Desde finales de enero me acompaña a todas partes el Charles Chaplin de El gran dictador. Chaplin escribió, rodó y estrenó la película en 1940, antes de que Estados Unidos entrara en guerra contra Alemania. Porque –aún sin Twitter- le dolía lo que estaba pasando en Alemania.
“Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos”.
Eso y más decía en su discurso final ese barbero convertido en doble de un dictador valientemente parecido a Hitler. Hace 77 años. Ahora.
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- ¿Qué burrada hará hoy Trump?- me preguntan en casa antes de ir al colegio.
- ¿Qué ha hecho, mamá? ¿Qué ha hecho?- me preguntan por las noches.
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Estamos todos asustados y mustios, conscientes, también, de no estar suficientemente asustados y mustios. Y, como siempre, la esperanza está en los ciudadanos: Sally Yates, la fiscal general que fue despedida por considerar ilegal el veto migratorio; Ann Donnelly, la jueza de Brooklyn que se ha negado a deportar a los viajeros retenidos en los aeropuertos estadounidenses; Sergey Brin, el cofundador de Google que se acercó –no en un tuit, sino en persona- al aeropuerto de San Francisco a protestar: “Estoy aquí porque soy un refugiado más”.
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- ¿Qué países son? Recuérdamelo otra vez- le pido a Chaplin al meterme en la cama.
- ¿De momento?
- De momento…
- Irán, Irak, Libia, Siria, Somalia, Sudán, Yemen.
- “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, no dije nada. Yo no era comunista…”- y le recito, el poema que muchos atribuyen a Bertol Brecht y que es de Martin Niemöller.
- No te pongas intensa.
- Ya, pero es que, mientras tanto, el terrorista de Quebec a quien admira es a Trump y a Le Pen…
- ¿Y te sorprende?
- No. Nada más parecido a un intolerante que otro intolerante…
La sombra de Chaplin me regaña porque me prefiere activa y fuerte.
- Si no vas a dormir, haz algo útil- me dice acercándome el kindle en el que ha descargado la trilogía de los Coughlin de Dennis Lehane.
Tres novelas negras (y políticas) con unos diálogos tan realistas y unos personajes tan bien construidos que paso la noche en sus vidas. Joe Coughlin es un gángster, pero tiene código. Y las novelas de Lehane (autor de ‘Mystic River’ y ‘Shutter Island’) siempre son extraordinarias.
Las cachorritas vienen a sacarme de Boston y Tampa a gritos. Han encendido el ordenador con el Colacao y andan revolucionadas: “Mamá, mamá, mira el periódico, que Europa llama a Trump ‘amenaza exterior’…”.
- Mamá, ¿a que mola Europa?
Por la noche les cuento que Trump le ha colgado el teléfono al primer ministro australiano y se parten de risa. “Australia también mola”.
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Y repasamos las ocho iniciativas para resistir a Trump que mi admiradísimo amigo Antoni Gutiérrez Rubí ha listado, con ejemplos, en su canal de telegram.
- Publicidad comprometida: Corona.
- Activismo judicial: esta denuncia del conflicto de intereses entre sus actividades empresariales y su cargo.
- ARTivismo: Shepard Fairey, creador del “Hope” de Obama, ha reunido a más diseñadores en http://theamplifierfoundation.org.
- Estrategia de comunicación. Los mensajes sencillos que recomienda George “no pienses en el elefante” Lakoff.
- Humor inteligente. Recomendado por John Carlin.
- Más política. Este impulso de iniciativas y candidatos progresistas en todos los ámbitos.
- Más y mejor periodismo. “Dejaremos a Trump en evidencia cada vez que mienta” (Martin Baron, director de The Washington Post).
- Leyes. Otra vez Ann Donnelly.
Ver másLas calles, otra vez
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- O sea, mamá, juntos y sin aceptar pasos atrás.
- Right!
Desde finales de enero me acompaña a todas partes el Charles Chaplin de El gran dictador. Chaplin escribió, rodó y estrenó la película en 1940, antes de que Estados Unidos entrara en guerra contra Alemania. Porque –aún sin Twitter- le dolía lo que estaba pasando en Alemania.