Donald Trump luchará con Joe Biden o con Bernie Sanders en el mes de noviembre por la Presidencia de los Estados Unidos. Esta es la conclusión que se extrae después del supermartes de las primarias demócratas. Queda por determinar en las próximas semanas si Sanders vuelve a quedarse a las puertas de la nominación o consigue esta vez superar la fuerza que supone todo el establishment del partidoestablishment. Hace 4 años, Hillary Clinton le ganó con cierta comodidad (55% de los delegados frente a 43%). En aquella campaña, el discurso rupturista de Sanders fue superado ampliamente por la poderosa candidatura de Clinton. La idea de que una mujer alcanzara la presidencia después de Obama supuso un reclamo más que suficiente para aglutinar a la mayor parte de los votantes demócratas.
Este año se repite la contienda entre un candidato, Joe Biden (73 años y exvicepresidente con Obama), que sigue la estela más moderada y tradicional, y Bernie Sanders (78 años y senador por Vermont) apoyado en un discurso más radical e izquierdista. La guerra entre ambos sectores está siendo especialmente encarnizada. Buena parte de los candidatos a primarias se están retirando antes de lo habitual para situarse ya en uno de los dos bandos. La diferencia, respecto a hace 4 años, es que Sanders parecía contar esta vez con mayor fuerza de partida. Hay que tener en cuenta que la figura de Biden no resulta especialmente atractiva y motivadora para un amplio sector de los demócratas. Además, la era Trump ha supuesto todo un trauma para los progresistas estadounidenses que desean más que nunca un cambio absoluto.
Desgraciadamente, la batalla entre más o menos izquierdistas parece haberse ido de las manos. Robert Rubin, que fuera secretario del Tesoro en los años 90, reiteraba públicamente hace un par de días lo que se ha convertido en la reflexión de moda en los Estados Unidos: “Si los demócratas seguimos divididos, caeremos”. Lo llamativo en esta campaña es que el debate central es particularmente cruento puesto que enfrenta abiertamente a los dos frentes ideológicos que subsisten en el Partido Demócrata. Son destacadas figuras del propio partido las que más activamente se están declarando contrarias a la llegada de un socialista, tal y como se ha autodeclarado el propio Sanders, a la Casa Blanca. Posiblemente, nadie hubiera podido imaginar que algún día pudiera llegar siquiera a plantearse como posibilidad.
Evidentemente, lo que Sanders llama socialista tiene más que ver con la acepción tal y como la entendemos en Europa. Su referente como país socialista es Dinamarca. Muchos de sus defensores intentan suavizar su discurso con el fin de evitar que el voto del miedo pueda extenderse. Hace unos días, el economista Paul Krugman escribía una tribuna titulada “Sanders no es socialista” y defendía que “si Sanders se convierte en el candidato presidencial demócrata, su autodescripción engañosa será un regalo para la campaña de Trump”. Sanders y sus asesores saben realmente lo que están haciendo de forma intencionada para buscar un arrollador apoyo de una buena parte de los estadounidenses. En concreto de quienes defienden que el capitalismo liberal más salvaje que representa Trump no es su opción.
El Instituto Gallup ha hecho público recientemente un interesante estudio sobre la percepción de los ciudadanos estadounidenses respecto a las ideologías políticas. La encuesta reafirma la tendencia marcada en la última década. En los últimos años, a medida que la edad desciende, se observa cómo los norteamericanos han dejado de seguir creyendo en que el capitalismo sea el mejor sistema económico posible. La crisis vivida a partir del año 2008 causó un profundo impacto en una generación que vio truncada su esperanza en el futuro. Para los menores de 40 años, en Estados Unidos, hoy en día no existe diferencia de valoración entre capitalismo y socialismo.
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Evidentemente, este proceso no es tan marcado entre generaciones más adultas. Los ciudadanos entre 40 y 54 años no manifiestan ningún desgaste en su positiva valoración sobre el sistema capitalista (61% lo valoran positivamente frente al 39% del socialismo). En el caso de los mayores de 55 años la diferencia es aún mayor (68% frente a 32%). De hecho, en términos de edad, la división entre los seguidores de Biden y Sanders es nítida. Los más jóvenes apoyan al senador de Vermont. Los mayores al exvicepresidente de Obama. También es diferencial la cuestión racial. Los afroamericanos votan a Biden de forma abrumadora. Mientras, los latinos se inclinan por Sanders.
Nos esperan semanas de un combate brutal y descarnado entre las dos almas de los demócratas. En el sistema electoral estadounidense no es tan significativo el número total de votos como el hecho de sacar el máximo rendimiento a votos decisivos en los estados que están más igualados. Trump perdió las elecciones en conjunto por tres millones de votos frente a Clinton y, sin embargo, ganó la presidencia gracias a 70.000 votos reunidos en Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Esto implica que ahora mismo es muy difícil medir cuál es mejor candidato para poder ganar a Trump en noviembre. Tradicionalmente, en EEUU los presidentes suelen conseguir la reelección, pero este hecho ha dejado de ser una norma en las últimas décadas. Gerald Ford (1977), Jimmy Carter (1981) y George Bush padre (1993) perdieron siendo presidentes.
La clave en esta ocasión va a depender de que la batalla Biden-Sanders no provoque un enfrentamiento interno extremo dentro del Partido Demócrata. Un exceso de agresividad en la disputa puede acabar por romper la indispensable unidad tras la nominación. Hace 4 años, después de una campaña de primarias no especialmente áspera, un significativo número de los que apoyaron a Sanders decidieron no votar a la oficialista Hillary Clinton facilitando su derrota. Sin unidad, los demócratas no tendrán oportunidad alguna frente a un electorado republicano fuertemente volcado en apoyar sin fisuras a Donald Trump.
Donald Trump luchará con Joe Biden o con Bernie Sanders en el mes de noviembre por la Presidencia de los Estados Unidos. Esta es la conclusión que se extrae después del supermartes de las primarias demócratas. Queda por determinar en las próximas semanas si Sanders vuelve a quedarse a las puertas de la nominación o consigue esta vez superar la fuerza que supone todo el establishment del partidoestablishment. Hace 4 años, Hillary Clinton le ganó con cierta comodidad (55% de los delegados frente a 43%). En aquella campaña, el discurso rupturista de Sanders fue superado ampliamente por la poderosa candidatura de Clinton. La idea de que una mujer alcanzara la presidencia después de Obama supuso un reclamo más que suficiente para aglutinar a la mayor parte de los votantes demócratas.