La defenestración de Ferraz

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El Gran Wyoming

En Praga, en diferentes momentos de su historia, tres veces, en los siglos XV y XVII, aunque se sospecha de una cuarta ya en el siglo XX, grupos radicales tomaron la justicia por su mano y tras irrumpir en palacios o ayuntamientos, defenestraron a políticos con los que, al parecer, discrepaban. Es una forma de moción de censura bastante drástica, que ha pasado a la historia como las Defenestraciones de Praga. Me interesé por el caso cuando vi un cuadro en un museo donde se representaba la segunda de ellas y, en efecto, aquello era lo que parecía. En todos los casos en que se llevó a cabo esta solución para resolver crisis políticas, el resultado de la acción fue de muerte para los cesados en el cargo de forma drástica, con la colaboración imprescindible de la ley de la gravitación universal, que le da por atraer a los cuerpos, también los humanos, contra el suelo. Hubo una excepción y fue en la tercera defenestración, que por encontrarse un montón de estiércol en el foso del palacio cayeron los gobernadores de turno sobre él, suavemente, y aunque la circunstancia podría tener un sentido metafórico, no se cumplió el propósito de la oposición, que no era mandarlos a la mierda, sino al otro mundo. Estos gobernadores, que salieron ilesos del trance, recibieron del emperador, por lo visto, el título de Caídos del cielo y, como no, se aprovechó la circunstancia de que eran católicos, cuestión que estaba en la base de las pendencias que se traían unos y otros, para calificarlo de milagro.

Algunos recordarán que en la calle Ferraz ocurrió algo parecido en el mes de octubre del año pasado y Pedro Sánchez, a la sazón secretario general del PSOE, salió cual hombre bala surcando los cielos de Madrid, cuando en el Comité Federal se celebró una votación, “a mano alzada”, sin que las razones para mandarlo a la estratosfera quedaran claras.

Aquel suceso tuvo el apoyo de todos los medios de la prensa escrita, así como radios y televisiones, que respiraron aliviados al ver cómo se abortaba en agraz la propuesta del defenestrado Sánchez de intentar formar un gobierno alternativo al de Rajoy, ante la parálisis política que vivía el país, donde dichos medios de comunicación, apoyados por altos representantes del PSOE, apostaban por la formación de un tripartito absurdo formado por PP, PSOE y Ciudadanos, con el nuevo argumento de que el partido más votado debería ser, lógicamente, el que gobernara, cosa que no se cumplía en ninguna de las comunidades autónomas o ayuntamientos en los que gobernaba dicho partido gracias al apoyo de Podemos. ¿Estamos tontos o qué?

Todas las fuerzas coherentes de España apostaban por hacer partícipe al PSOE de dicha extravagancia, por no decir traición a la voluntad popular, cuestión que ya carece de importancia para la laxa moral de gran parte de la clase política y de los tertulianos radiofónicos y televisivos que siguen la actividad política, y argumentan y pontifican con una pedagogía nefasta, situando a los partidos políticos en una competición, como si de la Liga de fútbol se tratara, e instalando en el inconsciente colectivo el “todo vale con tal de sacar tajada”, abandonando a su suerte a los ciudadanos que mantienen con su voto la existencia de dichas formaciones. “Apoyaré esta o aquella medida, siempre que beneficie a mi partido, independientemente de que sea buena o mala para los ciudadanos”, esa parece ser la estrategia. Se ha instalado la legitimidad de que los partidos trabajen en beneficio propio, ignorando la razón de su existencia, que no es otra que procurar desde las diferentes ideologías el bienestar del pueblo y no el lucro de la institución, ni de los que la forman.

Como le ocurre al agente de la CIA en la película de Alfred Hitchcock, Topaz, parece que Pedro Sánchez, en su defenestración, cayó sobre un toldo de una tienda situada en los bajos de la sede y no resultó herido de gravedad, salvo en lo anímico. Recuperado del trance, salió a la carretera a hacer campaña para procurar su reelección, y según hemos visto, los militantes le han otorgado, como en su día hicieran con los gobernadores checos, el título de caído del cielo. Mas su caso no ha sido calificado de milagro sino de putada.

