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No se alquila un vientre

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La violación de derechos humanos que representa explotar a una mujer y pagar por un bebé me resulta tan insoportable que no puedo comulgar con ninguno de los términos con los que la estamos nombrando, y nombrando tanto, estos días. Gestación “subrogada”, lenguaje burocrático para enfriar algo tan inmenso como nueve meses de embarazo y un parto y un posparto. Gestación “por sustitución”, como si quedarse embarazada fuera pasarse el turno en la pescadería. “Vientres de alquiler”, como si sólo se pagara por un vientre. Como si existiera tal cosa como un vientre aislado.

Un embarazo, para quienes creen que es coser y cantar, constituye un proceso complejísimo, duro, peligroso. En un embarazo y en un parto se puede morir. No se alquila un vientre, se explota a un ser humano en su totalidad. En un embarazo, todo el organismo se pone al servicio de la supervivencia del nuevo ser que crece en su interior. Si hablamos de alquiler, tendríamos que decir que se alquilan unos pulmones, un hígado, un corazón. Toda la vida de la mujer se pone al servicio de ese proceso transformador. Se alquila una mente, un tiempo, una salud, unos afectos, una existencia. Los contratos (sic) de la explotación llegan a prohibir hasta las relaciones sexuales libres.

Toda la vida de la mujer se pone al servicio de ese proceso transformador. Se alquila una mente, un tiempo, una salud, unos afectos, una existencia

En esta violación de derechos humanos, a la mujer se la trata como a un recipiente, sí, pero me resulta indigerible que se hable, aunque sea para evidenciar lo atroz de la práctica, de “hornos”, “vasijas”, “granjas”. Es deshumanizante. Cómo nombramos importa tanto... Algunos dicen que usamos “palabras gruesas” (sic) al describir exactamente lo que es: explotación de un ser humano y compra de otro ser humano. Si nos resulta inconcebible la venta de un riñón, ¿por qué estamos siquiera debatiendo la venta de un niño? Si hemos aceptado por fin como sociedad el “no compres, adopta” para los perros, ¿cómo hay dudas para un niño?

De todos los argumentos extraterrestres que he escuchado y leído en estas semanas, el que más me impresiona es el de quienes defienden esta forma de explotación como algo “moderno”. Lo he visto en la tele y lo he oído en el parque. Una mujer de unos treinta años le gritaba a sus amigos “¡Qué antiguos para lo jóvenes que sois!”, porque rechazaban tajantemente esta práctica. Mujeres pobres poniendo sus cuerpos y sus vidas al servicio de mujeres y hombres ricos. Mujeres pobres pariendo para los ricos. Mujeres pobres al servicio de mujeres y hombres ricos. Una historia más vieja que el mundo.

Ojalá que el caso Ana Obregón termine por ser la mejor campaña contra la violación de derechos humanos que representa la explotación de una mujer y la compra de un bebé. Me ha dado cierta paz ver que en España existe un rechazo absoluto a esta práctica entre personas de todo el espectro político y de todas las generaciones. No es una cuestión de ideología, se trata de derechos humanos básicos. Me disgusta bastante hasta tener que escribir una columna como esta, porque es la prueba de que los derechos de las mujeres y de los niños siempre están en cuestión, en peligro, atropellados.

Siempre tenemos que gastar energías en defender lo que debería ser obvio. No existe el derecho a ser padres y el dinero no puede comprarlo todo. Sí existen los derechos de los niños, que no son un complemento de nuestras vidas, sino personas que existen plenamente por sí mismas. Sí existen los derechos de las mujeres a, por ejemplo, no ser explotadas. Cualquier rendija que se abra para favorecer esta violación de derechos humanos sería dantesca. Si estos derechos humanos no te preocupan, piensa que, de abrirse la veda, los siguientes podrían ser los tuyos.

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Cristina García Casado es periodista y publica en medios de España y América

La violación de derechos humanos que representa explotar a una mujer y pagar por un bebé me resulta tan insoportable que no puedo comulgar con ninguno de los términos con los que la estamos nombrando, y nombrando tanto, estos días. Gestación “subrogada”, lenguaje burocrático para enfriar algo tan inmenso como nueve meses de embarazo y un parto y un posparto. Gestación “por sustitución”, como si quedarse embarazada fuera pasarse el turno en la pescadería. “Vientres de alquiler”, como si sólo se pagara por un vientre. Como si existiera tal cosa como un vientre aislado.

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