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Las guerras, la guerra

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I.- La historia de la humanidad también es la historia de sus guerras. Parece una maldición constante en la vida de los humanos. Ahora, otra vez, estamos metidos hasta el cuello en conflictos muy peligrosos, de cuya evolución depende nuestro destino colectivo. Ante los enfrentamientos en Ucrania y en Oriente Medio, no deberíamos olvidar cómo las guerras, en principio regionales o parciales, pueden acabar transformándose en la gran guerra general o mundial. Así sucedió, por ejemplo, con la primera conflagración europea de 1914. La mano de un serbio-bosnio llamado Gavrilo Princip apretó el gatillo contra Francisco Fernando, el heredero de la corona del imperio austro-húngaro, el 28 de junio de 1914 en la ciudad de Sarajevo. El gobierno austriaco planteó un ultimátum a Serbia, cuyas condiciones éste no aceptó, declarándoles la guerra y atacando al país balcánico en la idea de que el conflicto duraría pocos meses ante el desequilibrio de fuerzas. Como siempre, un error de cálculo fue origen de todas las catástrofes, pues el imperio de los zares, aliado histórico y paneslávico de los serbios, se solidarizó con Belgrado y se enfrentó al imperio de los Habsburgo. Por su parte, por aquello del pangermanismo, el imperio alemán se alió con Viena y atacó a los rusos. Estos, a su vez, arrastraron a su coaligada Francia y, por ende, al imperio británico, rival y enemigo de Alemania. Luego, bastante más tarde, en 1917, acabaron participando los EEUU de América y otros muchos países como Italia, el imperio otomano, etc. El detonante de aquella innoble masacre fue el pistoletazo de Princip, un joven de 19 años que pertenecía a la organización nacionalista Joven Bosnia, aunque el fondo del gran conflicto fue la lucha de todos esos imperios por hacerse con la hegemonía europea y el dominio de las colonias.

II.- En la segunda guerra mundial aconteció algo parecido. Hitler y Mussolini fueron tentando la suerte belicista: Dantzig, los Sudetes, Bohemia-Moravia, Austria, Abisinia, Libia, Albania, la guerra de España, hasta el punto de que la política de apaciguamiento parecía no tener fin. Pero cuando el 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas invadieron Polonia, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Hitler y éste acabó invadiendo toda Europa y la Unión Soviética. A su vez, Italia y Japón se aliaron con los nazis y, como en la anterior contienda, los EEUU terminaron interviniendo en Europa. También en este caso, algunos dirigentes alemanes reconocieron, más tarde, que habían cometido un grave error de cálculo, pues pensaron que Gran Bretaña y Francia no irían a una guerra por Polonia, ni que los soviéticos tuviesen tanta capacidad de resistencia. Ese error costó, al final, 30 millones de muertos.

III.- En la actualidad está aconteciendo algo que puede llegar a ser similar, si no somos capaces de frenar la locura. Rusia invade el Este de Ucrania, bajo el pretexto de que el Dombás es zona rusófila y la dirigencia ucraniana está reprimiendo a sus habitantes. El gobierno ucraniano ejerce su derecho a la resistencia con el apoyo de sus aliados de los EEUU y la Unión Europea, que, si bien no participan directamente en el conflicto, proporcionan al gobierno de Zelensky las armas imprescindibles para su defensa. Por su parte, Putin cuenta con la ayuda indirecta de China, Irán y Corea del Norte. Y los ucranianos, a su vez, presionan sin parar para que los occidentales –EEUU, Gran Bretaña– les proporcionen armas capaces de atacar en el interior de Rusia, esto es, balística suficiente para alcanzar territorio de ese país. Si esto último llegase a suceder –recemos a todos los dioses para que no ocurra–, es de temer que la Federación Rusa podría considerar que la guerra ya no es con Ucrania sino también con los países que proporcionan dichas armas. Porque no es realista pensar que si Zelensky atacase ciudades rusas con armas occidentales de largo alcance, Putin no iba a responder de la misma manera en dirección opuesta. Así es como las guerras “regionales” se acaban transformando en conflictos generales. Hacen bien Biden y sus aliados europeos en negarse, hasta el momento, a proporcionar ese tipo de armas y resistir las presiones que llegan de los sectores más belicistas de la OTAN.

IV.- Luego tenemos todos los días delante el terrorífico conflicto-genocidio de Oriente Medio. Es difícil saber cuándo y dónde empezó, pues sus crónicas guerras se remontan a décadas, prácticamente hasta la creación del Estado de Israel. En su día, las Naciones Unidas decidieron la creación de dos Estados, el judío y el palestino, lo que no ha sucedido nunca, y en la actualidad el impedirlo es objetivo esencial de Netanyahu. En fecha reciente los terroristas de Hamás cometen un criminal atentado contra civiles israelitas con más de 1200 muertos y la captura de cientos de rehenes. El gobierno ultraderechista de Netanyahu reacciona de manera brutal, invade y arrasa Gaza, cometiendo un auténtico genocidio con más de 40.000 muertos, la mayoría mujeres y niños. La formación integrista Hezbolá se solidariza con los gazatíes y lanza, desde el Líbano, cohetes y drones sobre el norte de Israel, respondiendo el Estado hebreo con la invasión del país y bombardeando Beirut. La escalada del conflicto se extiende a países como Yemen, Siria, Irak e Irán. El régimen de los ayatolas, agredido selectivamente en su territorio por Israel, lanza alrededor de 200 cohetes sobre aquel país, y estamos a la espera de la reacción de Netanyahu. Como siempre ocurre, cada parte contendiente tiene sus valedores y aliados. Israel, al margen del carácter ultraderechista de su gobierno, cuenta con el apoyo incondicional de EEUU y de algunas naciones europeas. Irán, Siria y otras naciones árabes también tienen el apoyo de Rusia. Por lo tanto, en el supuesto de que Israel e Irán se enzarzasen en una guerra abierta, no imposible ante los últimos ataques mutuos, sería difícil que no acabasen envueltas las potencias que apoyan a unos u otros. Me temo que este es el objetivo estratégico de Netanyahu, involucrar a los EEUU en una guerra contra Irán. Hipótesis que convendría evitar por todos los medios.

