¿Y si la campaña electoral consistiera precisamente en lo contrario? Imaginemos quince días de silencio partidista o una jornada de reflexión multiplicada por quince, sólo rota para unos debates entre candidatos sin cuestionario pactado y en los que pudieran preguntar libremente periodistas y ciudadanos.
Supongamos que tuviéramos una democracia mucho más participativa, transparente, que permitiera un diálogo constante entre representantes y representados, sin pantallas de plasma ni vuelva usted mañana ni silencios administrativos.
Sería estupendo adquirir una cultura política tan profundamente democrática que perdiera sentido por completo el concepto de campaña electoral en su vertiente mitinera o de píldoras propagandísticas en los telediarios. Los sistemas actuales de comunicación y las herramientas digitales para lograr ese flujo directo y democrático ya existen. El problema es que se utilicen por los partidos mayormente con la misma filosofía del mitin, más guiada por la doble prioridad de motivar a los propios y llamar la atención de los ajenos que por comunicar lo que se piensa y defenderlo con argumentos.
¿Por qué hay que esperar a una campaña electoral para conocer el programa de un candidato? Si un partido aspira a cambiar las cosas y tiene una alternativa de solución a los problemas no la improvisará en cuatro días. Y si la ciudadanía entiende la importancia radical de la política como instrumento de convivencia democrática, exigirá conocer esas soluciones y su cumplimiento, de modo que resulte impensable que alguien llegue al poder para hacer exactamente lo contrario de lo que prometió. Podría ocurrir una vez, pero no dos. Y colaría mucho más difícilmente la manipulación descarada.
Corren tiempos en que parecen confrontarse dos mentalidades: la de quienes se resisten a cualquier cambio y la de quienes descubren el Mediterráneo lunes, miércoles y viernes. La cosa no tiene (sólo) que ver con un conflicto generacional. Hay viejos cascarrabias tan soberbios que se emperran en que cualquier tiempo pasado fue mejor, y hay jóvenes audaces tan prepotentes que respetan más a su smartphone que a la memoria de la gente.smartphone
Este mismo lunes arrancan en distintas televisiones autonómicas los (pocos) debates entre candidatos previstos en esta campaña. El hecho de que aún se discuta o se pongan pegas a la celebración de debates abiertos, múltiples y sin corsés demuestra que nos queda mucho camino por recorrer en la profundización de la democracia.
A falta de directos, nos sobran vídeos. Y no están mal. Sirven para distinguir programas, estilos, mensajes, rostros y emociones. Hay que verlos. Pero el arriba firmante, con alma de colchonero, sabe muy bien que los mejores spots no ganan campeonatosspots. Sirven, eso sí, para compartir ideales, emociones, y para establecer complicidades acerca de lo que de verdad importa. Que no es poco.
Vídeo electoral del PP: 'Hacer, trabajar, crecer'.
Vídeo electoral del PSOE: 'Gobernar para la mayoría'.
Vídeo electoral de Izquierda Unida: 'Con la razón y con el corazón'.
Vídeo electoral de Podemos: 'El día del cambio'.
Vídeo de Ciudadanos: 'España pide cambio'.
Vídeo de UPyD: 'Somos libres'.
Vídeo IU-Comunidad de Madrid: 'El corazón de la izquierda'.
Vídeo Ahora Madrid: 'Capital del cambio'.
Vídeo Barcelona en Comú: 'El run run'.
¿Y si la campaña electoral consistiera precisamente en lo contrario? Imaginemos quince días de silencio partidista o una jornada de reflexión multiplicada por quince, sólo rota para unos debates entre candidatos sin cuestionario pactado y en los que pudieran preguntar libremente periodistas y ciudadanos.