“La gente seguirá mirando a Estados Unidos como un ejemplo”, acaba de decir el Presidente Obama, que supongo que como millones de nosotros aún no ha terminado de asimilar lo que estos días ha ocurrido. Caben pocas dudas de que la era Trump, que ahora se abre, va a dar un enorme juego a los guionistas y productores de ficción audiovisual en el futuro. De momento, tenemos abundante material dedicado al pasado que ofrece visiones absolutamente heterogéneas de lo que ocurre en aquel país.
Hace unas semanas, nos referimos en esta columna al imprescindible documental de cinco episodios dedicado a O.J. Simpson. Se trataba de una serie elaborada por la cadena deportiva ESPN que llegaba a España a través de la plataforma Movistar+. En la producción se ofrecía una apasionante disección de la realidad del problema racial que subyace en la sociedad norteamericana a través de lo ocurrido en torno al caso de la ex estrella de fútbol acusado de asesinato. Una extraordinaria muestra de documental realista que en ocasiones supera la ficción más imaginativa. Y ahora, el mismo caso a la inversa, una serie de ficción que cuesta creer que esté basada fidedignamente en hechos y personajes reales. Llega por fin a nuestras pantallas American Crime Story: The People vs O.J. Simpson, meses después de su estreno en el canal norteamericano FX, el pasado febrero.
Si fuera posible, es aconsejable, sin duda, ver en primer lugar la serie documental y posteriormente la ficción. De esta manera, puede conocerse el caso con más detalle y apreciar posteriormente el trabajo de recreación realizado en los diez episodios de la serie. Se trata de una peculiar producción en formato de Antología. Es decir, un nexo común, pero con líneas argumentales y personajes diferentes cada año. Esta primera temporada se centra en este caso judicial. La próxima estará ambientada en lo ocurrido en Nueva Orleans, tras el paso del huracán Katrina. La tercera está previsto que se ocupe del asesinato de Gianni Versace. Cada una de las temporadas es la adaptación de un libro.
En este primer caso se trata de la obra de Jeffrey Toobin, abogado de formación y, posteriormente, conocido periodista jurídico en las televisiones, que tuvo una participación significativa en la historia real del caso de O.J. Simpson, como se refleja en la propia serie. Toobin consiguió una portada de la prestigiosa revista The New Yorker en la que daba la exclusiva de que los abogados del deportista iban a apostar por la cuestión racial como principal línea de la defensa del caso.
La serie fue una de las grandes triunfadoras en la última edición de los premios Emmy con 22 nominaciones, incluyendo la candidatura a mejor miniserie, galardón que finalmente obtuvo. Otro de los premios de mayor relevancia fue el que se concedió a la actriz Sarah Paulson, que realiza una impresionante interpretación de la fiscal del caso, Marcia Clark.
El casting es sin duda uno de los mayores atractivos de la producción. Aparece reunido un amplio plantel de primeras figuras en diferentes papeles. John Travolta hace una peculiar versión, más paródica que otra cosa, del abogado Robert Shapiro; David Schwimmer, Ross en la serie Friends, encarna a Robert Kardashian, el padre de las megafamosas hermanas Kardashian; Cuba Gooding Jr. se encarga del papel de O.J. Simpson, en una personal reencarnación que le ha valido tanto una nominación al Emmy, como buen número de críticas por tratarse más de una reinterpretación del personaje que una aproximación realista.
Pero el principal protagonista de esta miniserie no aparece en pantalla. Es uno de sus productores ejecutivos y director de los episodios cruciales. Se trata de Ryan Murphy, una de las grandes figuras televisivas de los últimos quince años. Metido ya en la cincuentena ha alcanzado un merecido hueco entre los grandes de la industria de la creación en Hollywood. Se inició como periodista, profesión que no le era ajena puesto que su madre era escritora y su padre ya trabajaba como periodista. Es gay declarado y es habitual activista en defensa de los derechos de los homosexuales. Está casado con el arquitecto David Miller y tienen dos hijos en común. Su entrada en el mundo televisivo fue por la puerta grande, una vez que Spielberg le compró uno de sus guiones.
Ha sido creador de un buen número de series que, curiosamente, no parecen tener mucho en común. Entre las más conocidas, fue el responsable de la sorprendente y rupturista Nip/Tuck, centrada en la vida de dos cirujanos estéticos. Uno de sus mayores éxitos fue la inolvidable y luminosa Glee, un renovador musical de instituto que aboga por la integración de los diferentes. Murphy tiene ahora mismo dos series en emisión. Scream Queens es una comedia inquietante que transcurre en una hermandad femenina universitaria. Y, quizá la más importante, es la original American Horror Story, una ficción de terror que también cambia cada temporada de argumento y protagonistas.
