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Ciudadana Del Rosario

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“[…] la intervención milagrosa de la Santísima Virgen del Rosario en las epidemias de 1681 y 1730 motiva que en 1755, en el terremoto de Lisboa que se dejó notar con bastante fuerza en nuestra ciudad, donde los gaditanos asustados corrieron hacia la puerta del convento de Santo Domingo para que los dominicos sacaran procesionalmente a la Virgen para parar la fuerza del mar, el Excmo. Ayuntamiento de la ciudad, nueve días después, tuviese a bien nombrarla Patrona y Protectora de la Ciudad de Cádiz”.

Este texto, donde se da por cierta la “intervención milagrosa” de la Virgen del Rosario en las epidemias de peste y fiebre amarilla acontecidas en Cádiz en las fechas señaladas no está inserto en una hoja parroquial de alguna iglesia gaditana, ni en uno de esos itinerarios que las cofradías editan para que, a modo de GPS rudimentario, los fieles tengan permanentemente localizados los cortejos. El párrafo cuelga de la página web del Ayuntamiento de Cádiz.

¿A quién puede sorprender, por tanto, que un consistorio que considera suficientemente probada la intervención de la Virgen del Rosario en una crisis humanitaria como para que el hecho figure en su página web le conceda agradecido la medalla de oro de la ciudad? Poco me parece para expresar la debida gratitud a esta precuela de Médicos Sin Fronteras. Es verdad que poco más se le podía ofrecer a quien ya es patrona de la ciudad, alcaldesa perpetua, y está además “coronada canónicamente” como se encargan de apostillar sus hagiógrafos, un reconocimiento que, signifique lo que signifique, debe de ser importante habida cuenta de que ni si quiera Tita Cervera parece poseerlo.

Sin embargo, el asunto de la concesión de la medalla de oro de una ciudad regida por un alcalde de Podemos con los votos favorables de PP, Ciudadanos y PSOE y la única oposición de Ganar Cádiz en Común (IU), a la sazón socio de gobierno, ha generado un enorme número de críticas a mi parecer injustificadas. Es verdad que debería sorprender que dos fuerzas como Podemos y el PSOE,  que tan firmemente sostienen el laicismo en la gestión institucional, se desmarquen tan incoherentemente de lo sostenido. Pero para que algo tan habitual como la incoherencia política nos siguiera resultando extraordinario tendríamos que considerar sorprendente nuestra propia respiración.

Yendo al fondo del asunto, yo creo que los partidarios del laicismo, en ocasiones, equivocamos el camino. Criticar el otorgamiento de la medalla a la virgen arguyendo que el Reglamento de Honores y Distinciones que regula estas concesiones exige que los destinatarios sean “personas físicas o jurídicas” y que ninguna de esas dos condiciones se dan cita en la Virgen del Rosario es un error estratégico. Para el laicismo resulta mucho más ventajoso invertir la carga de la prueba: dado que le ha sido concedida una medalla que sólo puede concederse a personas físicas o jurídicas, es lógico deducir que la Virgen es una de las dos cosas, si no las dos al mismo tiempo. Una vez que la virgen ha quedado convertida en sujeto desde el punto de vista de la ley, y sometido por tanto al imperio de esta, es el momento de la política. O, lo que es lo mismo: entre discutir con  alguien sobre si existe o no la virgen o poderla citar a una comisión de investigación, prefiero lo segundo.

Es verdad que, en un primer momento, la idea puede parecer una locura por lo complicado de encontrar algún hecho reprobable en la Virgen del Rosario, pero hemos de tener en cuenta que, a partir de la concesión de la medalla, la Virgen, a la que me referiré a partir de ahora como Ciudadana Del Rosario, ha perdido la obligada inmunidad que le confería su carácter de deidad etérea y, a efectos legales, es una más de nosotros. Ahora sólo queda hurgar en su biografía. Y no me refiero, como pensarán algunos, a esa presunta gestación subrogada que, además de permanecer en un limbo legal, en el caso de poder ser considerada delito ya habría prescrito.

A veces, como demostró el caso Al Capone, la ilegalidad más perniciosa tiene que ver con infracciones menores antes que con crímenes aparatosos. “¿A dónde quiere ir a parar?”, se preguntarán ustedes. Muy sencillo: si la Virgen es sólo una, ¿por qué tantos nombres? Virgen del Rosario, Virgen del Rocío, Virgen del Carmen… ¿No resulta extraño ese empeño en presentarse bajo tan distintas y variadas denominaciones?  ¿Hay que ser comisario jefe de la UDEF para sospechar que esas advocaciones podrían ser, en realidad, empresas pantallas? ¿No merece el pueblo de Cádiz una comisión que aclare el entramado societario de su alcaldesa perpetua? ¿No es razonable citar a la Ciudadana Del Rosario como compareciente en esa comisión?

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¿Entienden ahora por qué considero esa medalla una bendición para el laicismo? ¿Tienen idea de la expectación mediática que podría provocar una citación de ese tipo? No quiero hacer de Nostradamus, pero es muy posible que no acudiese a la cita. Salvo en el caso, claro está, de que para evitar esos titulares guasones a los que los periodistas tienen querencia cada vez que la realidad se los sirve en bandeja –“La Virgen no se aparece en la comisión”- sus más fieles devotos decidieran llevarla.

En ese caso, las circunstancias también juegan a nuestro favor. En tiempos en los que el uso de coche oficial se ha convertido en epítome del derroche del dinero público,  la Virgen del Rosario, no se sabe si por pereza o por una dependencia severa, necesita para moverse –según relación del Obispado de Cádiz y Ceuta- no menos de cuarenta costaleros a los que precede una cruz parroquial, una bandera concepcionista escoltada por seis faroles, cuatro cerifarios, un pertiguero, dos turiferarios,  la Asociación de Señoras de Santa Bárbara, las Damas de la Inmaculada, la Hermandad de Nuestra Señora de los Desamparados, la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de la Victoria, la Hermandad del Santo Ángel Custodio, un Coronel Jefe del CEFOT nº 2 del Acuartelamiento de Camposoto, un Coronel Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil y una banda de música, o dos si el Coronel de Camposoto tiene un día flamenco –esto último no lo dice el Obispado pero cualquiera que haya conocido a un Coronel de Camposoto sabe que es así.

¿Se lo imaginan? Si lo hacen, convendrán conmigo en que nada puede beneficiar más a los intereses del laicismo que ese impúdico dispendio. Lo dicho, esta medalla es un chollo. Qué importa si detrás se oculta una de las más sorprendentes puertas giratorias de los últimos tiempos: la de Kichi –ojalá que dentro de muchos, muchísimos años- instalado en el consejo de administración del cielo.

“[…] la intervención milagrosa de la Santísima Virgen del Rosario en las epidemias de 1681 y 1730 motiva que en 1755, en el terremoto de Lisboa que se dejó notar con bastante fuerza en nuestra ciudad, donde los gaditanos asustados corrieron hacia la puerta del convento de Santo Domingo para que los dominicos sacaran procesionalmente a la Virgen para parar la fuerza del mar, el Excmo. Ayuntamiento de la ciudad, nueve días después, tuviese a bien nombrarla Patrona y Protectora de la Ciudad de Cádiz”.

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