿Cree que algún medio se fijaría en una visita así, como para publicarla? Yo digo que no.
Una persona deja su cargo al frente de la gestión de un proyecto. En su despedida, emocionada, se dirige con cariño a su equipo, pero también a los miembros de otros equipos rivales, con los que, asegura, ha habido un entendimiento y una afinidad que no esperaba. ¿Cree que algún medio se fijaría en esta despedida cordial, como para publicarla? Yo digo que no.
Ahora cambiemos en cada párrafo la palabra “persona” por “político”. Ambos supuestos fueron destacados en los medios el pasado jueves:
-La visita de la presidenta de la Comunidad de Madrid a Ángel Gabilondo en el hospital.
- La despedida de Isabel Bonig al dejar su cargo al frente del PPCV, emocionada hasta las lágrimas al despedirse de sus adversarios de Compromís y PSPV-PSOE.
Hay otra escena que tuvo gran repercusión mediática, en diciembre de 2018. Las palabras que Alberto Rodríguez, diputado de Podemos, dedicó al diputado del PP Alfonso Candón cuando este dejó el Parlamento nacional para ir al andaluz:
“Le vamos a echar de menos. Es usted buena persona y le pone calidez humana a este sitio”.
Reconozco que me emociono cada vez que vuelvo a ver a Rodríguez en el atril y el gesto receptivo y cariñoso de Candón desde su escaño, que en su turno de palabra respondió agradecido:
“Las personas están por encima de la ideología”.
¿Cree que algún medio se habría fijado en este intercambio de palabras cariñosas si no fueran dos diputados situados en las antípodas ideológicas?
Si nos parece una noticia asombrosa y extraordinaria que los políticos se comporten como personas, tendríamos que pararnos a pensar. Si hemos asumido que quien está en política pierde su esencia humana y deja de ser una persona ante sus rivales, tendríamos que pararnos a pensar.
Si, como ciudadanos, normalizamos el odio –no la crítica, ojo, el odio, que es algo bien distinto– y solo nos parece reprobable cuando va dirigido a quien sintoniza con nosotros ideológicamente, tendríamos que pararnos a pensar.
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Se me ocurre que el clásico de William Maxwell Aitken que todo estudiante de periodismo escucha en alguna de las primeras clases de la carrera: “Si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro sí es noticia”, podría sonar así también: “Si un político muerde a otro, no es noticia, si lo trata como si fuera una persona, sí es noticia”si lo trata como si fuera una persona, sí es noticia”.
Y si esta segunda versión nos resulta verosímil para poner letra a la melodía del mundo en el que vivimos, tal vez tendríamos que pararnos a pensar…
En esta semana, en la despedida a Pablo Iglesias, algunos políticos en las antípodas ideológicas del exlíder de Podemos han dejado mensajes que no dicen nada bueno de ellos y han perdido la oportunidad de dedicarle al contrincante algo tan duro y firme como respetuoso y elegante: silencio. Tal vez tendrían que pararse a pensar…
Una persona va a visitar al hospital a alguien. Trabajan en el mismo edificio, pero no en el mismo equipo. En las últimas semanas, han peleado con dureza por hacerse cargo de la gestión de la empresa, ella ha vencido y él ha sido derrotado. Una tarde, él ingresa en un hospital y ella va a visitarlo. ¿Cree que algún medio se fijaría en una visita así, como para publicarla? Yo digo que no.
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