Cuando Jesucristo dijo aquello de “la verdad os hará libres” ningún judío tenía en mente la invención de Internet. De haber sabido el galileo que su doctrina se prolongaría en el tiempo hasta hacerse coetánea de la red de redes tal vez hubiera matizado sus palabras. Encontrar la verdad hoy día exige un esfuerzo mayúsculo. Tan grande que no sabe uno si conseguir la libertad a cambio es reclamo suficiente para que merezca la pena.
Antes de que el error de los sobres convirtiera cualquier otro asunto relacionado con la gala de los Oscar en un tema menor, el premio al mejor cortometraje documental había recaído en Cascos Blancos, una producción de Netflix que narra la historia de los voluntarios que en Siria buscan supervivientes tras los bombardeos a que es sometida la población civil.
Pero, ¿quiénes son los Cascos Blancos? ¿Qué sabemos de ellos? Y de aquello que sabemos, ¿qué parte es verdad?
No son pocos los medios que han dedicado espacio a relatar con tintes heroicos la labor de esta organización creada en 2013, que ha salvado la vida a 2.900 civiles sirios y que, sólo en Alepo, ha perdido a más de 30 miembros. Pero, en un mundo en que ya nada es fiable, la sombra de la sospecha se cierne sobre ellos cuando, por ejemplo, uno ve en Youtube cómo la periodista canadiense Eva Bartlett, recién llegada de Siria, desmonta en una rueda de prensa en la ONU la imagen beatífica de estos voluntarios para descubrirnos la cruda verdad: son filoterroristas, cómplices de una guerra iniciada para servir los intereses desestabilizadores de Occidente. Unos intereses a los que subordinan la agenda informativa los medios que informan de su labor humanitaria.
La comparecencia de Bartlett en la sede de la ONU, con la visible presencia del logotipo del organismo a sus espaldas, confiere a sus declaraciones un halo de credibilidad. No se indica en el vídeo que el acto es una iniciativa de la representación del gobierno sirio en Naciones Unidas, es decir, que el acto en el que la periodista presuntamente nos cuenta la verdad sobre el conflicto está patrocinado, precisamente, por una de las partes en conflicto.
La rueda de prensa se propagó luego por la red con el concurrente titular que advertía de que una periodista descubría todas las mentiras de los medios occidentales sobre la guerra de Siria y, particularmente, las relativas a los Cascos Blancos. Incluso algún medio español se hizo eco del asunto en forma de columna de uno de sus corresponsales en la zona.
Naturalmente, a esta veloz propagación sirvió el eco obtenido por las palabras de Bartlett en medios como RT (anteriormente Russia Today), el canal televisivo internacional multilingüe de Rusia. La misma interesada acogida que tuvo en Sputnik, un servicio internacional de noticias multimedia lanzado por la agencia de noticias rusa Rossiya Segodnya, creada por Putin en diciembre de 2013. El objetivo declarado en su web es “proporcionar información sobre la política estatal de Rusia y de la vida y de la sociedad rusa para el público extranjero”. Su director es Dimitri Kiseliov, nombrado a dedo por Putin. Kiseliov es un ex presentador televisivo cuya homofobia le llevó a afirmar en directo y a reconocer posteriormente en un artículo en The Guardian que los gays deberían tener prohibido donar sangre y esperma, y que una vez muertos sus corazones deberían ser enterrados o quemados para que no puedan ser trasplantados a nadie. Dicho esto, ¿es Kiseliov un tipo de fiar? De no serlo, ¿la desconfianza que provoca contagia a la entidad que dirige? ¿No es un poco maniqueo por mi parte mencionar su homofobia para indisponer contra él al inocente lector de este texto? Puede ser, aunque basta echar un vistazo a la información generada por esos medios para darse cuenta de que la intención real de Rossiya Segodnya y cualquier noticia que emane de ella es servir de propaganda a las políticas del Kremlin.
RT no es el único medio vinculado a un Estado que contribuye a la expansión de esa información sobre los Cascos Blancos. También lo hacen los medios públicos de Venezuela, cuyo gobierno se alía claramente en este conflicto con Rusia y Siria. De ahí se nutren también diversos blogs y foros, algunos con nombres con los que, de primeras, se hace difícil no empatizar, como el Forocontralaguerra, que se define como lugar “de debate para informar sobre la realidad de los conflictos bélicos y señalar a la barbarie capitalista como responsable de ellos”.
Volvamos a Eva Bartlett. Una de las afirmaciones de la periodista que obtuvo más resonancia es la que hace referencia a una foto que muestra el trabajo de los Cascos Blancos rescatando a Aya, una niña siria de la que Bartlett insinúa es un montaje fotográfico. Para ello arguye que la imagen de la pequeña fue usada varias veces ilustrando otros supuestos rescates en diferentes zonas del país. Ni que decir tiene que la acusación produjo otra catarata de enlaces. Entre ellos el de Global Research, un portal con apariencia seria en su diseño y que se autodefine como Centro para la Investigación sobre Globalización. Aunque ni si quiera ese ostentoso nombre logra ocultar su verdadera intención cuando uno observa el indisimulado antiamericanismo de sus titulares. Global Research vuelve al asunto de Aya cada vez que la imagen de un niño rescatado sacude al mundo, como en el caso del pequeño Omram, fotografiado en el interior de una ambulancia en Alepo. En este caso, Global Research incluye unas afirmaciones de indudable valor para corroborar su versión: las del propio Bashar Al-Assad afirmando que la foto de Omram es falsa. Respecto a las fotos de Aya, el canal británico Channel 4 realizó un fact check sobre la denuncia de Bartlett concluyendo que, al contrario de lo que decía la periodista, se trataba de diferentes víctimas. ¿Asunto zanjado? ¿Es esa le verdad? ¿Soy libre al fin? Depende.
