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Aquí manda el que manda

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Siempre que se producen remodelaciones de Gobierno, se suele acabar hablando de vencedores y vencidos. En este caso, parece que hay poca duda. Pedro Sánchez ha dado una indiscutible muestra de fuerza y liderazgo. El presidente ha formado un Ejecutivo en el que se aprecia con claridad el efecto que han tenido los últimos procesos electorales en Cataluña y en Madrid. Se trata de un grupo mucho más cohesionado en el fondo y más coherente en las formas. Han desaparecido todas las diferentes corrientes de poder interno que solían entrar en conflicto. Va a ser imposible hablar ahora de lucha de poder alguna dentro del Gabinete. Si algo queda claro, es que aquí manda el que manda.

Fuera los desgastados y poco mediáticos

Los rasgos de los que se han marchado pueden agruparse en dos grupos. Por un lado, aquellos que daban al Gobierno un aire más tradicional y anticuado. Por edad y, seguramente, por estar quemados por el desgaste de su gestión, caen nombres como Calvo, Ábalos o Celaá. Nadie duda del enorme peso e influencia que han tenido durante estos meses pasados. Sin embargo, su presencia aportaba rasgos que quizá ahora no sean tan necesarios como otros.

Por otra parte, han sido sustituidos los que han tenido una presencia menos significada y valorada por la ciudadanía como González Laya, Rodríguez Uribes, Duque o Campo. Da la sensación de que se ha realizado un importante intento para reforzar y mejorar la imagen pública del Ejecutivo. Han salido los que estaban más desgastados y los que menos proyección mediática habían alcanzado. Se van los ministros más apagados en su forma de comunicación.

Llegan cinco mujeres con proyección

Resulta evidente que en los nuevos rostros que se incorporan hay un patrón dominante que faltaba en la imagen que el Gobierno había asentado. La principal novedad es la llegada de hasta cinco mujeres que reúnen una demostrada experiencia en la gestión política, con un marcado aire de renovación. El grupo formado por Isabel Rodríguez, Raquel Sánchez, Pilar Llop, Diana Morant y Pilar Alegría pretende aportar una decidida apuesta por la regeneración, el optimismo y la presencia mediática. Seguramente, nos habituaremos a verlas a menudo en los medios como nuevos referentes de un Gabinete que aspira a jugar la baza de la juventud, el conocimiento y cierta alegría de espíritu en sus formas.

La remodelación ministerial consolida un equipo que busca contrapesar la batalla apocalíptica y tenebrosa que la derecha quiere imponer. Frente a los discursos que auguran el cataclismo que está por llegar, Pedro Sánchez parece que desea promover una alternativa que visualice el esfuerzo compartido por la recuperación de un país que debe alejarse del decaimiento y la desmoralización y subirse al tren de la esperanza en los tiempos de reconstrucción que deben implementarse tras el verano.

Elecciones al final del camino

La juventud política de algunas de las apuestas de Sánchez parece que muestra también que el horizonte electoral es el destino final de la legislatura, tanto en las autonómicas y municipales de 2023 como en las generales de 2024. El bautizado como efecto Illa demostró la fuerza que puede tener concurrir a las urnas después de haber gestionado con una alta valoración algún área importante del Gobierno. Hay varias alternativas posibles con las que el PSOE puede pensar en el futuro del partido en territorios que necesitan sumar nuevos valores como Madrid, Aragón, Cataluña, Valencia o Castilla-La Mancha.

Las elecciones en Madrid mostraron cómo candidatas como Díaz Ayuso o Mónica García dejaban a los socialistas sin nadie que pudiera confrontar con ellas. Ambas representaban un perfil dinámico, renovador y vitalista, pese a encontrarse en las antípodas ideológicas. La propia Yolanda Díaz, al frente ahora de UP, de alguna manera ejemplifica también un biotipo político similar. Los socialistas no tenían perfiles que pudieran contraponer a ese interesante registro. Ahora, desde el Gobierno, va a tener la oportunidad de mostrar también esa cara con gran peso y relevancia.

Iván Redondo y Óscar López

La salida voluntaria de Iván Redondo y su sustitución por Óscar López implica un cambio conceptual de gran calado. Redondo representaba la profesionalización de la vida política por encima de los principios ideológicos y partidistas. Su visión, externa al Partido Socialista, podía sumar un punto de vista más abierto y frío. Desde el PSOE, eran muchas las voces que se quejaban de esta deriva, al considerar que les hacía perder identidad ideológica y que, con ello, se producía un alejamiento emocional con las bases y los votantes. 

Óscar López representa a la vez lo mismo y lo opuesto a Iván Redondo. Como él, tiene amplio conocimiento del juego de la estrategia política, del análisis sociológico y de la organización de equipos. A cambio, cuenta con una acreditada militancia socialista y un compromiso ideológico indiscutible. A buen seguro, López tendrá más fácil su relación con Ferraz y los territorios y podrá interpretar la sensibilidad vital del elector socialista.   

Siempre que se producen remodelaciones de Gobierno, se suele acabar hablando de vencedores y vencidos. En este caso, parece que hay poca duda. Pedro Sánchez ha dado una indiscutible muestra de fuerza y liderazgo. El presidente ha formado un Ejecutivo en el que se aprecia con claridad el efecto que han tenido los últimos procesos electorales en Cataluña y en Madrid. Se trata de un grupo mucho más cohesionado en el fondo y más coherente en las formas. Han desaparecido todas las diferentes corrientes de poder interno que solían entrar en conflicto. Va a ser imposible hablar ahora de lucha de poder alguna dentro del Gabinete. Si algo queda claro, es que aquí manda el que manda.

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