Que se vaya preparando porque ya están abriendo las ventanas en algunos de los centros de poder de este país que se arrogan la exclusiva de la razón, la cordura, y la gobernabilidad, aunque sea a costa de perpetuar en el poder a esa formación que algunos fiscales y jueces califican de banda organizada para delinquir, y que a mí, por más que se empeñen en apuntalarla para que la izquierda no llegue nunca a gobernar, me parece totalmente deslegitimada, una vergüenza histórica sin precedentes, y un atentado grave contra el Sistema y la Constitución, de la que se presentan como principales valedores.

Los estudios que se han hecho del daño causado a las arcas públicas por la corrupción, tirando por lo bajo, ya que afirman que desconocen lo que todavía no ha aflorado, así como el cómputo total de las cantidades ocultas en paraísos fiscales, lo sitúan en torno a 87.000 millones de euros. ¿Les parece poco a sus señorías constitucionalistas que vinieron a regenerar la democracia?

El editorial de 'El País'

A Pedro Sánchez le van a dar para el pelo, y no se van a esperar ni los cien días de cortesía, ni los diez minutos del cigarrillo de después. El artículo editorial del diario El País del lunes debería estudiarse en las universidades de Periodismo como el paradigma de la desvergüenza de un diario que se pretende serio frente a la supuesta caspa a la que nos tiene acostumbrados la derecha con sus libelos. Han conseguido que muchos exlectores, entre los que me encuentro, se arrepientan de haber contribuido con su aportación, durante muchos años, a la creación de semejante engendro. En fin, no hay mal que por bien no venga, eso hace mejores a las publicaciones digitales que todavía velan porque en este país no manden, obligatoriamente, los mismos que en el Ibex 35 y aledaños. Lo que llaman los de centro, como Felipe González, gobernabilidad.

Escriben los analistas políticos sobre la crisis de la socialdemocracia en Europa desde diferentes puntos de vista. No hablan de la traición que han cometido contra los ciudadanos colocando su futuro en las garras de un capital cada vez más cruel e inmisericorde, al que dotan de todas las armas al promulgar leyes que anulan derechos fundamentales, garantizando la impunidad en la represión por si encuentran resistencia a sus propósitos devastadores, como en los viejos tiempos, cuando no había libertad para evitar el libertinaje.

Es el mismo capital, y sus representantes, el que desde las instituciones paga con nuestros impuestos a los turcos, a los que desprecian, para que se hagan cargo de los refugiados que vienen huyendo de las bombas, y los arrinconen en campos de concentración, que ahora llaman de refugiados, sin haber cometido delito alguno, a cambio de una importante suma de dinero que se irá, como no puede ser de otra manera, a los bolsillos de las élites corruptas de ese país, al que, al tiempo que le sueltan el pastón, califican de tiranía. Son cosas como éstas, al no plantear medidas de choque, enfrentándose al poder ante los abusos que se cometen contra los ciudadanos, las que provocan la crisis de una socialdemocracia que renunció hace tiempo a su esencia, incluyendo la defensa de los derechos humanos, mientras disfrazan sus apoyos con floridos discursos contestatarios en los que ya nadie cree.

Ayer se cantó La Internacional en la sede de Ferraz. No era la banda sonora que querían los poderosos, ni los que perdieron. A algunos, como a Albert Rivera o García Albiol, les parece que la victoria de Sánchez no es buena o, directamente, una desgracia, como afirma el segundo.

Olvida Rivera que fue con Pedro Sánchez con quien pactó un documento para procurar su investidura. Bueno, no lo olvida, hizo su trabajo, todo era una patraña para cumplir los deseos expresados por Josep Oliu, presidente del Banco de Sabadell, de crear con urgencia un Podemos de derechas. Cumplió con el encargo de evitar el cambio que reflejaban las urnas, que no favorecía al PP, aunque nos intentaran por todos los medios, y valga la redundancia, convencer de lo contrario. Con esta victoria de Sánchez, le toca volver a empezar y, como es lógico, a Rivera le da pereza. Tiene que inventar un nuevo ideario que case con su eterno run run de que ha venido a terminar con la corrupción, mientras la apuntala en el poder. Un coñazo. Se entiende que no le venga bien todo esto, cuando ya parecía que la misión había cumplido sus últimos objetivos. El PSOE había pactado su harakiri a cambio de que la cúpula permaneciera en sus puestos.

