Verso Libre
La importancia democrática del Partido Popular
La consolidación de una derecha democrática es una de las necesidades prioritarias de la sociedad española. La celebración de elecciones libres asegura la realidad democrática del Parlamento: Vox, Ciudadanos, PP y Junts per Catalunya son en este sentido referentes políticos democráticos. Pero los votos y la representación democrática pueden utilizarse para degradar la democracia y sus instituciones. Cuando ocurre esto, los programas políticos dejan de ser asumibles, aunque estén respaldados por votos. Un partido político de legitimidad democrática se sale del juego cuando admite políticas antidemocráticas de liquidación de la convivencia. Evitar esta dinámica es una exigencia de máxima responsabilidad.
El griterío mediático se está centrando en el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos para gobernar. Es una noticia importante, pero entra en la lógica de una normalidad esperada. La interpretación de los resultados electorales justifica de sobra la posibilidad de un gobierno progresista capaz de liderar en España y Europa las políticas sociales (derechos cívicos, defensa de lo público, dignidad laboral, sostenibilidad ecológica y freno a los brotes racistas y totalitarios).
Lo verdaderamente difícil para la democracia española y europea es hoy la situación actual del PP. El debilitamiento del Estado, la defensa de un espíritu neoliberal que desconfíe de los servicios públicos y favorezca los intereses empresariales frente al trabajo decente, resulta propio de muchos partidos conservadores. Se trata de una política incompatible con la democracia social, pero integrada en el respeto de la democracia moderna, algo que no ocurre cuando se dan pasos peligrosos hacia el autoritarismo machista, la homofobia, el racismo, el desprecio de los derechos humanos y la demagogia antisistema. Los totalitarismos surgen con el estribillo de que van a defender al pueblo original contra amenazas extranjeras. Una y otra vez la historia ha demostrado que son el último paso de una oligarquía dispuesta a dejar sin derechos a ese pueblo original para explotarlo de forma impune. La democracia es siempre, por débil que se encuentre, una limitación para tales ambiciones.
Mariano Rajoy no pudo evitar la pesada herencia de José María Aznar, político que –por cierto- con sus declaraciones, su soberbia y sus actos contribuyó al desarrollo de Ciudadanos y Vox frente al PP. La soberbia de los expresidentes suele ser una pesada carga para los nuevos responsables que piensan en el futuro. Por eso es importante que Pablo Casado piense con firmeza en el futuro y supere los lastres de una herencia nociva.
El PP se equivocó de manera grave contra los intereses de España cuando decidió utilizar el debate de la articulación territorial de Cataluña para su pelea electoral con el PSOE. Echó leña al fuego de forma irresponsable. La corrupción, que no se olvide, está en el origen de las llamaradas del conflicto actual. Los desmanes de Convèrgencia i Unió (no sólo un partido dispuesto a destruir el Estado de bienestar, sino una asociación para el robo sistemático) generaron un malestar social grave en Cataluña. Están en peligro espacios tan importantes como la sanidad y la educación pública. Para enmascarar sus robos y responsabilidades, se acudió a la consigna "España nos roba".
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Por desgracia en la comunidades de Madrid, Valencia y Murcia gobernaba otra asociación para el robo sistemático. Y en vez de pensar en los intereses de España y calmar las hogueras, se decidió alentarlas con ofensas a Cataluña, recursos contra su Estatuto y boicot a los productos catalanes. Así enmascaró el PP sus propias fechorías y acabó de desatar el proceso conflictivo que soportamos. La corrupción está en el origen de todo. Conviene recordarlo.
Otro gravísimo error del PP sería competir ahora con la extrema derecha sumándose a iniciativas irracionales: la ilegalización de partidos democráticos nacionalistas o la puesta en duda de derechos cívicos consolidados como la interrupción del embarazo. La democracia española necesita un PP sin dudas, tan conservador como democrático.
La situación merece no sólo que los dirigentes del PP comprendan que es improcedente participar de las dinámicas de la extrema derecha europea que están reinventando el nazismo o el fascismo. Creo incluso que los partidos progresistas deben ayudar al PP, facilitando su alejamiento de Vox en las estrategias coyunturales.