Era un 13 de junio de 2021 cuando la derecha convocó la enésima manifestación con el motivo de siempre: “¡España se rompe!”. En aquel momento la amenaza final para la existencia de España eran los indultos a los políticos independentistas encarcelados que el Gobierno de coalición aprobó durante el verano de 2021. Colón se llenó de unos escasos 25.000 manifestantes que clamaban contra los indultos, entre los que se encontraban ilustres y olvidados personajes de la política española como Inés Arrimadas o Pablo Casado, y también otros cuya importancia empezaría a crecer desde entonces como Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid ya era toda una experta en crispación constante y estaba en pleno proceso de afilar el cuchillo que al final acabaría usando sin reparos contra su propio jefe. Aquel día no fue distinto.
En medio de su discurso, entre reproches y clamores, no perdió la oportunidad para disparar contra quien se presuponía su aliado diciendo: “¿Qué va a hacer el rey de España, va a firmar esos indultos? ¿Le van a hacer cómplice de esto?” José Luis Martínez Almeida y Pablo Casado se estremecieron al escuchar esas palabras y mientras una multitud vitoreaba las preguntas de Ayuso a Felipe VI ellos quedaban en segundo plano en silencio y sin aplaudir. Pronosticaba lo que estaba por venir.
Con esa tan poco inocente frase en medio de aquella manifestación, Ayuso situaba en el centro de la diana pública al Jefe del Estado poniendo sobre sus hombros la falsa responsabilidad de firmar los indultos que el Gobierno iba a aprobar. Le convertía, a ojos de sus seguidores, en prácticamente “cómplice” de los indultos.
A nadie le sorprenderá, por lo tanto, que cuando apenas una semana después se aprobaron los indultos a los políticos independentistas todo ese espectro ideológico derechista tan amparado por Ayuso se lanzase en las redes sociales a llamar a Felipe VI “Felpudo VI” por haberse “dejado pisar” por el gobierno de coalición y por los independentistas. El rey de España había firmado los indultos y por lo tanto era corresponsable de todos los males de España que en la manifestación del 13 de junio habían augurado en el caso de que se aprobasen.
No conocen la Constitución más que como un arma arrojadiza más cercana a un ladrillo que a una carta magna en la que se explica cómo funciona un país que hace mucho que dejaron de entender
¿Qué ha ocurrido ahora? Pues algo parecido pero todavía más ridículo. Tras la investidura fracasada de Alberto Núñez Feijóo, se volvió a hacer otra ronda de consultas para que el rey propusiese un nuevo candidato a la investidura. Una vez demostrado que la vía de Feijóo era imposible, solo quedaba la posibilidad de que un candidato alternativo se convirtiese en presidente. Y ese candidato era Pedro Sánchez, al que evidentemente el rey ofreció, como había hecho anteriormente con Feijóo, ir a la investidura. ¿Qué pasó entonces? Que, una vez más, esta derecha trumpista y alérgica a la Constitución ha puesto el grito en el cielo renegando del monarca porque no comparten su decisión de proponer a Sánchez como candidato a presidente. Parece mentira, pero solo hay que hacer una búsqueda rápida en Twitter para verlo en todo su esplendor.
Escuchar las palabras de Ayuso o leer los comentarios hiperventilados de estas personas asustadas por la constante desintegración de España echando sobre los hombros del rey este tipo de cuestiones produce una mezcla entre ternura y lástima. Porque su ignorancia respecto al funcionamiento constitucional de nuestra democracia es tan severa que desconocen por completo que el rey de España no tiene capacidad ejecutiva ninguna y tan solo está en su mano proponer un candidato u otro solamente teniendo en cuenta los apoyos que pueda lograr en el Congreso, independientemente de su color político, y que, además, está obligado constitucionalmente a refrendar todas las leyes (también los indultos, obviamente) que el poder legislativo le requiera. El rey no decide, solo firma. Por fortuna.
Resulta que el foco de todas las decepciones de este grupo de derechistas echados al monte es la enorme distancia que tienen respecto a una Constitución Española que en tantas ocasiones reivindican sin conocerla. Y eso les hace indignarse al ver cómo Feijóo no logra gobernar a pesar de ser la lista más votada, solamente porque no tiene con quién pactar y les hace renegar en público de los Borbones cuando ven que el rey tiene que firmar aquello que la mayoría parlamentaria le requiera o cuando debe proponer al candidato a presidente que toque. No conocen la Constitución más que como un arma arrojadiza más cercana a un ladrillo que a una carta magna en la que se explica cómo funciona un país que hace mucho que dejaron de entender. Poco a poco, y de manera bastante ridícula, la lista de enemigos de España ha ido engordando hasta el delirante punto en el que incluso el propio rey de España se convierte en integrante de tan reputada lista.
Era un 13 de junio de 2021 cuando la derecha convocó la enésima manifestación con el motivo de siempre: “¡España se rompe!”. En aquel momento la amenaza final para la existencia de España eran los indultos a los políticos independentistas encarcelados que el Gobierno de coalición aprobó durante el verano de 2021. Colón se llenó de unos escasos 25.000 manifestantes que clamaban contra los indultos, entre los que se encontraban ilustres y olvidados personajes de la política española como Inés Arrimadas o Pablo Casado, y también otros cuya importancia empezaría a crecer desde entonces como Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid ya era toda una experta en crispación constante y estaba en pleno proceso de afilar el cuchillo que al final acabaría usando sin reparos contra su propio jefe. Aquel día no fue distinto.