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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

‘Post hoc, ergo propter hoc’

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El PP ya ha perfilado su discurso de aquí a las elecciones generales. Lo ha hecho como cabía esperar, poniendo todo el énfasis en la economía, que transmite síntomas evidentes de recuperación, con una tasa de crecimiento por encima del 2% después de un ciclo recesivo muy prolongado.

El pistoletazo de salida lo dio Mariano Rajoy la semana pasada con su intervención ante la Junta Directiva Nacional del PP (véase aquí el discurso y aquí el excelente análisis de Jesús Maraña). Luego, como suele pasar con este partido, han salido todos en tromba a decir lo mismo, y lo seguirán haciendo durante los próximos meses.

Cuanto más hablen de economía, menos se acordará la gente de la corrupción sistémica del PP y de los incumplimientos electorales. De eso se trata, de presentar algún resultado positivo que compense los escándalos de corrupción y financiación ilegal, el autoritarismo del Gobierno (ley mordaza, manipulación sectaria de los medios públicos de comunicación), las subidas de impuestos (¿se acuerdan de aquel Rajoy furibundo que acusaba a Zapatero de haber subido el IVA de “los chuches”?), el aumento de la pobreza y la desigualdad, la falta de voluntad para acabar con los desahucios y muchos otros asuntos que configuran la presente legislatura.

El Gobierno y el PP, por descontado, se atribuyen todo el mérito de la recuperación. No podía ser de otro modo. Es un ejemplo típico de los problemas que existen en torno al control democrático (accountability) de los gobiernos. En lo fundamental, la cuestión es esta: los resultados económicos de un país dependen sólo en parte de lo que haga el Gobierno. Así, las políticas del Gobierno producen resultados distintos en función de las condiciones generales de la economía. Los ciudadanos observan el resultado final (la tasa de crecimiento, la tasa de paro, el déficit público, etc.), pero les cuesta mucho determinar qué parte se debe a las políticas gubernamentales y qué parte se debe a la marcha del ciclo y la coyuntura. De ahí que los partidos siempre echen la culpa a las circunstancias externas cuando las cosas van mal y se apunten el tanto cuando las cosas van bien.

Todo esto es tan viejo como la propia democracia. Ahora bien, el PP, como de costumbre, está llevando la manipulación al extremo, en un nuevo intento de engaño masivo. Los trucos son tan burdos que resultan fáciles de desmontar. Tienen que ver con dos elementos. Por un lado, presentar la “herencia recibida” en los términos más catastrofistas posibles y, por otro, defender que la actual recuperación es una consecuencia directa de las reformas y recortes realizados. Veamos cada uno por separado.

1. El PP nos ha salvado del rescate

Según el guión del PP, el PSOE dejó España al borde de la intervención, con un déficit oculto que hubo de aflorar el nuevo Gobierno de Rajoy. Lo del déficit oculto se aclara en un segundo: es cierto que se revisó al alza el déficit público de 2011 en casi cuatro décimas, pero se debió no al déficit oculto de la Administración central, sino al de tres comunidades autónomas gobernadas por el PP: Madrid, Valencia y Castilla-León (aquí). Recuérdenlo la próxima vez que Cristóbal Montoro y los tertulianos de la derecha vuelvan a salir con este cuento.

En cuanto al famoso riesgo de un rescate, basta analizar la evolución de la prima de riesgo española a lo largo de estos años de crisis y compararla con la de Italia. En el siguiente gráfico se representa el tipo de interés de la deuda pública a diez años desde antes de la crisis hasta finales de 2014 para los dos países. Como puede verse, las dos líneas son prácticamente idénticas todo el tiempo, salvo en 2011 y 2012, cuando se registran algunas pequeñas divergencias. En 2011, Italia sufrió más que España, pero en 2012, durante el primer año de gobierno de Mariano Rajoy, sucedió lo contrario: España se convirtió en el eslabón más débil de la unión monetaria. La prima de riesgo española alcanzó su máximo en la primavera-verano de 2012 como consecuencia de dos factores: el primero fue el retraso en la presentación de los presupuestos generales (para evitar el posible coste electoral en las elecciones andaluzas de marzo de aquel año) y el segundo y más importante fue el monumental escándalo de la quiebra de Caja Madrid-Bankia, la entidad financiera gobernada por el PP.

