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La boda roja

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Pablo Iglesias ha manifestado en numerosas ocasiones su fervor por Juego de Tronos. Posiblemente lo recuerden saltándose el protocolo para regalarle a Felipe VI un DVD de la serie durante la visita de este al Parlamento Europeo. Nada que objetar, salvo, tal vez, que un verdadero republicano se la hubiera regalado en un pendrive y con un virus incluido. Ya saben, el viejo topo en versión informática.

En el gesto de Iglesias con el rey, que con posterioridad el secretario general de Podemos calificaba de “irónico y simpático”, es imposible no detectar una cierta malicia.

Juego de tronos es una serie en la que se narra la disputa por hacerse con el Trono de Hierro de los Siete Reinos, ostentado en ese momento por una dinastía plagada de defectos y vicios que pervive en medio de intrigas de todo tipo. Ocurre en un entorno medieval fantástico, con un bien saneado sistema de pensiones gracias a una alta mortalidad endémica. Podría decirse que si en España el ratio de cotizantes por pensionista es de dos trabajadores por persona jubilada, en la serie si, cosa improbable, llegas a los setenta sin que una espada, un veneno o un zombie se cruce en tu camino, tienes a no menos de treinta ciudadanos cotizando para ti; esto es, matando a otros ciudadanos.

El mismo Iglesias, para más inri,  afirmaba con posterioridad que la crisis de Poniente, que así se llama el lugar geográfico donde se ubican los Siete Reinos, tenía muchas similitudes con la situación española y que, salvando las distancias, podía “servir para entender la crisis política que vive nuestro país”. Convendrán ustedes en que ofrecer a un rey para su entretenimiento una ficción en la que han muerto ya tres monarcas, ninguno de los tres por causas naturales, puede calificarse con toda justicia de regalo envenenado.

La sorpresa es que la ironía a la que se refería Iglesias se ha vuelto contra él. Nadie hubiera imaginado entonces que dos años después fuera el propio entorno del secretario general el que viviera estremecido entre luchas, maquinaciones y complots.

Podría haber sido peor si Iglesias en lugar de la serie hubiera elegido regalar el libro. No el de R.R. Martin, autor de la saga literaria Canción de Fuego y Hielo en la que se basa la adaptación televisiva, sino Ganar o morir. Lecciones políticas de juego de tronos, publicado en 2014 y en el que el secretario general de Podemos coordina una serie de artículos –alguno de los cuales también firma- de corte ensayístico destinados a analizar las analogías que determinadas tramas de la serie tienen con el ejercicio de la política.

En la introducción del libro, Iglesias cifra gran parte del éxito de Juego de Tronos en una correlación entre el momento que vive Poniente y el actual.  En ambos se adivina como inminente un “colapso civilizatorio” que para el líder de Podemos “conecta directamente con cierto pesimismo generalizado y cierta conciencia oscura del fin de nuestra civilización tal y como la conocemos”, y que afecta de manera especial a países como España, castigados por la crisis.

Por poco observador que uno sea, puede comprobar de nuevo que ese estado crítico tiene en el propio Iglesias un claro reflejo. De los quince autores que junto a él figuran en la solapa del libro, la mayoría de aquellos que pertenecen al entorno de Podemos han mostrado públicamente cierto desacuerdo con el rumbo elegido por Iglesias. El filósofo Santiago Alba Rico, Eduardo Fernández Rubiño, Daniel Iraberri Pérez y Clara Serra iban en la lista de Errejón. Tania Sánchez, aunque no estaba incluida, también mostró su preferencia para con ésta. Cristina Castello dimitió, junto a otros ocho miembros, de su cargo en el Consejo Ciudadano Autonómico madrileño en marzo de 2016 por estar en desacuerdo con la gestión del líder regional Luis Alegre, amparado en su momento por Iglesias. Un Alegre que también figura en la lista de autores y que criticó recientemente en un durísimo artículo al círculo íntimo del secretario general. Podría decirse que entre quienes pertenecen al entorno podemista en este libro, sólo Juan Carlos Monedero le sigue manifestando su adhesión inquebrantable.

