“Los Reyes son Jeff Bezos”

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Es una reunión reconvertida en desayuno en un “espacio polivalente” (sic) lleno de ejecutivos de banca personal, economistas de referencia y… Y jóvenes que cumplen rigurosamente con el ritual del primer amigo invisible sin risas ni pullas, con miedo. Los imagino el año que viene puteándose con regalos inservibles y/o abandonando la tradición, y les deseo un contrato fijo o valor, mucho valor.

Entra una modelo con un pomerania envuelto en un abrigo de lana. El camarero, flechado, corre a echarla balbuceando puntos suspensivos: “Perdona… No… No admitimos perros… Te pongo el café y te lo llevas… Te invito… Yo… Soy alérgico…”. El camarero constata la tragedia de ese amor imposible; la modelo, pragmática, acepta el café y se marcha.

Mi interlocutor no es alérgico a los perros ni a las modelos: no se centra en nuestra conversación hasta que ella desaparece. Bebemos descafeinados, a lo loco. Llegamos a un acuerdo y seguimos de reuniones por el centro…

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En todas las esquinas gente desesperada pide ayuda (no dinero: ¡ayuda!). Algunos no levantan la mirada. Cuatro hijos. Ningún trabajo. Ningún techo. Y mucha más dignidad de la que se reconocen a sí mismos. ¿Qué les das? ¿Un euro? ¿Diez? ¿Tu puesto de trabajo? Evitamos la pregunta bajando la cabeza y nos vamos tropezando en  cada portal con los paquetes de Amazon que esconden, ya, previsores, los regalos de Navidad.

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Los reyes son Jeff Bezos.

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Y Bezos nos trata (a los clientes premium) como a reyes. Pides, pides, y pides. “Ay, que se me olvidó comprar el boli…”. Nuevo envío. Bezos debería ser la bestia negra de los ecologistas, por tanto CO2, pero él invierte en energías limpias, en conquistar el espacio y hasta en periodismo (compró el Washington Post y quizá haga un periodismo rentable).

Además, produce contenidos: joyas como ‘Transparent’ o ‘Paterson’ (serie y peli de AmazonStudios) que nos llevan a discusiones que a él no le interesan:

 

  • ¡Produce porque el vídeo es el futuro!
  • ¡Produce porque se lo da gratis a sus clientes premium! Para vincularlos y cerrar el círculo. Es sólo un plus para consolidarse como el amo del comercio electrónico mundial...
  • (…)
  • ¡Cliente, cliente y cliente!

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Entre discusiones, reuniones y paquetes de Amazon, encuentro un wifi y me conecto para bajar “Guerra y paz” al kindle. No veo el momento de meterme en el metro con el príncipe Andrés/Andréi. Hago el trayecto dos veces (en serio) y cuando llego a casa me arrancan el móvil.

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El abuelo y el robot

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Lo necesitan para una pregunta seria: “Siri, pon el dab de Pogba”. Siri pide el comodín del público. Se lo aclaran: “P-O-G-B-A, el jugador del Manchester United”. Siri contesta que no responde a insultos.

Me estresa mucho vivir con youtubers que hablan otro idioma, pero me voy adaptando: sé lo que es un dab, conozco a Pogba y me he aprendido la canción que me cantan todo el rato (“I’m the one, don’t weigh a ton, don’t need a gun to get respect up on the Street…”). Eso sí, en cuanto se acuestan, vuelvo al príncipe, pero acabo soñando con el hombre del carro.

Todas las mañanas coincidimos: yo bajo a la perra y él empuja un carro y una mujer. A la mujer la deja en la puerta del Starbucks: es rumana, joven, muy guapa. Los turistas le dan billetes, los locales la invitan a café. Ayer los vi por la noche. El hombre la recogió con el carro lleno, ella se levantó despacio, entorpecida por el embarazo. Me sonrió y me quedé paralizada: sería un cuento de navidad si no fuera verdad.

Es una reunión reconvertida en desayuno en un “espacio polivalente” (sic) lleno de ejecutivos de banca personal, economistas de referencia y… Y jóvenes que cumplen rigurosamente con el ritual del primer amigo invisible sin risas ni pullas, con miedo. Los imagino el año que viene puteándose con regalos inservibles y/o abandonando la tradición, y les deseo un contrato fijo o valor, mucho valor.

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