Que los nombres no nos impidan ver el banco

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No hay ningún motivo razonable que justifique la ocultación de los nombres de evasores fiscales cuando las fuerzas de seguridad o la justicia hacen pública la identidad de cualquier otro tipo de delincuente, con la única limitación (y no siempre) de la presunción de inocencia. De modo que sólo cabe felicitar al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y a Le Monde (y en España a El Confidencial y a La Sexta) por haber obtenido y empezar a divulgar la conocida como lista Falciani, compuesta por 130.000 personajes que ocultaban fortunas en cuentas opacas suizas del HSBC, uno de los tres mayores bancos del mundo. Entre ellos aparecen unos 4.000 españoles o personas relacionadas con este país que tenían allí depositados al menos 1.769 millones de euros en 2006 y 2007.

Cuando las autoridades francesas trasladaron a la Agencia Tributaria española, en mayo de 2010, los datos aportados por Hervé Falciani, exempleado del banco, sobre ciudadanos españoles, había dos opciones no incompatibles entre sí: investigar a los defraudadores o investigar al HSBC. Hacienda, bajo el mando de Elena Salgado como vicepresidenta segunda del Gobierno de Zapatero, decidió comunicar a 659 componentes de tan selecto como vergonzoso club que pasaran por caja para saldar su deuda tributaria y abonar la multa correspondiente. El caso más sonado (y uno de los pocos conocidos) fue el del banquero Emilio Botín y familia, que se cerró con el pago de 211 millones de euros a cambio de que el Estado se olvidara de la ocultación de 2.000 millones en Suiza. Por la misma vía, no sabemos cuantos y cuántas más evitaron la responsabilidad penal.

El argumento oficial de entonces, bajo un gobierno socialista, para justificar la actuación de la Agencia Tributaria fue muy similar al que posteriormente utilizaron Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro para lanzar su amnistía fiscal: la prioridad para el Estado y para los contribuyentes era recuperar todo el dinero posible. La opacidad con la que se administra el denominado "afloramiento" del dinero ocultado al fisco hace muy difícil conocer las cifras verdaderas. Este mismo lunes, Montoro ha presumido de haber recaudado 12.300 millones de euros en 2014 por la lucha contra el fraude fiscal, pero ese es el monto total en el que se diluye lo percibido de evasores con cuentas en Suiza.

Un banco o un paraíso fiscal

Lo que jamás se ha explicado bien es quién, cómo y por qué decidió que la Fiscalía Anticorrupción no iniciara una investigación al HSBC. Las responsabilidades individuales de quien oculta al fisco cuentas en Suiza tienen pocas dudas, y en este caso no había escapatoria porque Falciani ayudó a desencriptar los códigos del propio banco que identificaban titulares, testaferros y movimientos de dinero. Pero Falciani aportó algo mucho más importante que eso: la descripción detallada de los métodos utilizados por el gigante financiero para captar capitales de cualquier procedencia, ayudar a sus poseedores a evadir impuestos y limpiar lo mejor posible el rastro del dinero. La fiscal Dolores Delgado, durante la vista en la que consiguió que la Audiencia Nacional negara a Suiza la extradición de Falciani, lo expresó de forma tan gráfica como rotunda: "el HSBC es en sí un paraíso fiscal"

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La imagen de evasores viajando a Suiza con maletines cargados de dinero negro es una antigualla. El enorme volumen de información encriptada entregada por Falciani a los fiscales españoles y de otros países, documenta el circuito utilizado por la propia entidad para buscar a sus clientes, asesorarles y guiarles en el viaje de sus fortunas a donde Hacienda no pueda llegar. Sin prácticamente moverse de su casa o de su empresa. En Estados Unidos, el HSBC ya se ha visto obligado a reconocer sus métodos y a pagar sanciones multimillonarias. Es obvio que el volumen de las multas queda compensado por el 'giganegocio' financiero que maneja en todo el mundo. Pero es que en España se ha considerado que perseguir al HSBC "excedía el ámbito de nuestras competencias", según el exsecretario de Hacienda Carlos Ocaña. Para qué volver a citar al actual ministro Montoro, mucho más ocupado en el caso Monedero que en investigar a un gran banco o explicar la catarata de destituciones en el organigrama de la Agencia Tributaria.

El HSBC es una de las principales entidades de la globalización financiera. Pero no la única. Sin las sofisticadas herramientas de ciertos bancos poco menos que intocables, esos banqueros, empresarios, magistrados, deportistas de élite, reyes o princesas tendrían mucho más complicado hacerse pasar por "amas de casa" en los archivos informáticos. Para el prestigio democrático es imprescindible acabar con la broma de que sólo los asalariados cumplan siempre con la caja común.

Bienvenida, por fin, la lista Falciani a las primeras páginas de (no todos) los medios. Hay un elemento vergonzante que también importa para cortar las alas a quienes se burlan de los ciudadanos honrados. Pero no conviene dejarse arrastrar por la pura sonoridad morbosa de unos apellidos famosos. Que los nombres no nos impidan ver el banco.

No hay ningún motivo razonable que justifique la ocultación de los nombres de evasores fiscales cuando las fuerzas de seguridad o la justicia hacen pública la identidad de cualquier otro tipo de delincuente, con la única limitación (y no siempre) de la presunción de inocencia. De modo que sólo cabe felicitar al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y a Le Monde (y en España a El Confidencial y a La Sexta) por haber obtenido y empezar a divulgar la conocida como lista Falciani, compuesta por 130.000 personajes que ocultaban fortunas en cuentas opacas suizas del HSBC, uno de los tres mayores bancos del mundo. Entre ellos aparecen unos 4.000 españoles o personas relacionadas con este país que tenían allí depositados al menos 1.769 millones de euros en 2006 y 2007.

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