Un pirómano llama a la Casa Blanca

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Cuando sucede una tragedia como la matanza de Orlando se espera que los políticos de un país democrático sean sensatos, que sus declaraciones y actos traten de infundir calma a la población, no exacerbar los odios y expandir el miedo. Lo mismo puede decirse de los medios de comunicación: transmisores de hechos contrastados, y no competidores del trending topic.

La mayoría de los actores actuaron de forma más o menos ejemplar. No así el futuro candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, que volvió a exhibir una tendencia natural a la verborrea y un amplio abanico de disparatesdisparates impropios de alguien que aspira a ser presidente de Estados Unidos. Recuerden que, entre otras prerrogativas del cargo, el inquilino de la Casa Blanca es comandante en jefe con acceso al botón nuclear.

Existe una norma no escrita en EEUU: jamás se critica al presidente en una crisis o en una emergencia, y más si esta acaba de suceder y el objetivo de la policía y de los servicios de emergencia es salvar al mayor número de personas. Transcurridos unos días, cuando cada familia ha iniciado el duelo, se pueden reprender los errores y demandar responsabilidades. Pero nos hallamos en año electoral y están en juego la presidencia y el control de las dos cámaras. Esta vez, todo vale.

Trump no dio ni un minuto a Barack Obama y a Hillary Clinton, su rival demócrata en las elecciones de noviembre. Criticó a ambos, hizo electoralismo, zarandeó fobias sin fundamento. Trump se comportó como un irresponsable, un pirómano en medio de un incendio. ¿Recuerdan lo que dijo tras la matanza de París?

Esta no es una acusación pseudoizquierdista con tufo antiamericano lanzada desde la vieja Europa. The New York Times acusó a Trump de lo mismo, de explotar el miedo con fines partidistas en vez de ayudar a contenerlo: “Donald Trump Responds to Orlando Attack by Exploiting Fear, Not Easing It”.

Su competidor de la capital, The Washington Post, publicó un editorial demoledor: “Donald Trump’s assault on our values" (El salto de Donald Trump a nuestros valores). Tras leerlo, el candidato ha prohibido la entrada a sus mítines de los periodistas del Post. Todo muy democrático. El problema de fondo no es solo Trump, son sus votantes que parecen tan encolerizados como él. ¿Son los mismos que culpaban a Marilyn Manson y South Park de la matanza de Columbine?

Es posible que algún lector esté aún dando vueltas al tercer párrafo de este texto y sienta ganas de refrescarme lo ocurrido en España tras el 11-M, cuando la oposición y una parte de la población arremetió contra el Gobierno de José María Aznar. No se le dio un día de margen. Es cierto, pero en aquella ocasión fueron las mentiras desde el Gobierno con fines electorales las que movilizaron a la gente. Es lo mismo de Trump, pero al revés.

Obama no mintió: no podía acusar al islam radical porque no estaban claras las razones del atacante. La reivindicación de Daesh parecía una usurpación de “méritos terroristas” con fines propagandísticos más que un hecho. Tampoco está claro que Omar Mateen, así se llamaba, recibiera órdenes desde Siria para actuar.

Hay, eso sí, dos hechos incontestables: Mateen estaba en la lista de sospechosos de radicalización del FBI, que le investigó en 2014 por posibles vínculos en Siria con un tipo relacionado con el Frente Al Nusra. Esto lo aprovecha Lyndsei Graham, senador por Carolina de Sur, uno de los Estados más conservadores y con una legislación homófoba, para arremeter contra Obama. ¿Sabe el senador que Daesh y el Frente no son lo mismo, que son enemigos entre sí y que los segundos no han atentado nunca en Europa y EEUU?

Es año electoral, no lo olviden. Trump lo sabe y ha decidido jugar la baza xenófoba. La BBC se pregunta si su respuesta de macho alfa, rescatando sus ideas racistas contra los musulmanes, le ayudará a ganar la Casa Blanca.

Aún no está claro si estamos ante una mala persona, con tics fascistoides que le igualan a la francesa Marine Le Pen, un majadero o un irresponsable. De momento no descartemos nada; es posible que sea la suma extraordinaria de los tres.

Trump dijo que si Obama no señalaba claramente al islam radical debía dimitir. Después afirmó que la gente le había felicitado por sus palabras. ¿Cree el millonario que se halla inmerso en un Reality Show de los suyos donde importa más el aplauso que las víctimas o la verdad? ¿No sabe que en EEUU los presidentes no dimiten por estas cosas? ¿Pide un impeachment? Enmierdar todo parece ser un síntoma de los tiempos; a más progreso tecnológico, menos inteligencia.

Aún hoy no están claras las motivaciones del asesino: sabemos por su padre que era homófobo; por su ex mujer, que era un maltratador y por sus conocidos que se trataba de una persona inestable. También sabemos que era cliente del club y que acudía para relacionarse con otros hombres. ¿Qué pasó en su cabeza?

Lo que sabemos también es que una persona vigilada por el FBI, acusada por su ex mujer de violento, puede entrar en una tienda y comprarse un rifle semiautomático de asalto (AR15), allí es tan fácil como aquí comprase un teléfono móvil.

¿No será ese el problema que explica gran parte de la violencia que vive en EEUU? Ya varios medios y personas, incluida Hillary Clinton, piden la prohibición de la venta de rifles de asalto; no hablamos de pistolas, sino de rifles de asalto de gran poder destructor como se ha podido comprobar. Enfrente de esta petición ya están los sospechosos habituales: la Asociación del Rifle y Donald Trump.

Cuando sucede una tragedia como la matanza de Orlando se espera que los políticos de un país democrático sean sensatos, que sus declaraciones y actos traten de infundir calma a la población, no exacerbar los odios y expandir el miedo. Lo mismo puede decirse de los medios de comunicación: transmisores de hechos contrastados, y no competidores del trending topic.

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