Dice el PP que en su acto del fin de semana en la Puerta de Alcalá había sesenta mil personas, pero había veinte mil y, además, no importa: tanto una cifra como la otra degradaron la presunta fiesta multitudinaria a la categoría de “romería”, que es como la definieron sus propios socios de la ultraderecha.
Dice después el PP en ese mismo escenario que los fondos europeos llegaron a España gracias a su partido, cuando en realidad la formación trató de bloquearlos por tierra, mar y aire, fue a Bruselas a poner palos en las ruedas y a asegurar que el Gobierno los derrocharía. Se quedaron con las ganas, mirando el pastel y con la cuchara en la mano, y puede que ese sea el motivo —o eso o el simple y puro cinismo— de que ahora estén un poco confusos o tratando de soplar y sorber al mismo tiempo, ya que, por un lado, su candidata, Dolors Montserrat, se quiere poner esa medalla y a continuación sale su jefe, Núñez Feijóo y dice que ese dinero “sólo sirve para endeudar a los ciudadanos.” ¿Querría decir eso o lo contrario, lo mismo que el otro día cuando le espetó, que él es mucho de espetar, al presidente Sánchez, en el Congreso, que debía cesar fulminantemente al ministro de Exteriores “por poner los intereses de España por encima de los del PSOE”? Qué difícil es entender a este hombre.
Dice también el PP que su partido “lucha muy fuerte contra la corrupción” y que siempre lo ha hecho, y entonces suenan entre las notas del himno nacional las listas de sus casos delictivos: Gürtel, Púnica, Noos, Arena, Emarsa, Pokemon, Lezo, Baltar, Fitur, Arena, Campeón, Bankia, Lino, CAM, Barcenas, Guateque, Naseiro, Faycán, Tótem, Sóller, Troya, Fitur… y lo dejo aquí, que son más de cien y se comen el artículo.
Pues qué malo es Sánchez y qué fáciles de camelar son la práctica totalidad de los grupos parlamentarios, tanto de izquierdas como conservadores, que lo han sentado en los bancos azules y que, salvo la extrema derecha, no quieren saber nada con este PP de hoy
Lee en el atril la presidenta de la Comunidad de Madrid su apoyo a Milei y a Netanyahu, un neofascista y un genocida contra el que acaba de pedir una orden de detención por crímenes contra la humanidad ni más ni menos que el fiscal de la Corte Penal Internacional, y da lecciones políticas y morales al tiempo que le gritan 7.291, 7.291, 7.291… esa cifra de víctimas del coronavirus que, según ella, “se iban a morir igual” en las residencias de las que era responsable y donde se les encerró sin asistencia médica; esa cifra que sus subordinados acallan en la Asamblea, para ordenarle a un compareciente “que no hable del pasado.” Y también repite, claro, es uno de los platos fuertes de su menú, que le encanta la fruta. Del novio, ni una palabra; ni del piso donde vive o ha vivido con él; ni del resto de la familia. Sólo fruta.
Y dice con otras palabras el PP, en su mitin, lo que dijo poco antes su media naranja de Vox: “hay que echar al presidente de La Moncloa a patadas y gorrazos”, que en la versión de Núñez Feijóo es pedir la disolución de las Cámaras y la convocatoria de otras elecciones, a ver si esta vez cuela. La razón, según él, es “que Sánchez ha engañado a todo el mundo.” Pues qué malo es Sánchez y qué fáciles de camelar son la práctica totalidad de los grupos parlamentarios, tanto de izquierdas como conservadores, que lo han sentado en los bancos azules y que, salvo la extrema derecha, no quieren saber nada con este PP de hoy. Tanto hablar de fruta y no se han dado cuenta aún de quién es la manzana podrida del frutero.
Dice el PP que en su acto del fin de semana en la Puerta de Alcalá había sesenta mil personas, pero había veinte mil y, además, no importa: tanto una cifra como la otra degradaron la presunta fiesta multitudinaria a la categoría de “romería”, que es como la definieron sus propios socios de la ultraderecha.