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Las pelotas, el corazón, el cerebro

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Cuenta Ben Bradlee, el mítico director de The Washington Post, en su autobiografía titulada La vida de un periodista, que al principio de la investigación sobre el caso Watergate bajó a la redacción la dueña-editora del periódico, Katharine Graham, y preguntó: “Si es una historia tan buena, ¿dónde está el resto de la prensa?”. Vale. Llegados a este punto ya habrá lectores que concluirán: “Otro pelmazo ególatra que pretende compararse con Bradlee, Woodward y Bernstein”. No va por ahí la cosa. De hecho, el indiscutible mérito del equipo periodístico del Washington Post carga a su vez con el lastre de haber creado ese estereotipo que adjudicaba a la Prensa el rol de 'Cuarto Poder'. Un chute de vanidad que tiene mucho que ver con la posterior crisis de un aparato mediático enamorado de sí mismo y convencido de que influía mucho más en la política de lo que le permitían quienes en realidad nunca han dejado de mandar. En Estados Unidos, y aquí todavía más.

El caso es que este modesto diario digital, infoLibre, lleva más de una semana aportando documentos que no conforman para nada un Watergate, pero que reflejan muy nítidamente el funcionamiento en España de una puerta giratoria por la que fluyen y se confunden los intereses de la política, el sector financiero, los negocios privados y los recursos públicos. Y la publicación de esos datos se produce en una casi completa soledad, únicamente rota por espacios de independencia profesional como El Intermedio de La Sexta, algún informativo de esa misma cadena o de Cuatro TV y profesionales de una credibilidad incontestable como Iñaki Gabilondo,Miguel Ángel Aguilar o Pepa Bueno. Se produce incluso la paradoja de que periodistas que cubren la información sobre el Gobierno y el PP rebotan en las redes sociales las historias que desvela infoLibre, pero no pueden publicar en sus medios ni una línea sobre el asunto.

PREGUNTAS SIN RESPUESTA

Y el asunto consiste resumidamente en esto: correos electrónicos del entonces presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, nombrado para el cargo por su íntimo amigo y excompañero de pupitre José María Aznar, demuestran que este último ha hecho numerosas gestiones a favor de Einsa, empresa de material bélico que recibió contratos millonarios por parte de los Gobiernos de Aznar y que tenía un enorme interés en utilizar la influencia del ya expresidente español para ampliar mercados en Argelia, Libia y otros países. Además, Aznar utilizó parte de la estructura de la fundación que alimenta ideológicamente al PP, financiada en parte con dinero público, para ejecutar esas gestiones de carácter absolutamente privado. Aznar negó a través de un comunicado que “concluyera” ningún contrato con Einsa o que percibiera remuneración económica personalmente por esas gestiones, en las que le ayudaba un hermano de su yerno Alejandro Agag.

Lo que no ha hecho Aznar es aclarar ni una sola de las conclusiones que se derivan de esos correos secretos a los que ha tenido acceso infoLibre y sobre los que Gabilondo ha lanzado preguntas tan concretas como sensatas: ¿Cuáles fueron las gestiones que hizo Aznar y hasta dónde le llevaron? ¿Le ayudó su amigo Blesa desde la presidencia de Caja Madrid, mientras (por cierto) llevaba a la quiebra una de las cuatro mayores entidades financieras? ¿Utilizó Aznar la estructura de FAES, cantera de las ideas y políticas que defiende el PP, para esas gestiones privadas? ¿Le parece normal a Aznar (expresidente del Gobierno de España con derecho a pensión vitalicia) trabajar como intermediario comercial para una empresa de material bélico?

Para captar el calado y la “fealdad” de todo esto, El Gran Wyoming proponía en El Intermedio el ejercicio de cambiar el sujeto de la noticia, y sustituir a Aznar por otro expresidente: Zapatero. “A muchos de los medios que han ignorado esta noticia les parecería un insulto, una vergüenza, una ofensa contra España”, concluía Wyoming, y no cuesta nada imaginarse las portadas en quioscos y tabletas. Si convirtieron en un serial las fotos de las hijas del entonces presidente del Gobierno por su indumentaria gótica, ¿qué dirían si ahora se dedicara junto al hermano de un yerno a favorecer los negocios de una empresa armamentística en Argelia o en Libia?

