Zika sin fronteras

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América Valenzuela

Los virus no entienden de fronteras. Por eso la OMS ha declarado una alerta internacional que afecta a todos los países, no solo a los que padecen la enfermedad. Igual que el zika ha llegado a América y ha prendido con ímpetu explosivo, puede propagarse a otros puntos del globo y dejar un reguero de bebés inválidos a su paso.

Los humanos nos movemos por el planeta cada vez más rápido. En cuestión de horas podemos trasladarnos de una punta del globo a otra usando el avión. El barco, que se presupone más lento, tampoco da tregua, los viajes transcontinentales son más cortos que el periodo típico de incubación de los virus. Hoy en día ya no es posible detectar a un enfermo antes de que desaparezca en la inmensidad del destino. Podemos llevar un virus en nuestro interior y sin saberlo dispersarlo por el mundo.

El virus zika se mueve allá donde le lleva el mosquito Aedes Aegypti. Es su vehículo. Llega hasta los humanos a través de su picadura. El virus fue descubierto en 1947 en Uganda, en África. El microorganismo no molestó demasiado a la población, tan solo se documentaron un veintena de casos. Pasaron casi dos décadas hasta que el virus apareció en Asia, con algunos casos en Malasia, Indonesia y Pakistán. El gran salto lo dio en 2007. Viajó hasta los confines de Oceanía, a Micronesia, donde enfermó a más de 8000 personas en la minúscula isla Yap. Desde esa isla se expandió a la Polinesia francesa y atacó a miles de ciudadanos en 2014.

Ahora ha llegado a un paraíso que no conocía: la zona cálida y húmeda del continente americano. Un lugar donde vive a cuerpo de rey el mosquito. Anidan cerca de las casas habitadas. Cuando la hembra va a poner huevos acude a su fuente de alimento más nutritiva, la sangre humana. Nos usa como si fuéramos su despensa situada a pocos metros. Mediante un picotazo el animal bebe sangre y nos inocula el virus. Satisfecha, fabrica los huevos y los coloca en algún tiesto con agua acumulada por las lluvias. Nacen las larvas y el ciclo comienza de nuevo mientras el humano al que picó padece los efectos del virus. Estos mosquitos transmiten los virus que causan el zika, el dengue, el chikungunya y la fiebre amarilla.

No hay certeza de cómo llegó el virus hasta el nuevo continente. Las sospechas están puestas en los 3 millones de personas que viajaron a Brasil a ver la Copa del Mundo en 2014. Desde entonces casi 2 millones han padecido zika. Ya está presente en 20 países del continente americano. La “expansión explosiva”, según la OMS, alcanzará a 4 millones de personas en los próximos meses. Cuántas serán embarazadas y cuántos de sus bebés nacerán con microcefalia es un misterio que los científicos intentan averiguar a marchas forzadas. Aún no saben cómo opera el virus para producir la deformidad de los recién nacidos.

A estos mosquitos aún les queda por conquistar Europa. Ya está presente. Llegó en barcos hace décadas, pero no es abundante. Vive en Portugal, Francia, Italia, los Balcanes, Siria y Turquía. Los expertos prevén que con el calentamiento global los inviernos se suavizarán en algunas zonas. En España, este año, estamos experimentando un inverno de lo más primaveral y nos podemos hacer una idea. En estas nuevas condiciones el mosquito encontrará nuevos territorios ideales para expandirse y contagiar.

Distribución del mosquito Ae. Aegypti en la actualidad 

Ya sucedió en 2007 con el chikungunya. Un inesperado brote infectó en Italia a más de 200 personas en poco más de dos semanas. Un viajero enfermo procedente de India llegó a la provincia de Rávena donde una población estable del mosquito tigre propagó el virus. Este insecto también puede transmitir el zika, aunque con menos eficacia que el Aedes Aegypti. Llegó desde Asia hace ya doce años y está instalado en el arco mediterráneo. En Cataluña ha formado amplias colonias estables y todos los veranos cientos de personas sufren sus dolorosas picaduras.

El virus del chikungunya ha estado viajando por el mundo de igual manera que el zika. De África saltó a Asia, de ahí a Europa. En 2013 dio la zancada hasta la isla francesa San Martín, ubicada en el Caribe. El virus hizo las americas a bordo del Aedes Aegypti. El año pasado ya eran un millón y medio los contagiados.

Tampoco entendió de fronteras el ébola, que no necesita ningún mosquito para dispersarse. Se transmite de persona a persona. El último brote alcanzó una dimensión nunca antes conocida porque comenzó en un pueblo de Guinea en la frontera con Liberia y Sierra Leona. El rápido movimiento transfronterizo de la población hizo el resto. Los brotes anteriores siempre habían ocurrido en aldeas remotas. Allí rugía el virus y allí colapsaba. En alguna ocasión infectaba a miembros de otras aldeas, que se contagiaban en el funeral.

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De igual manera, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) que surgió en el 2002 en China se dispersó en tan sólo dos meses por medio planeta. Llegó al sudeste asiático y a Norteamérica en los pulmones de hombres y mujeres que viajaban.

En 2009 surgió la nueva cepa H1N1 del virus de la gripe. Apareció en cerdos en México, saltó a humanos con tal maestría genética que es capaz de contagiarse entre nosotros. Afectó a unas 36.000 personas en 76 países de todos los continentes en escasos dos meses y medio.

Las cartas están echadas. El progreso es imparable. Los trenes son cada vez más rápidos. Los aviones son tantos que hay hasta atascos aéreos. Los barcos de mercancías abarrotan puertos en los cinco continentes. Las nuevas enfermedades son sus siniestros polizones. Nos hemos adentrado sin marcha atrás en la era de las enfermedades globales.

Los virus no entienden de fronteras. Por eso la OMS ha declarado una alerta internacional que afecta a todos los países, no solo a los que padecen la enfermedad. Igual que el zika ha llegado a América y ha prendido con ímpetu explosivo, puede propagarse a otros puntos del globo y dejar un reguero de bebés inválidos a su paso.

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