Ian Gibson acaba de publicar Poeta en Granada. Paseos con Federico García Lorca (Ediciones B, 2015). Celebra así sus bodas de oro con una ciudad y un poeta. En el verano de 1965, el hispanista irlandés empezó a estudiar los acontecimientos que desembocaron en la ejecución del autor del Romancero gitano y Bodas de sangre. Con apenas 26 años, atraído por las relaciones literarias entre el poeta andaluz y su compatriota J. M. Synge, se empeñó en preguntar, madrugar por los archivos, compartir recuerdos con amigos y familiares y quemar las noches de las tabernas en las que se emborrachaban y se iban de la lengua los franquistas para buscar lo que temblaba en los silencios de la ciudad…, en los escombros de la mentira. El resultado fue su ensayo La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca (Ruedo Ibérico, 1971).
Por esas fechas yo había empezado a leer a Lorca en la edición de Obras Completas de la editorial Aguilar que encontré en la biblioteca de mi padre. Me encerraba en la habitación más silenciosa y adornada de la casa, un salón que se reservaba sólo para las visitas y las celebraciones especiales. Algunos libros son visitas que se vuelven amigos de toda confianza. Allí me dejaba arrastrar por las metáforas. La luna, los limones, los caminos nocturnos, el jinete condenado a no alcanzar su destino, el puñal, los juncos a la orilla del río, el horizonte de perros detrás de la oscuridad, el temblor de los muslos y de los pechos me encerraban en otra habitación imaginaria, llena de emociones, sugerencias y verdades primitivas. Una habitación particular dentro de otra habitación. Desde entonces la poesía no ha dejado de ser para mí una habitación de ventanas abiertas al mundo dentro de cualquier habitación cerrada. Suenan los pasos de la vida y de la historia al otro lado de las puertas, al otro lado de la luz o de las sombra.
Sobre los quince años cayó en mis manos el libro de Ian Gibson sobre la muerte de Federico García Lorca. Descubrí el pasado de mi ciudad, la permanencia en forma de silencio o de murmullo de una realidad que había sido condenada por la represión. Gracias a un hispanista irlandés, hoy más granadino que yo, descubrí el sedimento de una historia que todavía era posible sentir en las plazas, los cafés, las huertas y los inviernos de Granada. El destino se convirtió entonces en la tarea de recuperar lo que había desaparecido con la Guerra Civil. Son las paradojas de toda verdad falsificada: el futuro llega a depender de la recuperación del pasado.
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Muchos años después, ya en los años 90, me enamoré de una madrileña. En nuestro primer viaje a Granada, fuimos a la casa familiar para hacer las presentaciones. Ya no existía la habitación de las visitas. Después de comer con mis padres, tomé la carretera de Víznar y subimos al silencio sagrado de una fosa común para completar el viaje. En un poema de Completamente viernes que se titula “El pasado” recordé aquella segunda entrada en familia: “Aquí viven mis muertos, / estas son mis raíces, / y su calor se extiende / como ramas al borde del camino, / alambres oxidados por la lluvia, / que sirven todavía para tender mi ropa”.
Poeta en Granada, el último libro de Ian Gibson, merece la reseña de un crítico literario que hable con objetividad de las relaciones decisivas entre la obra de Federico García Lorca y su ciudad. A la manera de Richard Ford, Gibson ofrece una guía práctica para recorrer Granada con los ojos del poeta. De paisaje en paisaje, de calle en calle, señala además cuestiones imprescindibles para la comprensión de la literatura lorquiana. Pero yo no escribo aquí una reseña, sino un artículo sentimental. El ensayo del hispanista maduro me ha devuelto al adolescente que fui y a los libros que desde entonces marcaron mi vida.
Ayer estuve en el Congreso de los Diputados con la Plataforma Comisión de la Verdad para entregarle a los grupos parlamentarios de izquierdas las indicaciones que los expertos de la ONU han hecho sobre el desamparo que todavía sufren las víctimas del franquismo, una historia injusta que cae sobre más de 150.000 desaparecidos forzosos, 30.000 niños robados y 2.300 fosas documentadas. Hace casi 40 años que vivimos en una democracia sin raíces. Muchas de las cosas que ocurren en España son una herencia del olvido.
Ian Gibson acaba de publicar Poeta en Granada. Paseos con Federico García Lorca (Ediciones B, 2015). Celebra así sus bodas de oro con una ciudad y un poeta. En el verano de 1965, el hispanista irlandés empezó a estudiar los acontecimientos que desembocaron en la ejecución del autor del Romancero gitano y Bodas de sangre. Con apenas 26 años, atraído por las relaciones literarias entre el poeta andaluz y su compatriota J. M. Synge, se empeñó en preguntar, madrugar por los archivos, compartir recuerdos con amigos y familiares y quemar las noches de las tabernas en las que se emborrachaban y se iban de la lengua los franquistas para buscar lo que temblaba en los silencios de la ciudad…, en los escombros de la mentira. El resultado fue su ensayo La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca (Ruedo Ibérico, 1971).