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Periodismo en redonda, cursiva, corrosiva

La defensa del periodismo es una de las tareas principales de la vida democrática. Sin información, sin investigación, sin reflexiones serias sobre lo que sucede, resulta imposible que la opinión pública pueda conocer la realidad y participar en la toma justa de decisiones. Por eso es importante que la defensa de la libertad de expresión y de información forme parte de la convivencia. Aunque nunca está de más la tolerancia como actitud precavida, el impulso democrático prefiere la palabra respeto. Nos recuerda el bien común de una autoridad compartida. No se trata de que mi autoridad sea generosa al permitir las formas del otro, sino de que compartamos modos de convivencia en los que la diversidad conforme un espacio colectivo.

Cuando hablamos de degradación democrática, conviene recordar que, según la FIP, 68 periodistas han sido asesinados en 2022. Una cifra dolorosa que agrava los datos del 2021, en el que fueron asesinados 47 periodistas. La guerra de Ucrania y el mundial de Catar han aumentado el peligro convertido en costumbre de las bandas de narcotraficantes  y los colmillos de las dictaduras. A estos datos debe añadirse el comportamiento amenazador de los que persiguen, espían, sobornan o acobardan el derecho democrático de la libertad de expresión.

Pero no sería riguroso un análisis de la democracia y el periodismo si nos detuviésemos en la denuncia de estas amenazas. Junto a la libertad, la democracia necesita que la palabra dignidad forme parte del periodismo y las dinámicas informativas. Es bueno que la libertad informativa asegure las opiniones más o menos progresistas, moderadas o conservadoras… Pero lo que no se puede aceptar es la mezcla del periodismo con la indecencia. En el panorama de las democracias y sus ámbitos comunicativos, por desgracia, hay muchos personajes indecentes que confunden la libertad de expresión con el derecho a mentir, manipular, sobornar y degradar la convivencia. La palabra en redonda o cursiva pasa así a una utilización de una gramática corrosiva de la democracia.

Tan equivocado es confundir el ruido con la realidad social como desconocer el peligro de que la realidad sea sustituida por el ruido

Sería bueno que las asociaciones profesionales de periodismo asumiesen como tarea propia la distinción entre los profesionales y los personajes indecentes. No es conveniente que el poder político entre en denuncias y calificaciones que puedan derivar después en una tentación autoritaria contra la libertad de expresión. Así que deberían ser las propias asociaciones de periodistas las que defendiesen la dignidad de una profesión cada vez más amenazada por las estrategias corrosivas de la comunicación infame. Resulta triste ver cómo las operaciones más demagógicas de las redes sociales se han apoderado de muchas tertulias y medios de comunicación.

Como me gustan las redes sociales, y sus muchas posibilidades de comunicación e información, estoy acostumbrado a comprobar la práctica sistemática de su indecencia. Hay numerosos focos con nombres inventados que se ponen en movimiento para infectar el debate público. Crear un estado de confusión es el mejor modo de difuminar responsabilidades. Si yo he recibido dinero de Irán para financiar mis proyectos y ya no es posible esconderme en el silencio, nada mejor que acusar a otras personas de haber recibido dinero de Irán. Si yo soy un corrupto o una persona indecente, lo más efectivo es acusar de corrupción o indecencia a otras personas hasta crear la máscara del todos son iguales, esto es lo que hay… Los malos modos y el insulto generalizado amortiguan el efecto de lo que puede ser una legítima denuncia por un mal comportamiento.

Tan equivocado es confundir el ruido con la realidad social como desconocer el peligro de que la realidad sea sustituida por el ruido. El deterioro democrático que hemos soportado con personajes como Bolsonaro o Trump se basa en la estrategia paralela de degradar las instituciones y la información. Asaltan un parlamento del mismo modo que asaltan la dignidad de la información con una práctica manipulada de la comunicación. La defensa del periodismo exige no sólo denunciar la violencia extrema de un asesinato, sino negarse a confundir la libertad de expresión con la indecencia. Un asunto democrático y profesional.

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