En la obra, un sesudo ejercicio de analogías para cuyo disfrute parece necesario un adecuado conocimiento previo de los rudimentos conceptuales de la ciencia política, se percibe de manera diáfana el entendimiento de la crisis española como una oportunidad de cambio: “sólo las crisis, y por tanto las grandes disputas por el poder, inauguran tiempos históricos que cambian el devenir previsible de los acontecimientos”, escribe Tania Sánchez en el capítulo que firma.

Lo interesante de contemplar de manera retrospectiva, y algo frívola, “Ganar o morir” es acercarse a los artículos escritos por, por ejemplo, Íñigo Errejón, cuyo título adquiere ahora una trascendencia seguro no intencionada: Power is Power. Política y Guerra. Pablo Iglesias, por su parte, titula su aportación en solitario a este libro Boxeo y ajedrez. Entre espadas y sombras. Como pueden apreciar, hay tal grado de premonición en sus proposiciones como para conseguir sección propia en Cuarto Milenio.

Pero donde el texto adquiere mayor vigencia, contemplado desde la perspectiva de los últimos acontecimientos que ha vivido la formación morada, es en la contribución de Tania Sánchez: Reinos o partidos. Las luchas por el Trono de Hierro en la política española. Tania baja a tierra y en sus propias palabras da un “salto conceptual de la fantasía de Juego de Tronos a la realidad de la política partidaria patria”.

Para ese viaje, para establecer ese intencionado paralelismo, Tania Sánchez recurre al desenlace de una de las tramas de Juego de Tronos, en el que los contrayentes de una boda y todo su séquito son asesinados contraviniendo una antigua regla de hospitalidad que establece que un invitado se encuentra protegido contra cualquier tipo de agresión cuando ha tomado el “pan y la sal”  de la casa anfitriona. La “boda roja”, que es como se conoce el trance entre los seguidores de la serie,  sirve a Sánchez para elaborar el análisis teórico de un momento político concreto. ¿Y cuál creen que es ese momento con el que compara aquella traicionera escabechina? No lo van a creer: la elección de secretario general de un partido. Si existe un dios de las casualidades, Tania es su profeta.

La analogía, según Sánchez, queda establecida porque en ambos casos, ante el peligro de que los resultados no sean los deseados por la cúpula, los actores políticos dominantes no tienen inconveniente en contravenir las normas que se han pactado para el limpio desarrollo del proceso. Decía Sánchez en 2014: “Este actuar en función de normas formales e informales en el campo de batalla de una guerra a muerte puede asimilarse a los marcos de disputa y a las normas formales e informales que se establecen en el marco de un proceso congresual de un partido democrático”. Conclusión: Vistalegre II ha sido una boda que se les fue de las manos.

El texto fue escrito hace tres años, pero podría haber sido tecleado el lunes. “Establecido así, no es difícil pensar en la historia reciente de los procesos congresuales, en batallas a muerte entre ‘casas’ enemigas, que en otro tiempo y campo de juego actuaron unidas y con objetivos comunes”. A continuación pone como ejemplos la pugna entre Carme Chacón y Rubalcaba por la secretaría general del PSOE o la Asamblea Extraordinaria de Izquierda Unida en 2004. En ambos casos, afirma, los partidarios del candidato en ese momento más cercano al aparato contravinieron las normas para favorecerlo. Es posible que si Tania Sánchez tuviese oportunidad de reescribir de nuevo el ensayo, se decidiera a incluir la experiencia congresual de Podemos el pasado fin de semana entre los ejemplos de traición a la norma. Su denuncia pública acusando a Echenique, secretario de organización, de presentar “una propuesta de ‘parte’ con medios del partido” podría llevarnos a pensar que sí lo haría. Pero no podemos asegurarlo. Tendremos que esperar a la próxima lección.

En todo caso, Pablo Iglesias, ha conquistado ya su Trono de Hierro. Paradójicamente –ni siquiera el libro recoge este tipo de contingencias- esa victoria le fortalece al tiempo que le hace más débil. Se ha dejado en el esfuerzo el 33% de su ejército. Tan necesario para el asalto al cielo.

Pablo Iglesias ha manifestado en numerosas ocasiones su fervor por Juego de Tronos. Posiblemente lo recuerden saltándose el protocolo para regalarle a Felipe VI un DVD de la serie durante la visita de este al Parlamento Europeo. Nada que objetar, salvo, tal vez, que un verdadero republicano se la hubiera regalado en un pendrive y con un virus incluido. Ya saben, el viejo topo en versión informática.

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