Era la primera sesión de control de la legislatura después de siete meses y la noticia estaba en Estrasburgo. El doble juego de Félix Bolaños y Óscar Puente frente a la dirección más dura de Feijóo iba por un lado mientras surgía el debate más poderoso e inconcluso de Europa. El enfrentamiento de Pedro Sánchez y el líder del PP europeo, Manfred Weber, en la sesión plenaria del Europarlamento contiene la esencia de la encrucijada actual, la raíz del temblor que recorre las democracias comunitarias y va desde el Brexit a las próximas elecciones de mayo. Pedro Sánchez comparecía para dar cuenta de la presidencia española del Consejo de la UE y acabó en un choque frontal con la derecha de Weber en su pugna personal por ocupar el sitio de la actual presidenta de la Comisión. Pero fue más allá, Weber replicó el argumentario del PP para diferenciarse de Úrsula Von der Leyen abrazando a Vox.
El pecado capital de Weber no es cargar contra la amnistía y las políticas de la coalición, es buscar su sitio colocando a España al nivel del eje húngaro. Tachar al país que ha ganado a la extrema derecha el 23-J como la Polonia iliberal previa a Donald Tusk necesitada de “devolver el Estado de derecho” al país. Una trivialidad impropia en Europa. El intento de desprestigio de Weber tuvo su KO en la respuesta donde la derecha europea más allá de Feijóo no puede frivolizar: “¿Devolverían a Berlín las calles dedicadas al II Reich como hace Vox?”.
A Europa le ha ido mejor con el cordón sanitario. Desde la presidencia de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, se ha mantenido firme expulsándoles de todo espacio. Una señal insuficiente para su avance pero sí necesaria. Macron ganó a Le Pen en segunda vuelta y fue un triunfo comunitario, casi global. En Alemania es impensable que los conservadores (la unión de CDU, la formación de Angela Merkel, y la CSU, su partido hermano bávaro) se alíen con los neonazis de Alternativa por Alemania (AfD). El conservador Donald Tusk ha recuperado Polonia aguantando el tirón del cordón durante 8 años, apostando por la vuelta a Europa sacudiendo a la extrema derecha hermanada con Hungría. En España, el voto de las mujeres y la reacción catalana a la amenaza de Vox fueron definitivos para dejarles fuera. El frenazo, la ‘aldea gala’ en palabras de Pedro Sánchez, ha servido de dique a la corriente ultra que antes de verano entraba por las puertas abiertas de Europa. Meloni en Italia, Trump a la cabeza de las encuestas, ahora Milei en Argentina…
A Weber y a Feijóo les une el mismo dilema. El precio de alcanzar el poder pasa por la capitulación con la extrema derecha. Aceptar gobernar con los ultras como atajo para hacerse con las presidencias de turno
A Weber y a Feijóo les une el mismo dilema. El precio de alcanzar el poder pasa por la capitulación con la extrema derecha. Aceptar gobernar con los ultras como atajo para hacerse con las presidencias de turno. El líder del PP europeo confronta el liderazgo de Ursula Von der Leyen hacia una futura candidatura de la Comisión quitando ese muro. Feijóo ya lo hizo el 28 de mayo con un pacto de gobierno estructural a todos los niveles.
Bajo esta alianza, lo más grave del viaje de Santiago Abascal a Argentina no ha sido la proclama de "colgar de los pies” al presidente —que lo es— sino el reconocimiento público de la estrategia conjunta con el autócrata Viktor Orban para las elecciones europeas. El grueso de las amenazas verbales de Abascal tapan el pacto antieuropeo del socio del PP. Feijóo no es responsable de las embestidas dialécticas de Vox, pero sí de los pactos con quien da la mano a Hungría, el miembro de la UE que más amenaza el Estado de derecho de la Unión.
España está en minoría en Europa, con 3 gobiernos socialdemócratas de 27 países. Pero Sánchez acierta en señalar el muro a Vox en la cuna del Parlamento Europeo. A Europa le ha ido mejor confrontando y aislando a la extrema derecha que integrándola, como hace Alberto Núñez Feijóo y avala Manfred Weber. La pugna en 2024 hasta la cita de mayo, de cara a la conformación de la gobernabilidad europea en una geopolítica con amenazas complejas, se juega en mantener el dique ultra o en bajar las compuertas. A las futuras sesiones plenarias en Estrasburgo y Bruselas les pasará como esta semana, tendrán más peso que nuestras esperadas sesiones de control. Cada vez nos jugamos más fuera que dentro. Y también viceversa, lo nacional cada vez se juega más fuera.
Era la primera sesión de control de la legislatura después de siete meses y la noticia estaba en Estrasburgo. El doble juego de Félix Bolaños y Óscar Puente frente a la dirección más dura de Feijóo iba por un lado mientras surgía el debate más poderoso e inconcluso de Europa. El enfrentamiento de Pedro Sánchez y el líder del PP europeo, Manfred Weber, en la sesión plenaria del Europarlamento contiene la esencia de la encrucijada actual, la raíz del temblor que recorre las democracias comunitarias y va desde el Brexit a las próximas elecciones de mayo. Pedro Sánchez comparecía para dar cuenta de la presidencia española del Consejo de la UE y acabó en un choque frontal con la derecha de Weber en su pugna personal por ocupar el sitio de la actual presidenta de la Comisión. Pero fue más allá, Weber replicó el argumentario del PP para diferenciarse de Úrsula Von der Leyen abrazando a Vox.