'FAVORES' A ESPAÑA

Procede recordar que, en abril de 2011, cuando la solvencia financiera de España estaba contra las cuerdas, Aznar dio una conferencia en Nueva York en la que lanzó dos mensajes. Uno: “España tiene muy, muy complicado pagar su deuda”; y dos: “Gadafi es un amigo extravagante, pero un amigo de Occidente”. Siempre ayudando, aunque a la vista de los correos secretos de Blesa se entienden mejor esos “favores” cuyo coste para los bolsillos de los contribuyentes españoles es imposible de calcular.

Aquí no pretendemos dar lecciones sobre la libertad en la valoración de una noticia o en la jerarquía de la información. En esta era del “periodismo postindustrial” (como lo denominan Anderson, Bell y Shirky en un ensayo imprescindible) ya no funciona aquel esquema de los tiempos del Watergate, protagonizado teóricamente por productores y consumidores de noticias. Por unos individuos y cabeceras que emitían información o sermoneaban desde sus púlpitos mientras una masa de ciudadanos tenía que conformarse con el papel de receptor de esos datos u opiniones. Tras la revolución digital, la información fluye por carreteras de doble sentido o se comparte en una inmensa rotonda, a través de un diálogo constante entre periodistas y ciudadanos a través de las redes sociales, el correo electrónico, chats, blogs o encuentros digitales en directo.

UN SILENCIO SOSPECHOSO

Si la saturación de datos en Internet hace más necesaria que nunca la función de un periodismo honesto e independiente, el silencio sobre una información relevante por parte de cualquier medio generalista y “global” es más que sospechoso. Las pequeñas voces que aspiran a especializarse y dar valor a cada investigación que abordan no pueden cubrir todo lo que pasa, ni lo pretenden. Quienes tienen medios para entrar y llegar incluso más lejos en las cuestiones importantes, parecen locos hablando solos por la acera cuando silencian escándalos del calibre del que afecta a Aznar, Blesa, Einsa, FAES... y lo que venga.

En ese mismo libro antes citado, Ben Bradlee también escribe aquel gráfico consejo: “Si agarras a alguien muy bien por las pelotas, tendrás su corazón y su cerebro”. Aún no sabemos con certeza el alcance de lo que Blesa debía a Aznar y viceversa, ni de lo que Einsa tenía que agradecer a Aznar o lo que éste recibió de ella. Lo que sí sabemos es que las “pelotas” de las más potentes cabeceras periodísticas están bien agarradas por los propios acreedores de sus deudas. Y cuando un medio depende de intereses económicos o financieros, o de la influencia política que desde el Gobierno o un partido se ejerza para facilitar favores o soluciones, el “corazón” y el “cerebro” de ese medio salen tocados y los silencios son tan clamorosos como sus gritos. Lo cual debilita peligrosamente el corazón y el cerebro de la propia democracia.

Cuenta Ben Bradlee, el mítico director de The Washington Post, en su autobiografía titulada La vida de un periodista, que al principio de la investigación sobre el caso Watergate bajó a la redacción la dueña-editora del periódico, Katharine Graham, y preguntó: “Si es una historia tan buena, ¿dónde está el resto de la prensa?”. Vale. Llegados a este punto ya habrá lectores que concluirán: “Otro pelmazo ególatra que pretende compararse con Bradlee, Woodward y Bernstein”. No va por ahí la cosa. De hecho, el indiscutible mérito del equipo periodístico del Washington Post carga a su vez con el lastre de haber creado ese estereotipo que adjudicaba a la Prensa el rol de 'Cuarto Poder'. Un chute de vanidad que tiene mucho que ver con la posterior crisis de un aparato mediático enamorado de sí mismo y convencido de que influía mucho más en la política de lo que le permitían quienes en realidad nunca han dejado de mandar. En Estados Unidos, y aquí todavía más.

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