No es una crisis cualquiera

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Cualquiera que haya leído con atención un par de columnas de quien esto firma sabe perfectamente que no soy un podemista convencido. He dicho aquí, y reitero, que este iba a ser el año de Podemos tanto si gusta como si no gusta, si convence como si da miedo. Lo he hecho desde una posición crítica y expectante, como los miles de ciudadanos atentos que esperan una definición de intenciones y programa que de momento sigue sin concretarse.

Pero en esto ha llegado Monedero y ha mandado parar. De repente, robándole su único y sacrosanto escenario al debilitado sindicalismo patrio, el Primero de Mayo se convierte en el día de la primera crisis importante del ascendente partido de Pablo Iglesias. Una auténtica crisis de crecimiento que cabe interpretar como un comienzo del viaje que probablemente permita ir definiendo ya los perfiles de este partido con aspiración y posibilidades de ocupar el primero izquierda del edificio político español.

La cuidada puesta en escena del anuncio de su marcha de la dirección el pasado jueves, con un Iglesias que aparentaba contener la emoción en medio de un discurso más justificativo que explicativo, da idea de lo importante que para la formación es el modo en que la opinión pública interprete lo sucedido. El mensaje es que esto no es una crisis, sino un paso más en el camino hacia la responsabilidad del poder político. Una impresión que refuerza la rapidez con que el mismo jueves el propio Monedero recorrió la enorme distancia que separa la idea de traición que le expresaba a Fernando Berlín en RadioCable y la declaración de amor y confianza que le escribía a Iglesias en su blog pocas horas después.

Intuyo que Monedero, que abandona sus cargos pero no el partido, vivía en las últimas semanas una presión interna considerable a cuenta de sus problemas con Hacienda y el asunto de los dineros venezolanos. Más aún tratándose de un tipo emocional y afectivo como de él hablaba ayer Ramón Lobo en @MasdeUno. Esa tensión, unida a su más que probable incomodidad con el pragmatismo posibilista abrazado por el capitán, le han puesto fuera de un puente de mando en el que evidentemente él no se veía.

¿Y usted qué haría en su lugar?

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Podemos tiene una admirable solvencia a la hora de tomar la temperatura a la sociedad ante la que se presenta y que aspira a gobernar. Sabe que su ascenso no sólo se ha fundamentado en la izquierda desencantada y mucho menos en la más combativa del 15-M. Su fondo de armario de votos era más amplio, y por eso ascendió a los cielos de las estadísticas por encima de la altura que ellos mismos esperaban. Pero el ascenso de Ciudadanos, y la posibilidad de que la economía juegue a favor del PP, probablemente hayan convencido a sus estrategas, empezando por el propio Pablo Iglesias, de que no les vendría mal moverse un poco hacia el centro izquierda con el fin de seguir manteniendo su base de simpatizantes de amplio espectro para poder recuperar posiciones. Y ha sido Monedero el involuntario encargado de cortar la cinta.

No se trata, creo yo, de descafeinarse hasta perder identidad, sino de limar aristas para ganar espacio. Por ahí se me antoja que van los tiros de esta crisis podemista.

Me recuerda el caso de un joven abogado laboralista que en un congreso en Suresnnes cambió el rumbo de la política española variando el propio, convencido de que su horizonte era conquistar el poder. Naturalmente, nada tiene que ver en tiempo y forma con la presente situación. La letra y el teatro son distintos. Pero creo que la música se parece bastante. 

Cualquiera que haya leído con atención un par de columnas de quien esto firma sabe perfectamente que no soy un podemista convencido. He dicho aquí, y reitero, que este iba a ser el año de Podemos tanto si gusta como si no gusta, si convence como si da miedo. Lo he hecho desde una posición crítica y expectante, como los miles de ciudadanos atentos que esperan una definición de intenciones y programa que de momento sigue sin concretarse.

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