Pero más allá de estas pequeñas diferencias en los años 2011 y 2012, la clave está en que si la evolución del interés de la deuda pública ha ido a la par en España e Italia, ello no puede deberse a las políticas nacionales, pues estas han sido distintas en los dos países. En realidad, todos los expertos saben que la bajada en el tipo de interés (y, por tanto, el riesgo de rescate) se debe al cambio en la política del Banco Central Europeo en el verano de 2012 cuando Draghi pronunció las palabras mágicas –continuado luego con la aprobación del programa OMT (outright monetary transactions) y, más recientemente, la política de “expansión cuantitativa”–. Si el BCE no hubiera actuado como prestamista de última instancia, España habría sido intervenida en 2012, da igual lo que hubiesen podido hacer Zapatero o Rajoy.

2. Las reformas del PP han causado la recuperación

El segundo elemento del discurso del PP es que si ahora estamos creciendo es porque durante los años anteriores se hicieron las políticas necesarias. Esto no sería más que una variante especialmente pueril de la famosa falacia post hoc, ergo propter hoc (“después de esto, luego a consecuencia de esto”). Una secuencia temporal no indica una relación causa-efecto. Que la recuperación siga a las políticas de austeridad no quiere decir que la recuperación sea fruto de dichas políticas. Bien podría suceder que la recuperación se haya retrasado precisamente como consecuencia de esas políticas. Mark Blyth ya advirtió de esto desde las páginas de infoLibre (en un artículo publicado en Luces Rojas en septiembre de 2013). Tambien Paul Krugman ha hablado de este asunto recientemente (aquí). Y contamos con un estudio exhaustivo de Paul de Grauwe que demuestra empíricamente el efecto negativo que ha tenido la austeridad sobre el crecimiento en los países europeos.

Si la economía se está empezando a recuperar en algunos países es, entre otras razones, porque se está relajando la política de ajuste fiscal impuesta por la Comisión y el Banco Central Europeo. Intervienen, además, otros factores clave que tienen poco que ver con la política económica que se hace en España. En primer lugar, el precio del petróleo ha bajado espectacularmente. En segundo lugar, por fin ha habido una caída del euro con respecto al dólar, lo que hace que los productos europeos sean más competitivos. Por último, el Banco Central Europeo está tomando medidas monetarias efectivas (a las que antes me he referido) que darán algo de margen a los países para poder crecer.

Los apologetas de las políticas de ajuste defienden que a los países del sur no les quedaba más remedio que corregir sus desequilibrios. Y en eso podemos estar de acuerdo. Pero había formas distintas de hacerlo y la que se ha elegido por parte de las instituciones europeas, con el concurso entusiasta del Partido Popular, ha sido la más negativa para España. Los estragos de la crisis siguen a la vista. El país ha cambiado profundamente, se ha hecho más desigual y más injusto.

Es lógico en cualquier caso alegrarse de la recuperación que estamos viviendo. Pero para no caer en la euforia boba de Rajoy, vale la pena repasar en qué punto nos encontramos en materia de empleo. En España, en 2007, llegamos a tener casi 21 millones de ocupados, según muestra el siguiente gráfico. Hoy estamos todavía por debajo de los 18 millones. Cuando el PSOE perdió el poder en noviembre de 2011, había 18,4 millones de personas trabajando. En el último trimestre de 2014 había 17,5, casi un millón menos. Sí, se ha iniciado la recuperación, pero la situación sigue siendo terrible.

El PP ya ha perfilado su discurso de aquí a las elecciones generales. Lo ha hecho como cabía esperar, poniendo todo el énfasis en la economía, que transmite síntomas evidentes de recuperación, con una tasa de crecimiento por encima del 2% después de un ciclo recesivo muy prolongado.

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