Puñetazo farmacéutico contra la homeopatía

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América Valenzuela

La primera vez que intenté comprar homeopatía me topé con ella. Como una rareza en medio de la codicia la farmacia Rialto, en Gran Vía, no vendía estos falsos medicamentos. Quería comprar uno de esos productos para ver con mis propios ojos los absurdos componentes que muestran en su etiqueta.

En la siguiente farmacia lo encontré. Oscillococcinum, para prevenir o tratar los síntomas de la gripe. Pregunté si funcionaba y cómo se tomaba. La farmacéutica me respondió vaguedades. Ya fuera del establecimiento con el producto en mis manos leí la información del envase y el prospecto. Me quedó claro que del ingrediente estrella, el pato de Barbería, no había ni rastro. Así lo indica en la composición: en un gramo de producto hay de 0,85 gramos de sacarosa y 0,15 gramos lactosa. O sea, azúcar y nada más.

Bajo mi punto de vista este producto es la quintaesencia del caradurismo. Según los principios de la homeopatía lo similar cura lo similar y por lo tanto se pueden eliminar síntomas usando cantidades extremadamente pequeñas de sustancias que producen un efecto parecido al que se quiere frenar. En el caso del Oscillococcinum no es que el ingrediente que ‘cura’ no esté presente, es que ni siquiera existe.

Se trataría del oscillococco, una bacteria que da nombre al producto y que un médico francés creyó descubrir en enfermos de gripe española. Nadie ha podido ver a ese microorganismo. En su lugar los fabricantes del producto ponen (diluido hasta que no queda nada) hígado o corazón de pato donde se supone que este doctor aseguraba se acumulaba el microbio.

Hace unas semanas un alemán con los ojos como pelotas rojas irrumpió en la farmacia donde yo esperaba mi turno para comprar una pomada. Decía que había ido al médico, que “le quiso recetar un medicamento alopático pero él solo toma homeopatía”. Traducía sus palabras un amigo español que le acompañaba con cara de angustia. La misma expresión se configuró en los rasgos de la farmacéutica cuando miró aquellos globos inyectados en sangre. A pesar de tener la farmacia rebosante de homeopatía no se la quiso dar. Le recomendó con insistencia que volviera al médico. No quería hacerse responsable. Sabía que la homeopatía no le ayudaría.

Hace unos meses la Organización Médica Colegial lanzó el primer derechazo. Su presidente, Juan José Rodríguez Sendín, advertía de que la homeopatía es un proceso "ilusorio y engañoso" que no cuenta con "ningún tipo de evidencia científica" . Negó que formara parte de la medicina y lo enmarcó en "el mundo de las creencias".

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Esta semana la farmacia honesta ha dejado de ser excepcional y se ha unido al rechazo un centenar de colegas de toda España. Han publicado un manifiesto solicitando expulsar a la homeopatía de la práctica farmacéutica. Han enviado el documento al Ministerio de Sanidad.

“Mucha gente cree hoy en día que la homeopatía es una terapia válida y sus productos reciben el nombre de medicamentos sin que exista ningún aval científico que así lo demuestre, permitiéndose la comercialización de productos con indicación terapéutica que incumplen toda la legislación y normativa sanitarias y a la que están sometidos los verdaderos medicamentos”, expone la carta.

Este es el último puñetazo farmacéutico, el que ojalá aclare la mente de los consumidores y signifique el KO definitivo de este gran timo.

La primera vez que intenté comprar homeopatía me topé con ella. Como una rareza en medio de la codicia la farmacia Rialto, en Gran Vía, no vendía estos falsos medicamentos. Quería comprar uno de esos productos para ver con mis propios ojos los absurdos componentes que muestran en su etiqueta.

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