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Nadie tiene ni idea de nada

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Hay una visión del mundo según la cual la humanidad se mueve de manera previsible conforme al sabio criterio de unos señores muy listos que lo tienen todo medido. En su expresión más alucinógena, los hilos del mundo los mueve el Club Bilderberg, la masonería o la CIA. En la versión más corriente, más verosímil y más casera, las cosas pasan porque las planifica el presidente del Gobierno, el Ibex 35, el rey o Rubalcaba. Según esta extendida concepción, son las enrevesadas estrategias de los poderosos las que determinan el rumbo del país y todo adquiere sentido cuando se observan los resultados.

Estas semanas están siendo una constatación palmaria de la ingenuidad de esa idea. Para sorpresa de todo el mundo, el rey abdica. Los exégetas y opinantes, entre los cuales ocasionalmente me encuentro, dotan de sentido a la decisión enseguida: “Claro, lógico: el rey está cansado, se encuentra solo, este es el mejor momento, antes de que se vaya Rubalcaba, bla, bla…”.

Contradiciendo la opinión más extendida, Susana Díaz dice que no se hace cargo del PSOE, que lo suyo es Andalucía. Y de nuevo todos imprimimos sentido a su decisión: “Por supuesto: era una locura arriesgar su carrera en el sur, no se daban las circunstancias, habría sido una torpeza, bla, bla…”. En el libro de la década, Pensar rápido, pensar despacio, el premio Nobel Daniel Kahneman explica que el cerebro tiene sus peculiares mecanismos para dotar de sentido narrativo a los acontecimientos sucedidos buscando las más pintorescas conexiones argumentales. Tan pintorescas que casi nunca se identifican a priori, sino que se definen a posteriori.

Hay una visión mucho más realista del ser humano. Según ella, el mundo se mueve al ritmo caótico y frenético de acontecimientos inesperados, emociones humanas coyunturales, decisiones ilógicas y pálpitos repentinos. Esos de ahí arriba son más bien torpes, toman decisiones intuitivas y muchas veces fatales, que desencadenan tormentas que no siempre pueden controlar.

Como demuestra para las matemáticas y la física la Teoría del Caos, un ligerísimo cambio en las condiciones de partida altera la dinámica de manera que el resultado es por completo sorpresivo y caótico. Quién sabe cuál de esos ligerísimos cambios en las condiciones provocó que Juan Carlos I decidiera abdicar, o que Susana Díaz no diera un paso adelante, dejando al Partido Socialista en el desastre al que le ha llevado ese modelo de racionalidad al que llamaban Alfredo.

Aún más imprevisibles son los sistemas altamente inestables, como es el sistema político español actual. La inestabilidad la vimos el pasado miércoles cuando en el contexto del debate sobre la abdicación, el Congreso de los Diputados se convirtió en un entretenido espectáculo en el que cada cual hacía su propio numerito para captar la atención del respetable: donde uno sacaba una portada de El Jueves, el otro sacaba de la pechera una ikurriña. Si uno esperaba a que los suyos se levantaran para mostrar un cartel republicano con un hashtag pidiendo un referéndum (Internet sigue necesitando a la televisión), otro cantaba vivas al rey.

Mi madre, una adorable señora conservadora de Madrid, protestaba cuando yo, que entonces trabajaba en el Palacio de la Moncloa, le decía que a una manifestación “por el derecho a la vida” había asistido una décima parte de la cifra esgrimida por los organizadores (en realidad todos los organizadores, de cualquier color, tienden a multiplicar por diez el tamaño de la concentración). “Yo estaba allí, hijo”, me decía mi madre, “y sé por tanto cuántos éramos”.

Yo le explicaba que, precisamente por estar allí, mi madre no sabía cuántos eran. Había que elevarse en helicóptero por encima de la Plaza de la Cibeles para poder mirar con perspectiva y calcular mejor. Pues bien, por estar en medio de este aparente fin de época, no podemos valorar realmente su dimensión.

Deberíamos pedirle a un marciano que mirara desde arriba y nos dijera. Con seguridad sería incapaz de decirnos cuánto va a durar el reinado de Felipe VI, quién va a liderar el PSOE de aquí a un mes, si Cataluña será o no un Estado independiente o qué cifra de paro habrá al final del año. Pero me da que el marciano sí diría que aquí abajo parecemos demasiado nerviosos y que quizá nos vendría bien a todos un poco de relax.

Hay una visión del mundo según la cual la humanidad se mueve de manera previsible conforme al sabio criterio de unos señores muy listos que lo tienen todo medido. En su expresión más alucinógena, los hilos del mundo los mueve el Club Bilderberg, la masonería o la CIA. En la versión más corriente, más verosímil y más casera, las cosas pasan porque las planifica el presidente del Gobierno, el Ibex 35, el rey o Rubalcaba. Según esta extendida concepción, son las enrevesadas estrategias de los poderosos las que determinan el rumbo del país y todo adquiere sentido cuando se observan los resultados.

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