En otro orden de cosas, Susana Díaz, que repite una y otra vez que le gusta ganar, este domingo lo demostró. No pudo ocultar su gesto de cabreo. Debió ser especialmente humillante su derrota porque fue en beneficio de un “perdedor”, que es como ella se ha empeñado en calificar a Pedro Sánchez.

Demostró un mal gusto evitable al salir tras conocer el resultado, y su discurso fue el paradigma de lo que no hay que hacer cuando uno aspira a lo máximo en política. Sin darse cuenta, o sin poder evitarlo, volaba con su actitud los puentes que, en sus sueños de vencedora, la conducían directamente a la Moncloa. Se volvió a su feudo, donde se siente querida. ¿Hasta qué punto? Se ha destacado que recibió menos votos que avales, es decir, que fueron muchos los que la avalaron contra su voluntad. ¡Uyyyyyy!

Patxi López, por otra parte, fue todo un señor. Demostró clase.

Ya se han colocado los francotiradores en las terrazas.

Que se prepare Pedro Sánchez para emprender esta nueva carrera de obstáculos en la que se ha comprometido para girar el partido a la izquierda porque, de entrada, ya le han metido en el saco de los demagogos populistas que hacen propuestas imposibles. Ya es, de nuevo, un enemigo a batir.

En unos meses será antisistema y bolivariano.

Mientras, seguirán matando periodistas en México. Y mujeres por diversión en Ciudad Juárez. Abogados y activistas en Honduras. Desenterrando cadáveres de fosas comunes de hombres, mujeres, niños y niñas violadas en Guatemala y…

Pero esa es otra película. Son nuestros extravagant friends, que diría J. M. Aznar. No merecen la tinta de nuestros diarios, ni las lágrimas de nuestros representantes embarcados hasta la emoción en la lucha por la libertad de Venezuela. No pueden estar en todo. Van a lo que van.

El desfile de la victoria

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A mí me ha gustado que gane, aunque sólo sea para joderles la siesta.

Mariano Rajoy no le ha felicitado. Ni por un plasma. Dice que por no molestar. ¿A quién? No ha hecho gala de ese fair play del que presume. Es todo farsa.

No se preocupe por eso, señor Rajoy, usted sólo molesta en el Gobierno.

En Praga, en diferentes momentos de su historia, tres veces, en los siglos XV y XVII, aunque se sospecha de una cuarta ya en el siglo XX, grupos radicales tomaron la justicia por su mano y tras irrumpir en palacios o ayuntamientos, defenestraron a políticos con los que, al parecer, discrepaban. Es una forma de moción de censura bastante drástica, que ha pasado a la historia como las Defenestraciones de Praga. Me interesé por el caso cuando vi un cuadro en un museo donde se representaba la segunda de ellas y, en efecto, aquello era lo que parecía. En todos los casos en que se llevó a cabo esta solución para resolver crisis políticas, el resultado de la acción fue de muerte para los cesados en el cargo de forma drástica, con la colaboración imprescindible de la ley de la gravitación universal, que le da por atraer a los cuerpos, también los humanos, contra el suelo. Hubo una excepción y fue en la tercera defenestración, que por encontrarse un montón de estiércol en el foso del palacio cayeron los gobernadores de turno sobre él, suavemente, y aunque la circunstancia podría tener un sentido metafórico, no se cumplió el propósito de la oposición, que no era mandarlos a la mierda, sino al otro mundo. Estos gobernadores, que salieron ilesos del trance, recibieron del emperador, por lo visto, el título de Caídos del cielo y, como no, se aprovechó la circunstancia de que eran católicos, cuestión que estaba en la base de las pendencias que se traían unos y otros, para calificarlo de milagro.

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