Tras la contundente derrota de la izquierda del 28M, los próximos meses no podían ser otra cosa que una lenta, dolorosa e inexorable espera hasta la derrota final en las elecciones generales de diciembre. En el horizonte se divisaban meses de deliciosa luna de miel derechista con la formación de gobiernos del PP y Vox sumada a la inestabilidad orgánica de todo un espacio progresista desorientado (y probablemente enfadado con sus líderes). Pero con el inesperado giro de Pedro Sánchez convocando elecciones generales para el 23 de julio se produjo una pequeña chispa de esperanza. Como un alquimista político transformó la apatía en cierto optimismo que otorga una última oportunidad a las fuerzas progresistas para conservar el gobierno de España. A partir de ahí, ¿cómo se hace eso?
La campaña del 28M y sus resultados son bastante ilustrativos al respecto. La izquierda hizo una campaña en positivo basada en hablar de sequía, vivienda, ayudas a jóvenes y reivindicación de logros económicos del Gobierno de España. La derecha hizo una campaña en negativo basada en hablar de okupas, ETA, Bildu, comunismo y pucherazos electorales. ¿A quién han premiado las urnas? A los segundos. No es un reproche ni un lamento. Tan solo es una constatación de un resultado basado en una forma muy concreta de hacer campaña. La política no es racionalidad, es identidad, y nos falta de eso. Visto lo visto, ¿qué puede hacer la izquierda para volver a revalidar un gobierno a partir del 23 de julio?
Partiendo de la base de que es evidente que estos años de venta de gestión, de datos económicos, de empleo, de subida de salarios y pensiones no han funcionado, ¿la solución es ponerse a jugar al mismo juego de la derecha que habla de ETA, okupas, comunismo y agita el miedo? Acabamos de ver cómo el PSOE ha compartido un vídeo en Twitter que ya acumula 3 millones de visitas y apuesta por esa línea más confrontativa, en negativo y que agita el miedo llamando mentiroso al PP y recopilando todos los engaños y falsedades de las últimas décadas. Ante este vídeo se puede afirmar que seguramente esta estrategia no es la más racional, pero desde luego tampoco la menos acertada estando en el punto en el que estamos. Aunque presenta dos grandes problemas fundamentales.
El primer problema es que si juegas en el tablero del enemigo y con sus piezas (el miedo, la crispación, la alerta), es muy probable que gane el enemigo. Tienen más experiencia haciéndolo y, por lo tanto, lo hacen mejor. Además, su electorado responde de maravilla a ese juego mientras que el electorado progresista no acostumbra a reaccionar tan bien a ese tipo de campañas. De ahí se deriva el segundo problema. Y es que esta estrategia tampoco es nueva para la izquierda y, además, no es que haya funcionado especialmente bien anteriormente. Lo vimos en el "Alerta antifascista" tras las elecciones andaluzas de 2018 que no paró el ascenso de Vox. Lo vimos en el episodio de la proliferación de balas enviadas por correo a ministros en las elecciones madrileñas de 2021, que tampoco sirvieron para detener el auge de Ayuso. Y lo hemos visto también con la colección de barbaridades enunciadas por el vicepresidente de Vox de Castilla y León hablando de latido fetal o cuestionando que el CO2 contribuye a la crisis climática, que tampoco ha provocado un peor resultado para Vox en las elecciones autonómicas del 28M.
Entonces, la pregunta es: ¿por qué debería funcionar ahora algo que lleva fallando desde 2018? Pero al mismo tiempo que nos hacemos esta pregunta, volvemos al mismo problema de antes: es cierto que esa estrategia del miedo no funcionó, pero desde luego tampoco lo ha hecho la de centrarse en "los temas del comer". Ni los ERTEs, ni la subida del SMI a los 1080 euros, ni el menor dato de paro desde 2008, ni ningún indicador económico respaldado por organismos internacionales ha parecido sumar demasiados votos frente a los "ETA, okupas, comunismo, sanchismo" de la derecha. Por lo tanto, ¿qué margen de maniobra le queda a la izquierda? Redoblar la apuesta por vender gestión sacando pecho por la presidencia española de la Unión Europea y volver a reivindicar la legislación aprobada durante estos años no parece una apuesta demasiado ganadora con los resultados de las municipales y autonómicas encima de la mesa. Y menos con un gobierno en funciones que no puede sacar adelante nueva legislación que se pueda capitalizar electoralmente.
No quedaría otra, entonces, que apostar por una campaña dura, de confrontación de modelos de manera cruda y directa. Sacando pecho de lo hecho no por ser positivo en sí mismo como hasta ahora, sino enfrentándolo a lo que podría venir si gobernasen otros. Una campaña que pisa el acelerador de la polarización y que alerta de todo lo que se puede perder si vuelven los otros. Una campaña en negativo. No la campaña que merecemos, pero sí la campaña en la que nos han situado.
La extrema derecha no da miedo solo por ser extrema derecha. Hace falta algo más
Si la derecha puede presentar como único programa electoral algo tan inconcreto y soez como "derogar el sanchismo", la izquierda debe proponer su equivalente progresista. Hay que pensar por fuera de los lugares comunes y no caer en eslóganes manidos como el poco útil "alerta antifascista". Pero si el progresismo quiere tener algo que hacer en las próximas elecciones, necesita un enemigo claro y un eslogan contundente. La extrema derecha no da miedo solo por ser extrema derecha. Hace falta algo más. Y el vídeo del PSOE que comenté al principio creo que no lo acaba de captar. Al igual que creo que no lo acabó de captar la polémica cartelería de Podemos en Madrid señalando mediante fotografías al hermano comisionista de Ayuso o a Florentino Pérez. Tal vez aciertan por primera vez leyendo el ánimo de los tiempos desde el progresismo, pero fallan en el contenido del mensaje.
La realidad es tozuda y desalentadora. A ningún progresista le cabe en la cabeza cómo es posible que una campaña en positivo, sacando pecho de los buenos datos económicos de España, se vea arrollada por un discurso tan embrutecedor como el que resucita constantemente a ETA y señala la ocupación como el principal problema de los españoles. Sin embargo, lo más probable es que si para la campaña del 23 de julio se aplica la misma receta del 28 de mayo salga exactamente el mismo resultado que el 28 de mayo. Tal vez lo que toca es dejar de lamentarnos por la campaña que tenemos y responder con la campaña que debemos.
Tras la contundente derrota de la izquierda del 28M, los próximos meses no podían ser otra cosa que una lenta, dolorosa e inexorable espera hasta la derrota final en las elecciones generales de diciembre. En el horizonte se divisaban meses de deliciosa luna de miel derechista con la formación de gobiernos del PP y Vox sumada a la inestabilidad orgánica de todo un espacio progresista desorientado (y probablemente enfadado con sus líderes). Pero con el inesperado giro de Pedro Sánchez convocando elecciones generales para el 23 de julio se produjo una pequeña chispa de esperanza. Como un alquimista político transformó la apatía en cierto optimismo que otorga una última oportunidad a las fuerzas progresistas para conservar el gobierno de España. A partir de ahí, ¿cómo se hace eso?