Emulando una viñeta de El Roto de mayo de 2011, los sanitarios salieron a la calle y el populismo de Isabel Díaz Ayuso súbitamente enmudeció. Las denuncias del colapso de la sanidad pública madrileña han tenido por fin un efecto crucial. Ante asuntos vitales, la capacidad de resistencia, la reacción cívica y profesional, ha superado el ruido intencionado que intentaba taparlo. Paradójicamente, el ventilador de populismos de la fábrica madrileña ha dejado de funcionar contra la oposición y solo afecta a un Núñez Feijóo desdibujado desde la ruptura del pacto del Poder Judicial. Ha dado igual que Ayuso llame a Pedro Sánchez "el Le Pen" de la izquierda europea, lo compare con el régimen del nicaragüense de Daniel Ortega o denuncie que quiere meter “en la cárcel a la oposición ” y un plan monclovita contra el rey para instaurar la República. Esta vez, los insultos –desvaríos, más bien– han amplificado la protesta. Donde había 300 médicos en huelga a principios de semana, ahora hay 5.000 convocados al paro indefinido.
Es muy buena noticia que el uso de la antipolítica dialéctica de Ayuso no haya podido tapar la realidad de la política sanitaria en Madrid. De esto van los populismos, soltar barbaridades o falsas promesas, según convenga, para ocultar una mala gestión o un modelo político que pretende imponerse por la puerta de atrás. Brexit, Trump, la fugaz Liz Truss. Y no hay portada de Político.eu, referencia del Financial Times ni selfie en los mítines de Feijóo que valgan. El sistema público de salud del gobierno autonómico más liberal está al límite y los profesionales han dicho basta.
La derecha mediática que remató a Pablo Casado, la misma que señaló el camino a Feijóo hace unos días, ha mandado un mensaje a Díaz Ayuso. Según el sondeo de Sigma Dos para El Mundo, la sanidad supera a la inflación como el principal problema de los madrileños. Incluidos un 40% de votantes del PP. La encuesta va acompañada de toda una batería de cifras que los profesionales sanitarios, la oposición de Más Madrid y PSOE llevan meses denunciando. Faltan doctores infantiles, de atención primaria y las listas quirúrgicas se falsean con los tiempos de espera para un primer diagnóstico. Hay 730.000 personas esperando una prueba o primera consulta, según datos de la consejería.
Por más que la presidenta madrileña culpe a la oposición, a Mónica García, a Pedro Sánchez, a los radicalismos de izquierdas, a los profesionales, a las asociaciones y sindicatos, el colapso de la sanidad pública estaba anunciado desde la pandemia
Como ejemplo, el médico de familia y diputado de Más Madrid Javier Padilla desplegó una ristra de folios en la Asamblea con las incidencias en los centros de urgencias de atención primaria de los últimos días. “¿Cuáles van a abrir mañana? No lo puede decir porque no tiene ni idea”, espetó al consejero Enrique Ruiz Escudero. Miguel Montejo, también diputado y médico, ha ido grabando los centros de urgencias cerrados mientras Ayuso decía que era una huelga política. Los pediatras y decenas de especialistas van de plató en plató exigiendo turnos razonables y no acumular de 30 a 50 pacientes al día. No piden subidas de sueldos, sino las condiciones necesarias para garantizar la atención a los pacientes.
La gestión sanitaria de Ayuso y sus consecuencias han estallado a seis meses de las autonómicas. Por más que la presidenta madrileña culpe a la oposición, a Mónica García, a Pedro Sánchez, a los radicalismos de izquierdas, a los profesionales, a las asociaciones y sindicatos sanitarios, el colapso estaba anunciado desde la pandemia. Ayuso debería recordar que esto mismo hizo más daño al anterior PP de Madrid que los casos de corrupción que acabaron con el ejecutivo de Esperanza Aguirre. En 2014, Ayuso era diputada autonómica y responsable de redes sociales del PP madrileño. Ese año los sanitarios, con un PSOE hundido en la oposición y los sindicatos destrozados por la crisis, denunciaron en los tribunales la externalización y salieron a manifestarse cada domingo. Invierno y verano, solos bajo la lluvia o el frío. Los dirigentes de Más Madrid Mónica García, Miguel Montejo o Javier Padilla lo recuerdan porque eran sanitarios entonces. La marea de batas blancas ganó en la calle y en los tribunales. La Justicia paralizó el intento de privatización y se llevó por delante al entonces consejero Javier Fernández Lasquetty.
Es cierto que las carencias de la sanidad pública son nacionales. Faltan médicos en toda España, dice Ayuso. De hecho, el mayor número emigró en las legislaturas de 2011 a 2018 sin que Rajoy lo evitara. La vuelta de esos jóvenes, evitar que sigan yéndose, le toca ahora al Gobierno de Sánchez. Pero una cosa es la necesidad de reforzar el sistema público de salud, tan maltrecho como imprescindible, y otra es frenar la privatización encubierta. A fuerza de dejar hospitales y centros de atención primaria medio vacíos para expulsar al sistema privado a quien pueda pagarlo. Esto es lo que subyace en Madrid. Los sanitarios de todo signo acaban de desarmar la estrategia de manera irreversible. Las embestidas populistas han sido desactivadas.
Emulando una viñeta de El Roto de mayo de 2011, los sanitarios salieron a la calle y el populismo de Isabel Díaz Ayuso súbitamente enmudeció. Las denuncias del colapso de la sanidad pública madrileña han tenido por fin un efecto crucial. Ante asuntos vitales, la capacidad de resistencia, la reacción cívica y profesional, ha superado el ruido intencionado que intentaba taparlo. Paradójicamente, el ventilador de populismos de la fábrica madrileña ha dejado de funcionar contra la oposición y solo afecta a un Núñez Feijóo desdibujado desde la ruptura del pacto del Poder Judicial. Ha dado igual que Ayuso llame a Pedro Sánchez "el Le Pen" de la izquierda europea, lo compare con el régimen del nicaragüense de Daniel Ortega o denuncie que quiere meter “en la cárcel a la oposición ” y un plan monclovita contra el rey para instaurar la República. Esta vez, los insultos –desvaríos, más bien– han amplificado la protesta. Donde había 300 médicos en huelga a principios de semana, ahora hay 5.000 convocados al paro indefinido.