Barltlett no es la única periodista pretendidamente independiente que insiste en sembrar dudas sobre la actividad de los Cascos Blancos. A la vuelta de un viaje a Siria, Vanessa Beeley también lo hace. Beeley, que durante años fue activista en Gaza, escribe para 21st Century Wire, un medio online norteamericano claramente pro Trump. Durante su estancia en Siria se la puede ver en una foto donando sangre junto a Bartlett. Que Vanessa sea amiga de Eva y Eva, según Channel 4, mienta, ¿convierte a Vanessa en una mentirosa? ¿Que aparezca en el programa radiofónico de Ron Paul, ideólogo del Tea Party norteamericano, para reafirmar indirectamente con su testimonio el posicionamiento de la ultraderecha estadounidense de que Obama jamás debió haber intervenido en esa guerra le resta credibilidad? O, por el contrario, esa coincidencia de representantes de posiciones tan extremamente diferentes, ¿debería hacernos pensar en la veracidad de la versión de Beeley? Aunque también es lícito imaginar que ante la conveniencia de dar por cierta una información que refuerza nuestro posicionamiento previo, al tiempo que sirve a nuestros intereses estratégicos, no hay barreras ideológicas que nos hagan rechazar un posible aliado. ¿Estoy mencionando esto para socavar la imagen de Beeley?
Para colmo de males, varios miembros de los Cascos Blancos se suman a finales del pasado año a la moda del manequin challenge, vídeos virales en los que los protagonistas permanecen inmóviles mientras una cámara les filma hasta que, en un determinado momento, comienzan a moverse. Lo hacen simulando el rescate de un joven de entre los cascotes. Pese a que los propios Cascos Blancos pidieron perdón por la frívola acción de sus compañeros, nada pudo evitar que otra riada de links inundara la red enlazando el vídeo como prueba fehaciente de la falsedad de la organización.
¿Y los grandes medios qué dicen? Las referencias a los Cascos Blancos en, por ejemplo, The New York Times, el Washington Post o The Guardian no albergan la más mínima sospecha sobre la autenticidad de la organización. CNN tampoco cuando informa sobre ellos, aunque este canal entrevistó en diciembre del año pasado a una tal Carla Ortiz, actriz boliviana, autora de un documental sobre Siria que preestrena en estos días y que siembra dudas sobre la visión “occidental” del conflicto. De la entrevista se deduce que su visita a Siria, al igual que la de Bartlett y Beeley, fue guiada por el ejército de Assad.
Indagando un poco más sobre ella puede uno acceder a una serie de fotos en pose y vestimenta sexy de Ortiz que, tal vez por una concepción excesivamente seria del periodismo, hacen flaco favor a su relato. Para desgracia del crédito de la boliviana, en una entrevista ofrecida a un programa del Canal 5 Noticias de Argentina, alguien decidió presentarla con un rótulo que la definía como “periodista y modelo”. Tienes que hacer un gran esfuerzo para que años de atávico e injusto desdén intelectual hacia las modelos no contamine tu disposición a atender a sus argumentos. Intento contrarrestar ese peligro pensando en Jesús Maraña ataviado con su ropa –vestido rojo valentino con escote palabra de honor– y me pregunto si un atuendo así restaría algo de valor a los, por lo general, acertados análisis de Maraña.
La verdad es que las declaraciones de Ortiz, por su insustancialidad y constante recurso a lugares comunes, están más cerca del modelaje que del periodismo. En esta ocasión los Cascos Blancos no salen a colación en la entrevista, pero en su página de Facebook Carla pide a quienes le preguntan, parece que frecuentemente, por ellos que por favor dejen de hacerlo e indaguen por sí mismos. Para ayudarles incluye un enlace a una entrada de un blog, Cultura y Política, en la que, sobre la foto de Omran teñido de polvo gris, se lee “Siria: desentrañar la propaganda”. Si uno investiga un poco más y despliega el menú, la entrada más reciente del blog se ocupa de la gala de Hollywood y del premio obtenido por el documental sobre los Cascos Blancos. Su título: Al-Qaeda gana el Óscar al mejor corto documental.
Descartada Carla Ortiz y sus fuentes, empeñado en la búsqueda de la verdad –o lo más parecido a ella- uno puede finalmente llegar a un artículo firmado por un profesor de Política Internacional de la Universidad de Birmingham publicado en The Conversation. Se trata de un sitio web sin ánimo de lucro, que divulga contenidos procedentes de la comunidad académica y de investigación y cuya lectura, traducido al castellano, curiosamente por otro portal de carácter científico, les aconsejo.
Como pueden comprobar, un viaje agotador. Si este es el precio de la libertad a través de la verdad informativa, uno puede imaginarse al propio Espartaco gritando “¡vivan las caenas!”.
Cuando Jesucristo dijo aquello de “la verdad os hará libres” ningún judío tenía en mente la invención de Internet. De haber sabido el galileo que su doctrina se prolongaría en el tiempo hasta hacerse coetánea de la red de redes tal vez hubiera matizado sus palabras. Encontrar la verdad hoy día exige un esfuerzo mayúsculo. Tan grande que no sabe uno si conseguir la libertad a cambio es reclamo suficiente para que merezca la pena.