Seguro que Javier Bardem nunca pensó que ése sería el título por excelencia de la situación actual que ofrece España a nuestros mayores. Se agota la hucha de las pensiones en menos que canta un gallo. Sin mucha alarma, ya que no consiste en asustar a un colectivo fiel de votantes, el Gobierno nos informa de soslayo de que para el año que viene la hucha entra en números rojos. En octubre de este año el gasto de las pensiones tuvo un récord histórico de gasto de 8.576 millones. Parece que se nos olvida que el año que viene tan sólo es dentro de tres meses. Y parece también que el Gobierno sacará de la chistera un conejo mágico que en estos próximos tres meses hará que el Titanic de las pensiones no colisione con el iceberg.
¿Qué nos ha llevado hasta aquí? La tendencia demográfica que consiste en vivir más y nacer menos, el actual sistema de bienestar que culturalmente no nos lleva a invertir en planes de pensiones privados o, algo que se dice un poco menos, la actual reforma laboral, que genera empleos baratos con poca cotización y menos aporte que sustente a nuestros mayores.
En la última Encuesta de Población Activa se refleja una tendencia clara: se genera empleo pero se reduce rápidamente la población activa. O dicho de otro modo, cada vez hay menos gente que entra en el mercado laboral, y la que trabaja aglutina dos, tres o cuatro contratos temporales y a tiempo parcial. Cada vez que los analistas económicos dicen que la reforma laboral de 2012 ha sido excelente y todo un acierto en términos macroeconómicos, digno de ser copiado en otros países europeos (como ya pasa en Italia), entiendo entonces que el sistema de pensiones y de Seguridad Social tiene que ver con la economía de un país en términos microeconómicos, aunque afecte a millones y millones de ciudadanos.
Los conejos en la chistera de la actual ministra de Empleo ya los vamos conociendo. Para mejorar el Pacto de Toledo nos proponen desde trabajar un modelo liberal que incentive los planes de pensiones a través de incentivos fiscales hasta crear un impuesto especial destinado a nutrir las pensiones. O el último conejo estrella: ampliar la edad de jubilación.
Como diría mi madre, esto es desvestir un santo para vestir a otro. Alargar la vida laboral de los trabajadores, en un país en el que el drama de los jóvenes por el acceso al empleo es una asignatura pendiente que ni el Plan de Garantía Juvenil impuesto por Europa ha sabido remediar, es sencillamente un disparate. Con esta medida, se ralentiza aún más el relevo generacional de la población activa y empobrece la propia jubilación de los jóvenes. Condenamos a que una generación tras otra sufra un continuo retraso en la edad de jubilación para cumplir el mínimo de años cotizados según el actual sistema. Nos metemos en un círculo vicioso en el que las siguientes generaciones tendrán que trabajar hasta los 77 años para obtener una pensión decente.
Aunque, claro, ¿cómo vamos a asustar a nuestras personas mayores más de la cuenta? ¡Con la de votos que dan! ¿Cómo vamos a hablar de cargar un impuesto más sobre nuestras ya demacradas nóminas? Tal y como está el patio no conviene asustar más de la cuenta, no sea que lleguen las tan temidas terceras elecciones.
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Yojana Pavón es presidenta de la Asociación Nacional de Agencias de Colocación (ANAC) y
profesora asociada en la Universidad Isabel I
Seguro que Javier Bardem nunca pensó que ése sería el título por excelencia de la situación actual que ofrece España a nuestros mayores. Se agota la hucha de las pensiones en menos que canta un gallo. Sin mucha alarma, ya que no consiste en asustar a un colectivo fiel de votantes, el Gobierno nos informa de soslayo de que para el año que viene la hucha entra en números rojos. En octubre de este año el gasto de las pensiones tuvo un récord histórico de gasto de 8.576 millones. Parece que se nos olvida que el año que viene tan sólo es dentro de tres meses. Y parece también que el Gobierno sacará de la chistera un conejo mágico que en estos próximos tres meses hará que el Titanic de las pensiones no colisione con el iceberg.