Foro Milicia y Democracia
El ejército de Franco, milicia de partido
En las postrimerías del franquismo, a finales de los años sesenta, el Ejército de Franco estaba compuesto por tres estamentos claramente diferenciados: los militares que se habían sublevado contra la República, los que habían entrado en el Ejército durante la Guerra Civil y los provenientes de las academias militares, que no habían participado en la contienda.
En esas fechas, la cúpula militar estaba integrada por aquellos que ya tenían la condición de militar el 18 de julio de 1936, eran tenientes generales y generales de división, estaban fuertemente politizados, puesto que se habían sublevado contra la República.
El segundo grupo de militares franquistas estaba formado por aquellos que siendo civiles el 18 de julio de 1936, se incorporaron como voluntarios al bando rebelde. A finales de los años sesenta pertenecían a este grupo algunos generales, todos los coroneles, los tenientes coroneles y algunos comandantes, era el grupo más numeroso.
Si se consultan las escalillas de las distintas armas, podemos ver que este segundo grupo, el que se incorporó al Ejército en 1936, estaba integrado por personas muy jóvenes nacidas en los años 1917, 18, 19 y 20, es decir muchos de ellos no tenían ni siquiera 18 años, se enrolaron en el Ejército de Franco sin haber terminado el bachillerato.
Muchos de estos jóvenes se incorporaron al Ejército de Franco el mismo 18 de julio o a los pocos días del levantamiento, lo que hace sospechar que la sublevación no les pilló por sorpresa y que estaban al corriente de la conspiración contra la República, eran falangistas, requetés o personas muy politizadas que se enrolaron en la facción sublevada por motivos puramente ideológicos.
No se alistaron con los franquistas porque tuvieran vocación militar y quisieran seguir la carrera de las armas, se hicieron militares porque querían derrocar al gobierno legalmente constituido e instaurar una dictadura en contra de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos.
Este segundo grupo de militares franquistas que se incorporaron voluntariamente al bando rebelde y que luego se quedaron en el Ejército, no eran militares profesionales, no se alistaron en el ejército para servir a toda la nación, eran milicianos al servicio de una opción política concreta.
El nivel cultural y profesional de este grupo era muy bajo, los pilotos se formaron en la Alemania nazi o en la Italia fascista y ese fue el aprendizaje más importante que recibieron durante su carrera militar. Salvo algunas excepciones, este grupo permaneció toda su vida anclado en el año 1939 a nivel técnico e ideológico, no evolucionaron ni fueron capaces de adaptarse a los nuevos tiempos.
Los milicianos de Franco, excepto algunos casos aislados, no asimilaron las nuevas tecnologías que llegaron a España a mediados de los años cincuenta tras el acuerdo firmado con los EEUU, pues si bien el material cedido procedente de la Guerra de Corea ya era obsoleto, para el Ejército de Franco supuso una revolución tecnológica a la que se acomodaron sólo los oficiales procedentes de las academias militares.
La doctrina del Ejército de Franco establecía que el Ejército tenía dos enemigos, el externo y el interno. Para la defensa contra el enemigo interno, no necesitaba disponer de tecnología alguna, bastaba un ejército muy numeroso estratégicamente desplegado en las proximidades de las grandes ciudades para poder tomarlas en caso de insurrección popular contra el Régimen. Era un ejército de ocupación como ha reconocido la ex Ministra de Defensa, Carme Chacón.
El grupo de militares franquistas que entraron en el Ejército después del 18 de julio del 36 reunía todas las aptitudes para cumplir con la doctrina del enemigo interno. No era un Ejército profesional al servicio de la nación, era una milicia al servicio de la minoría gobernante. El gran número de milicianos incorporados al Ejército franquista durante la Guerra Civil, constituía un tapón en la escalilla que frenaba las posibilidades de ascenso del tercer grupo que integraba el Ejército de Franco, los procedentes de las academias militares, causándoles la correspondiente frustración profesional, caldo de cultivo para que años después surgiera la Unión Militar Democrática.
El Ejército de Franco, organizado fundamentalmente para la represión interior, no estaba preparado para actuar en una guerra moderna como se demostró en la Guerra de Ifni, donde se utilizaron aviones de transporte Junker 52, una reliquia, como avión de bombardeo. Para ello se empleó la sofisticada técnica de atar granadas de mano a bidones de gasolina que eran lanzados por la puerta de los aviones, sobre los marroquíes.
Como consecuencia de utilizar un material de desecho y no disponer del funcionamiento, ni la mentalidad de un ejército profesional moderno, los accidentes de aviación eran constantes. El número de pilotos accidentados en las promociones que salieron de la AGA, Academia General del Aire, desde 1949, fecha de salida de la primera promoción, hasta diciembre de 1978, año en que entró en vigor la Constitución Española, fue de 227 pilotos muertos en accidente aéreo.
Si a estos 227 pilotos de la AGA, sumamos los accidentes de los pilotos de complemento y de los pilotos procedentes de la guerra, obtenemos una media aproximada de un accidente de aviación al mes durante el franquismo. Para hacernos una idea de la magnitud de las cifras, la primera promoción de la AGA estaba compuesta por 141 miembros de los que 31 fallecieron en accidente de aviación, es decir murió un 21,9 % de sus miembros en accidente aéreo, en tiempos de paz.
La Segunda promoción, de 135 miembros, murieron 27, el 20,0 %
La Tercera promoción, de 70 miembros, murieron 11, el 15,7 %
La Quinta promoción, de 54 miembros, murieron 11, el 20,3 %
La Novena promoción, de 79 miembros, murieron 13, el 16,4 %
La Décimotercera promoción, de 84 miembros, murieron 14, el 16,6 %
Estas cifras son similares a los aviones de la RAF derribados durante la Batalla de Inglaterra. En efecto, en la Batalla de Inglaterra participaron 143 polacos de los que 29 fueron derribados por los alemanes, es decir, el 20,2 %. Porcentaje similar a los aviones accidentados en España en tiempos de paz.
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La censura se encargaba de que estos accidentes no salieran ni en la página de sucesos, salvo cuando el avión se estrellaba en medio de una población o tenía consecuencias imposibles de ocultar. Como sucedió por ejemplo el 13 de mayo de 1969 en Alcalá de Guadaira cuando un reactor F-86 se estrelló en medio de la población, delante de la novia del piloto.
La principal causa de accidentes era el estado obsoleto del material. Los Messerschmitt 109 alemanes estuvieron en servicio en El Copero hasta bien avanzada la década de los 60 y aún más longevos fueron los Heinkel 111 y los Junkers JU-52, modelos que ya habían sido utilizados en la Guerra Civil, treinta y cinco años antes. Este material de desecho que ya se exhibía en los museos europeos desde hacía lustros, era utilizado aquí a pleno rendimiento.
En cualquier ejército moderno se hubiesen disparado todas las alarmas y se hubiesen adoptado las medidas correspondientes antes de alcanzar las apabullantes cifras de accidentes aéreos que durante décadas se produjeron durante el franquismo, pero aquí no se encendía ninguna luz roja. Las alarmas estaban concentradas en vigilar a la población, el enemigo interno, para eso si era eficaz la milicia de Franco.