¿Y si el FBI no son los buenos?

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Los derechos de este vídeo pertenecen a RTVE

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Estamos aquí tan entretenidos con el lío de Rajoy y su confesión de que está dejando que pase el tiempo y llegue su oportunidad en junio, o la broma de Iglesias pidiendo a los demás algo tan lejano a sus formas como la humildad, que apenas nos estamos enterando de un pulso en el que nos jugamos algo tan valioso y en riesgo como poder seguir gozando de territorios de intimidad frente al poder político.

La decisión de Apple de negarse a la petición de una juez estadounidense para que el FBI pueda tener acceso al iPhone de unos terroristas que acabaron con la vida de 14 personas en California, eleva el viejo pulso entre las tecnológicas y la administración estadounidense a niveles de acontecimiento histórico. Habrá un antes y un después del final de esta batalla.

La mayoría de los teléfonos móviles que ahora mismo se venden está dotado de un sistema operativo, desarrollado por Apple o por Google, que desde 2014 incorpora un código de apertura de los aparatos que sólo tiene el usuario –ni siquiera los propios fabricantes pueden desbloquear esos aparatos–. Al menos eso afirman.

Ahora el FBI pretende que Apple lo haga con el de los terroristas, y le pide a la primera compañía estadounidense que desarrolle un sistema que permita romper esa barrera para poder acceder a los datos de ese móvil. Asegura la Oficina Federal de Información que es vital para la investigación y que sólo se utilizaría en éste y otros casos similares. La justicia ha apoyado su petición y exige a Apple que facilite esa “llave maestra”.

Tiene su razón. Y se podría entender mejor en un país como el nuestro que durante tantos años ha sufrido el terrorismo y en un tiempo en que la globalización alcanza también a la brutalidad del crimen masivo, en el que terrorismo es un mal internacional que afecta a todos. De sentido común, diría Rajoy. Hay un bien superior –la lucha contra el terrorismo–, que requiere compromiso de todos, podría afirmarse. De hecho, ese es el criterio del tribunal y de la administración estadounidense.

Pero hay otra verdad incuestionable y un riesgo real que la negativa de Apple pretende evitar: abrir al poder la puerta de uno de los pocos territorios de intimidad que todavía puede gozar el ciudadano corriente. Incluso en el caso de que no fuera cierto que las grandes empresas tecnológicas no tengan acceso a la información de sus aparatos, creo que cualquiera preferiría mantener esa duda que la certeza de que cualquier servicio secreto del mundo pudiera acceder a cualquier información que cualquier ciudadano almacenara en su móvil. La lógica del poder y sus manifestaciones más recientes en este territorio deja pocas dudas de que abrir ahora la puerta sería dejarla abierta para siempre, la llave maestra de hoy es su linterna para entrar en este otro territorio de nuestra intimidad cada vez que lo consideren oportuno, e incluso que lo hagan también los terroristas a quienes sesupone que se pretende combatir.

La defensa que Apple hace de su posición tiene sin duda razones comerciales, pero su éxito nos beneficiará no sólo como clientes y usuarios sino, sobre todo, como ciudadanos.

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La tecnología tiene como objetivo mejorar la vida de las personas, pero en los últimos tiempos sus avances han servido para que pierda calidad en la medida en que cada vez somos más transparentes para los que mandan y estamos más vigilados por quienes tienen el poder.

Nos estamos jugando mucho en este pulso: no es sólo una cuestión de poder, o de influencia, o de compromiso con la lucha antiterrorista. Algún día alguien tendrá que decir basta, y puede que éste deba de ser el momento.

Aunque tengamos que pasar por lo que afirma en su cuenta de twiter el ex espía Edward Snowden: “El FBI está creando un mundo en el que los ciudadanos dependen de Apple para defender sus derechos”.

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