Un florero en el balcón de Génova

2

Lo confieso. Isabel Díaz Ayuso me tiene cogida la medida y me convierto en su agente electoral sin quererlo. Cuando oí lo de la planta en todos los balcones madrileños me eché al monte de las redes sociales a comentar, por ridícula, la propuesta para la mejora ambiental de Madrid. Fuimos tantos los que picamos el anzuelo, desde la broma a la indignación, que entre todos hicimos el ruido suficiente para que llegara a oídos de quienes se burlan de esas milongas de las ciudades sostenibles y el cambio climático. La expectativa de una maceta en el balcón no suma votos, pero lo de cabrear a “los progres” siempre puntúa en el electorado en el que pesca la presidenta madrileña. Díaz Ayuso necesita a los votantes de Vox para lograr la mayoría absoluta y hará lo que tenga que hacer, un placaje al ministro Bolaños o proclamar que “ETA está viva”. 

A la presidenta se le ve cómoda en el papel que tiene encomendado, nada que ver con la posición de Núñez Feijóo, que llegó con un modelo de liderazgo que tiene dificultades de aplicar en el complejo tablero de la política nacional. El Feijóo de Galicia es el que, con sentido institucional, se levanta en el Congreso para no hacer un feo al presidente de la República de Colombia, ignorando que ese aplauso a Gustavo Petro era un castigo a Vox de la izquierda socialcomunista-bilduetarra-independendista. Eso lo tiene que saber el Feijóo de Génova. El Feijóo presidente de la Xunta se podía permitir pasar por alto el pasado guerrillero de Petro, pero eso le genera un problema al Feijóo líder de la oposición, por incomprensión entre los suyos. 

Pasó algo muy parecido cuando Bildu anunció que los exterroristas condenados por delitos de sangre no tomarán posesión en caso de ser elegidos. Porque Núñez Feijóo y su equipo reaccionaron en un primer momento con satisfacción por haber ganado la partida, pero tuvieron que corregir la trayectoria inmediatamente al ver que ni Díaz Ayuso ni Vox iban a soltar el hueso de Bildu. A la tribuna del Senado llegó el líder popular ceñudo y grave, con una pesada mochila de hipérboles y acusaciones, para no quedarse atrás. Desplegó una variada pirotecnia verbal pero evitó pisar el charco de la ilegalización de Bildu, quizá para no enterrar definitivamente el perfil del Núñez Feijóo que quería ser. Pero tampoco ese plan le aguantó. Ha terminado la semana enfangado en contradicciones, arrastrado por la presidenta madrileña.

Llegó a Madrid con la idea de coger votos de todos lados, ofreciéndose como solución a un país sumergido en el caos por culpa de un Gobierno a la deriva. Pero España no está en ésas. La economía no se ha hundido, en la calle solo protestan funcionarios judiciales que cobran mucho más que la mayoría de los ciudadanos y en el PSOE no se respira un ambiente de derrota. Un descalabro del poder socialista el 28M le serviría para cambiar esa sensación, pero esto no es 2011 ni de lejos. No hay hombres de negro ni un Gobierno que no pueda salir a la calle. A Feijóo ya no le vale la estrategia del elegido para salvar a España y en Génova andan adaptándose al nuevo escenario haciendo complicados equilibrios.

A Feijóo ya no le vale la estrategia del elegido para salvar a España y en Génova andan adaptándose al nuevo escenario haciendo complicados equilibrios

Lo hemos visto también esta semana. Tras la escalada a cuenta de Bildu, el candidato hizo al día siguiente un reconocimiento expreso a lo que representó Felipe González, consciente de que su intervención en el Senado podía interpretarse como un ataque al conjunto del socialismo, donde aspira a arañar votos. Que una cosa es jugar al antisanchismo y otra ofender a los socialistas con un tema tan sensible como el terrorismo. No puede pasarse de frenada pero tampoco quedarse corto. Cuando se cubre la pierna izquierda, la manta le deja al descubierto la derecha. El refranero español es muy gráfico sobre lo que le pasa a uno cuanto más se agacha y ahí está Díaz Ayuso para decirle cómo tiene que taparse; ella, que no sabe lo que es pasar frío. 

Realmente, en el pellejo de Núñez Feijóo sólo puede ponerse Pedro Sánchez, que probó las hieles de la oposición. La dificultad de llevar la iniciativa mientras vigilas a un competidor exterior más radical que tú e intentas fortalecer tu liderazgo interno. Estar en la oposición es duro y, especialmente, si estás acostumbrado a ser gobierno, como le ocurre al ex presidente Feijóo. Díaz Ayuso tiene un objetivo bien definido y tira de soltura castiza para conducirnos a todos hasta el punto del debate que le conviene. Una maceta para cada casa. Núñez Feijóo se pasa el día arrancando la maleza, las ramas y los troncos que se interponen en el desfile triunfal que iba a ser su desembarco en Madrid. Y, de paso, para no parecer un florero en el balcón de la victoria en la calle Génova.

Lo confieso. Isabel Díaz Ayuso me tiene cogida la medida y me convierto en su agente electoral sin quererlo. Cuando oí lo de la planta en todos los balcones madrileños me eché al monte de las redes sociales a comentar, por ridícula, la propuesta para la mejora ambiental de Madrid. Fuimos tantos los que picamos el anzuelo, desde la broma a la indignación, que entre todos hicimos el ruido suficiente para que llegara a oídos de quienes se burlan de esas milongas de las ciudades sostenibles y el cambio climático. La expectativa de una maceta en el balcón no suma votos, pero lo de cabrear a “los progres” siempre puntúa en el electorado en el que pesca la presidenta madrileña. Díaz Ayuso necesita a los votantes de Vox para lograr la mayoría absoluta y hará lo que tenga que hacer, un placaje al ministro Bolaños o proclamar que “ETA está viva”. 

>