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Trump. Vaya primera semanita...

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Mientras escribo estas palabras, doy por hecho que ya hay algo nuevo bajo el sol incendiario de tu cabeza. Estoy casi segura de que cuando me lean, faltará en mi repaso tu nueva idea, la de ahora mismo, esa que es peor que la anterior. Contigo, Donald, nunca podemos decir aquello de “la última de Trump”, a ti hay que aplicarte ese dicho tan español de “la penúltima”, porque tu capacidad para superar nuestras peores expectativas es infinita. Muy fan.

Solemos dar cien días a los gobernantes antes de valorar su mandato. Una medida de tiempo consensuada para evitar que nos precipitemos en la valoración. Un modo de empatizar con el recién llegado. Una espera diplomática, porque está feo tirarse al cuello del nuevo cuando apenas le ha dado tiempo a colocar el cactus enano y el retrato de familia en la mesa del despacho.

Pero contigo es todo tan intenso que, cuando lleves cien días –si es que seguimos vivos para verlo y nuestro corazón ha aguantado los sobresaltos a los que nos sometes–, nos parecerá que ha pasado un siglo.

Como en el bolero de Manzanero, Donald, “contigo aprendí que las semanas tienen más de siete días”, de otro modo, no puede explicarse lo mucho que te ha cundido el tiempo desde tu toma de posesión.

En tu primera semana de mandato:

– Has firmado el primer decreto contra la reforma sanitaria.

– Has roto el acuerdo de libre comercio con el Pacífico.

– Has reactivado dos proyectos de oleoductos a los que se oponían ecologistas y comunidades afectadas.

– Has congelado la contratación y el sueldo de funcionarios.

– Has retirado los fondos federales a las ONG’s que promueven la salud reproductiva.

– Has firmado una orden ejecutiva contra la entrada en el país de refugiados e inmigrantes procedentes de siete países musulmanes

– Has firmado la orden ejecutiva para la construcción de ese muro “grande, enorme y bonito” (como tú lo llamas) para separar, totalmente, Estados Unidos de México y has abierto oficialmente la crisis entre ambos países, a pesar de la conversación “amistosa”, de más de una hora, entre Enrique Peña Nieto y tú.

Además, Donald, te ha dado tiempo a comentar, en una entrevista, lo eficaz que te parece la tortura en los interrogatorios, con la misma tranquilidad con la que mi madre dice lo bien que le van las carcasas de pollo a los caldos. Y a reunirte con Theresa May, para decir después, en rueda de prensa, que el Brexit va a ser maravilloso, con la misma ilusión que si estuvieras en la puerta del cine a punto de ver La, la, land.

En estos primeros días, también te han dimitido cuatro de los miembros más representativos del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Según la versión oficial, es el relevo habitual cuando hay un cambio de gobierno, pero varios medios estadounidenses sostienen que los dimitidos no quieren trabajar bajo tus órdenes...

No seré yo quien ose contradecir la versión oficial, pero confieso que me cuadra bastante la otra. No quiero ni imaginar lo que tiene que ser ejercer la diplomacia en tu nombre teniendo en cuenta que el concepto “Trump diplomático” es un oxímoron. Dar la cara por ti, Donald, debe de resultar más incómodo que ir al banco a pedir una hipoteca diciendo que te avala Pineda, el de Ausbanc.

Otro de los cambios que trajiste con tu llegada, fue aquello de hacer desaparecer de la web de la Casablanca la versión en español. Después de la tormenta que ocasionó esta decisión, que dejaba fuera de la información oficial a los millones de hispanoparlantes que viven en los Estados Unidos, dijo tu portavoz, Spicer, que se trataba de “algo temporal”. Por un momento pensé que ese “algo temporal” se refería a ti y estuve a punto de descorchar una botella de sidra.

Hablando de Spicer, ese hombre, yo ya me he hecho fan. Qué gran comienzo el suyo al motivar el concepto eufemístico que más me ha enamorado desde la “sociedad visillo” de Bárcenas. Qué maravilla lo de los “hechos alternativos”.

Hechos alternativos (alternative facts): dícese de aquellos datos de afluencia de público que se inventa un secretario de comunicación para hacer creer al mundo que su jefe lo ha petado en la toma de posesión, por encima de sus posibilidades y de la realidad.  

Donald, tú que eres tuitero hiperactivo, seguro que sabes de una campaña divertida en las redes sociales para “liberar” a tu mujer de tus garras doradas...

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Estas cosas están bien para pasar el rato y echarnos unas risas, pero todos sabemos que quienes necesitamos que nos liberen de ti, somos los que vivimos acojonados con tu llegada. Los que te sufren en tu lado del charco y los que nos vamos a dormir, desde este otro lado, con el miedo de saber que tú estás despierto. ¡Qué coño Melania, free nosotros!free

Una semana llevas, Donald, una sola semana y ya tenemos la prueba de que, efectivamente, no eres un político, tú lo que prometes lo cumples. Y asusta.

Definitivamente, vas a hacer prehistoria.

Mientras escribo estas palabras, doy por hecho que ya hay algo nuevo bajo el sol incendiario de tu cabeza. Estoy casi segura de que cuando me lean, faltará en mi repaso tu nueva idea, la de ahora mismo, esa que es peor que la anterior. Contigo, Donald, nunca podemos decir aquello de “la última de Trump”, a ti hay que aplicarte ese dicho tan español de “la penúltima”, porque tu capacidad para superar nuestras peores expectativas es infinita. Muy fan.

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