A las Naciones Unidas no les hace caso nadie, e Israel se permite atacarlas militarmente sin consecuencias; la llamada “comunidad internacional” no existe

V.- Las consecuencias de ambos conflictos están siendo nefastas no sólo en pérdida de vidas humanas, que es lo más grave, sino también políticas, económicas, sociales y morales. A las Naciones Unidas no les hace caso nadie, e Israel se permite atacarlas militarmente sin consecuencias; la llamada “comunidad internacional” no existe, salvo que se piense que es EEUU y sus aliados; no hay normas, ni reglas, pues se está imponiendo la ley del más fuerte y la doble vara de medir, pues se sanciona a Rusia, con razón, pero se concede patente de corso a Israel; si la escalada continúa y el precio del petróleo se dispara, las economías europeas lo van a pasar de pena y sólo se van a forrar las petroleras y las empresas de armas, como ya está sucediendo. La animadversión u odio entre “civilizaciones” se acabará haciendo inextinguible, con mensajes tóxicos como el de que lo único que vale es la fuerza y hay que armarse hasta los dientes para no ser aplastado, en un mundo donde ha desaparecido el derecho internacional, que sólo se aplica al que es derrotado.

VI.- Ahora, de lo que se trata es de parar esta locura que nos puede conducir de nuevo a la guerra. En el caso de Ucrania hay que seguir apoyando a este país para que pueda defenderse, pero al mismo tiempo evitar que pueda atacar a las ciudades de una potencia nuclear como es Rusia. Hay que presionar desde las opiniones públicas y los gobiernos para que haya un alto el fuego y se inicien negociaciones de paz que garanticen la futura seguridad de los contendientes. No es realista pensar que Rusia va a devolver Crimea y se va a retirar, sin más, de los territorios ocupados sin contrapartidas que garanticen su seguridad. Las armas de la OTAN no pueden llegar a estar a menos de 500 km de Moscú.

En el caso de Oriente Medio, el castigo infringido por Netanyahu y sus acólitos, con la destrucción de Gaza y la invasión del Líbano, ha violado todas las reglas de la guerra y de los derechos humanos, y debe cesar. Como han señalado los presidentes francés y español, deben interrumpirse de inmediato los envíos de armas al Estado hebreo, exigirse la puesta en libertad de los rehenes que quedan y el inicio de conversaciones de paz, porque la intención del gobierno ultra de Israel parece evidente: provocar un enfrentamiento con Irán, lo que supondría la generalización de la guerra y propiciaría el triunfo de Trump en las elecciones norteamericanas. Ese conflicto no tiene más solución que la aceptación de dos Estados, como decidieron en su día las NN.UU. La pretensión que subyace en la actual política israelí de expulsar a los palestinos de Gaza, de Cisjordania o del Líbano es propia de dictadores y supondría la guerra permanente en la región. La cuestión que se plantea no es elegir entre el Estado de Israel o Hamás y Hezbolá, sino proteger a los pueblos de Israel y de Palestina de sus verdugos, que son, de un lado, el gobierno de Netanyahu, y del otro los integristas de Hamás y Hezbolá. Es a esas tres fuerzas a las que hay que derrotar; de lo contrario, estaremos condenados a la guerra permanente.

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Nicolás Sartorius es presidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas. Su último libro se titula 'La democracia expansiva o cómo ir superando el capitalismo' (Anagrama).

I.- La historia de la humanidad también es la historia de sus guerras. Parece una maldición constante en la vida de los humanos. Ahora, otra vez, estamos metidos hasta el cuello en conflictos muy peligrosos, de cuya evolución depende nuestro destino colectivo. Ante los enfrentamientos en Ucrania y en Oriente Medio, no deberíamos olvidar cómo las guerras, en principio regionales o parciales, pueden acabar transformándose en la gran guerra general o mundial. Así sucedió, por ejemplo, con la primera conflagración europea de 1914. La mano de un serbio-bosnio llamado Gavrilo Princip apretó el gatillo contra Francisco Fernando, el heredero de la corona del imperio austro-húngaro, el 28 de junio de 1914 en la ciudad de Sarajevo. El gobierno austriaco planteó un ultimátum a Serbia, cuyas condiciones éste no aceptó, declarándoles la guerra y atacando al país balcánico en la idea de que el conflicto duraría pocos meses ante el desequilibrio de fuerzas. Como siempre, un error de cálculo fue origen de todas las catástrofes, pues el imperio de los zares, aliado histórico y paneslávico de los serbios, se solidarizó con Belgrado y se enfrentó al imperio de los Habsburgo. Por su parte, por aquello del pangermanismo, el imperio alemán se alió con Viena y atacó a los rusos. Estos, a su vez, arrastraron a su coaligada Francia y, por ende, al imperio británico, rival y enemigo de Alemania. Luego, bastante más tarde, en 1917, acabaron participando los EEUU de América y otros muchos países como Italia, el imperio otomano, etc. El detonante de aquella innoble masacre fue el pistoletazo de Princip, un joven de 19 años que pertenecía a la organización nacionalista Joven Bosnia, aunque el fondo del gran conflicto fue la lucha de todos esos imperios por hacerse con la hegemonía europea y el dominio de las colonias.

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