El Gobierno de los platos chinos Cristina Monge
La brutalidad de un 'show' en vivo
Lo único positivo de este Black Mirror del corazón por capítulos es que pocas veces tenemos la oportunidad de verlo tan claro. Expuesto sin pudor en dos portadas, vemos a una protagonista con todos los focos y el posado con bebé registrada a su nombre. En otra, una madre en Miami sale de su apartamento en bata, mal peinada, sin photoshop, ni nombre. La mujer estrella y la mujer migrante. Está el posado feliz, la presentación en sociedad de la criatura fruto de la ciencia y el desembolso millonario. Y la madre gestante, una joven de origen cubano, residente en Miami, en un pequeño apartamento donde vive con sus dos hijos adolescentes testigos también de cómo su madre cede su vientre para salir adelante. De esto llevamos hablando una semana. De cómo el mercado de la gestación no es voluntario ni se da en condiciones de igualdad. No se trata de una amiga rica de Ana Obregón en Miami. Es de Cuba y de los 170.000 euros que ha costado traer al mundo a la hija-nieta, 35.000 son para la madre biológica, según Lecturas. Nueve meses gestando por una cantidad que no llega siquiera al salario medio de Estados Unidos.
Si alguien quiere estudiar cómo la guerra de clases comienza en el útero, está todo en la entrevista de la revista Hola. Cuando Obregón no tiene “ni idea” de cómo fue el parto y la mujer que vemos caminar en bata en la portada opuesta es anónima. Tampoco sabemos cómo está. Si el parto fue por cesárea, si pasó mala noche, si no consiguió dilatar durante horas o cuál es su estado psicológico tras despedirse del bebé como manda el contrato. “Ni idea. Yo estaba en una nube. ¡Cuántas emociones para un ser humano!”, respondía Obregón cuando le han preguntado. De esto van los vientres de alquiler. La mujer que ha parido solo tiene obligaciones y un derecho: la cantidad económica acordada. En este caso, unos 3.000 míseros dólares al mes, según la revista Lecturas.
La realidad de las portadas —espejo ambas de la gestación subrogada— es tan descarnada, la riqueza de una contrasta tanto con las dificultades para salir adelante de la madre gestante, que el resto de debates languidecen. Este abuso supera la polémica por los 69 años de Obregón, el semen congelado para procrear a una niña huérfana o la intención de seguir utilizándolo para cumplir con “el deseo” ya póstumo de tener cuatro más.
Los contratos de la felicidad de hombres y mujeres no pueden firmarse sobre los derechos de las más pobres
El debate político de la regulación es falso porque en España está ya regulado. Está prohibido y el Supremo lo dejó claro en una sentencia de hace tres meses. Podemos debatir sobre la ciencia y las posibilidades infinitas que nos da para engendrar hijos. Y todos los debates, incluidas cada una de las opciones, serían aceptables, si el recipiente fuera una incubadora. De momento, por más que avance la ciencia, siguen siendo los vientres el núcleo del debate. El desprendimiento del capitalismo salvaje después de las últimas dos crisis no puede llevarnos a futuros políticos alternativos donde la desigualdad sigue en la raíz de una sociedad mercantilista. Los contratos de la felicidad de hombres y mujeres no pueden firmarse sobre los derechos de las más pobres.
No es un futuro distópico ni nuevos capítulos de Black Mirror. Es la realidad que nos rodea y hacia donde nos arrastran las infinitas formas de comprar al otro si no hay freno legal. En la novela con la que ha debutado la escritora Joanne Ramos, graduada en Princeton, imagina una clínica de subrogación financiada por un fondo de capital riesgo. Allí, los coordinadores vigilan a las gestantes pagadas por los ultra ricos. En el mercado del lujo cabe todo. Si se puede pagar, se puede comprar. A Paris Hilton le daba miedo parir y lo ha hecho otra por ella. Habrá (y hay) ejecutivas y parejas de éxito que querrán evitar un parón en la carrera durante varios meses. Si los genes son tuyos y el cuerpo es de otra, no hay pérdida. “Al igual que una póliza de seguro, la gestación subrogada es un medio privilegiado de blindaje contra el riesgo, en este caso, el riesgo de embarazo”, escribe Noé Flora en The Nation. Bienvenidos a los deseos de la riqueza, al show en vivo de Ana Obregón. Eso es lo que algunos piden desregular.
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