En la actualidad, Ryan Murphy está desarrollando un nuevo proyecto, también en formato de antología, titulado Feud, que en su primera temporada contará con Jessica Lange y Susan Sarandon interpretando a dos grandes estrellas como Joan Crawford y Bette Davis. El argumento se centrará en la rivalidad de las dos míticas actrices en las bambalinas del rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?
Uno de los principales valores de Murphy es, como puede verse, su capacidad para abordar todo tipo de proyectos diversos. Posiblemente, su sello personal siempre se encuentra en su capacidad innovadora, en su punto de vista original apartado de lo convencional. Estéticamente, las producciones de Murphy tienen siempre un personal toque pop, independientemente de que aborde el drama, el terror o el musical.
Su amor por el espectáculo le ha llevado también a los teatros de Broadway con su versión de Largo viaje hacia la noche de O´Neill, montaje en el que Jessica Lange ganó su primer premio Tony. En realidad, no fue su amor por el teatro lo que impulsó el proyecto, sino su amor por Lange, que soñaba con hacer el texto en Nueva York y a quien Murphy le regaló el montaje tras meses de perseguir los derechos para levantar la obra. Murphy adora a muchos de sus actores, con quienes suele repetir trabajo. Las relaciones con ellos suele extenderlas fuera de la vida laboral. En ocasiones, ha tenido que compartir con algunos de ellos experiencias especialmente intensas. Quizá la más traumática sucedió en Glee, cuando tuvieron que hacer frente a la muerte por sobredosis de uno de los protagonistas, Corey Monteith, para el que Murphy había sido como un padre y a cuya novia, Lea Michele, siguió cuidando con mimo constante.
Ver másOtra vez, no ¡por favor!
El caso de The People vs O.J. Simpson le ha servido a Ryan Murphy para cumplir una convicción personal, su deseo de rehabilitar la imagen de la fiscal del caso, Marcia Clark, que en su momento fue vapuleada cruelmente por la locura mediática que rodeó el caso. Gracias a la serie, su figura ha quedado parcialmente rehabilitada y ahora es vista como una luchadora infatigable, madre trabajadora y víctima de todo un cúmulo de problemas que no pudo superar. La fiscal Clark, en la vida real, se asustó cuando supo que se iba a hacer una serie sobre el caso. “Sentí mucha aprehensión. Estaba deseando que no saliera”, declaró Marcia Clark a Mashable. Era fan de Ryan Murphy y era fan de Sarah Paulson, la actriz que iba a encarnarla, pero aun así no las tenía todas consigo. Accedió, sin embargo, a encontrarse con Paulson ingenuamente, como una seguidora más que vio confirmado su entusiasmo: “Era increíble, brillante, divertida, encantadora, y cálida, empática, aguda”. Parece que le gustó.
Después vio la serie nerviosa y alterada y está muy agradecida a que el guionista hiciera hincapié en un aspecto que a ella le pareció escandaloso de este caso, el olvido a las víctimas. Y los temas que sobrevolaban el juicio, la raza, la violencia machista, el sexismo, reivindicaciones que achaca a Murphy y no al libro en el que se basa la serie.
La América que suele mostrar Ryan Murphy tiene poco que ver con la que estos días vemos en los informativos con Trump iniciando su particular reinado. Seguramente, es la antítesis. Y, posiblemente, la grandeza del país consiste en la profundidad de lo que muestra y de lo que esconde. Una sociedad de marcados y enfrentados contrastes, donde tienen cabida los comportamientos más reaccionarios y antediluvianos junto a las sensibilidades más rupturistas y avanzadas. En esta entretenida y recomendable serie nos encontramos un complejo retrato de una sociedad difícil de entender y de asimilar. El caso de O.J. Simpson es aquí mostrado como un ejemplo nítido de una realidad marcada por enfrentamientos, incomprensiones, manipulaciones, voluntarismos, vicios y virtudes. Una complicada visión de la América contemporánea.
“La gente seguirá mirando a Estados Unidos como un ejemplo”, acaba de decir el Presidente Obama, que supongo que como millones de nosotros aún no ha terminado de asimilar lo que estos días ha ocurrido. Caben pocas dudas de que la era Trump, que ahora se abre, va a dar un enorme juego a los guionistas y productores de ficción audiovisual en el futuro. De momento, tenemos abundante material dedicado al pasado que ofrece visiones absolutamente heterogéneas de lo que ocurre en aquel país.